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México D.F. Miércoles 22 de septiembre de 2004

 

Momento de confesiones

Anteayer, después de dos semanas de embarazoso silencio, la Presidencia de la República, por medio de un vocero, admitió que el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Mariano Azuela Güitrón, fue citado a un cónclave realizado en Los Pinos en abril pasado para, en compañía del presidente Vicente Fox, el secretario de Gobernación, Santiago Creel, el procurador Rafael Macedo de la Concha y la consejera jurídica del Ejecutivo federal, María Teresa Herrera

Tello, hablar de las modalidades del proceso de desafuero iniciado por la Procuraduría General de la República (PGR) contra el jefe de Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, por delitos inexistentes. Ayer tocó el turno de confesarse al propio Azuela Güitrón, quien reconoció que había sido "convocado" a la residencia oficial para "tocar (sic) temas relacionados con situaciones derivadas de resoluciones emitidas con anterioridad por jueces de distrito, confirmadas por tribunales colegiados de circuito, vinculadas con su exacto cumplimiento".

Ahora, tanto el titular del Poder Judicial como los personeros del Ejecutivo se empeñan en asegurar que el encuentro no tuvo nada de malo, que se trata de "una práctica habitual en los estados modernos" (comunicado de Azuela), que "los poderes tienen la obligación de reunirse, de platicar" (vocero de Los Pinos), o que es "algo que ocurre normal y regularmente" y a lo cual "se le quiere dar un tinte específico" (Creel). No es fácil entender, entonces, que la reunión se haya celebrado a espaldas de la sociedad ni que se la haya mantenido en secreto hasta que fue revelada por informaciones periodísticas. Por lo demás, en los días en que se realizó el cónclave secreto de Azuela con Fox y sus ayudantes, López Obrador recibía negativas del Ejecutivo federal a concederle una cita para analizar el tema del desafuero, con el argumento de que Fox no debía ni quería tratar asuntos del Ministerio Público, para no afectar la "independencia" de esa instancia.

Las confesiones de estos días no sólo exhiben, pues, la doble moral del foxismo y su empecinamiento en emplear las instancias del poder de manera facciosa para perjudicar a potenciales adversarios y favorecerse a sí mismo y a su entorno, sino también la carencia de espíritu institucional, de tacto y de maneras con que se comporta la actual Presidencia en sus contactos con los otros poderes de la Unión. Por desgracia, el titular del Judicial se dejó tratar -según confesión propia- como un subordinado del Ejecutivo y acudió presto a Los Pinos, no a asegurarse de que el Ejecutivo federal cumpliera con su "obligación de auxiliar al Poder Judicial de la Federación en el ejercicio expedito de sus funciones", sino para asesorar a un grupo gobernante obsesionado hasta el desfiguro por destruir mediática, política y jurídicamente a quien considera su principal rival potencial en las elecciones de 2006. De esa forma, Azuela Güitrón degradó su investidura, causó un severo daño a la soberanía de la institución que preside y realizó un aporte incalculable al descrédito de la justicia en el país.

Por su propio bien y por el del Poder Judicial de la Federación, el "convocado" de Los Pinos tendría que dejar la titularidad de la SCJN en manos de otro ministro con mayor visión y entendimiento republicano. De su lado, el grupo foxista tendría que admitir sus extravíos, renunciar a organizar nuevas conjuras contra López Obrador y empezar a construir las condiciones para realizar una entrega decorosa del poder a quien la sociedad elija en los comicios próximos. A fin de cuentas, no hay más salida digna para los atolladeros a los que conducen los errores propios que tener el coraje de reconocerlos en público y ofrecer disculpas a los agraviados que, en este caso, son todos los ciudadanos.
 

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