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P O L I T I C A
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México D.F. Martes 14 de septiembre de 2004

José Blanco

Soros y el imperio

El magnate del apellido palíndromo está en guerra con Bush. Esta rara avis, discípulo de Karl Popper, especulador empedernido, político por afición, políglota y filántropo (ha auspiciado la creación de centros de investigación por medio mundo), está convencido de que "no se puede hacer una guerra contra el terrorismo con métodos militares...; se necesita una nueva iniciativa para bregar contra la violencia en el inicio de este milenio".

Ha escrito cientos de artículos contra la guerra y contra el iletrado presidente Bush, y el libro The bubble of American supremacy. Este húngaro-gringo está persuadido de que la guerra de Estados Unidos contra Irak puede ser el principio del fin del imperio estadunidense en el planeta.

Soros dice en su libro lo que todo el mundo parece saber, excepción hecha de una parte significativa del electorado estadunidense: el gobierno de Estados Unidos está en manos de un grupo de extremistas ultraconservadores obnubilados por la creencia de que pueden ejercer indefinidamente el dominio mundial a través de las armas y sólo en función de intereses económicos, de esa nación, y en particular de la pandilla gobernante. Hoy las armas son el instrumento de política exterior por antonomasia de este imperio que se cierra sobre sí mismo, y siega la libertad de sus propios ciudadanos.

El imperialismo estadunidense se agota y, como a todos los imperios les ocurrió un día, sus días están contados. Acaso en el curso del próximo medio siglo la raza humana vea el ocaso del mayor poder de la historia.

Los símiles de Soros brotan de su profundo conocimiento del mundo del riesgo y la especulación: el poder militar de Estados Unidos, dice, es como una "burbuja bursátil" que, como todas esas "burbujas", un día estallan y muchos de quienes medraron a su amparo enfrentan la muerte súbita. Pero será una muerte que acarreará al planeta un daño inenarrable.

Bush ha dicho hasta al cansancio: estamos en guerra y estaremos en guerra por largo tiempo. Si como anuncian las encuestas hoy, la mayor parte del electorado elegirá a Bush, el drama se habrá configurado. Nada detendrá su carrera hacia el precipicio a encontrarse ciegamente con el destino. El plup del reventón de la burbuja nos alcanzará a todos sin remedio. Con Kerry los caminos y ritmos serían distintos, pero el fin del imperio se avizora.

En agosto pasado Bush anunció un plan de retirada de más de 70 mil militares de Europa y Asia para atender las necesidades derivadas de los despliegues en Irak y Afganistán. Al comparecer ante la Asociación de Ex Combatientes (de 2 millones 600 mil miembros) explicó "el mayor cambio de posición" desde el fin de la guerra fría. Las fuerzas militares gringas desparramadas en medio mundo suman unos 200 mil marines y aviadores, de los cuales 100 mil están emplazados en Europa en el marco de los "acuerdos" (decisiones del imperio) de la OTAN.

En octubre de 2003 el Pentágono dijo que reduciría de 130 mil a 100 mil soldados su contingente en Irak, una vez creado el gobierno interino en julio de este año. Pero lo que hubo de hacer fue aumentar ese contingente, que es ahora de 140 mil militares en el país del Tigris y el Eufrates, despedazado por la bestialidad de las tropas estadunidenses.

Con todo, la fuerza inimaginable de Estados Unidos también tiene límites. Con el mayor poder del mundo no puede poner bajo control militar al mundo. Así se han agotado todos los imperios de la historia. Por una ambición sin medida que no puede abarcarlo todo. Hoy mucho menos que en los siglos pasados.

Holanda, España y Portugal, Inglaterra, la URSS en su propio espacio político y territorial, fueron imperios vencidos por el agotamiento a que sometieron sus fuerzas en el afán indomable de un dominio siempre creciente. Así pasó con el imperio otomano (en su cima abarcó territorios de tres continentes); surge a principios del siglo XIV y en XVI inicia su fallecimiento, y con el que en la antigüedad fuera el "inmortal" imperio romano y su trozo sobreviviente: el imperio bizantino.

Toca el turno a Estados Unidos. Será probablemente el último imperio de la historia. Nadie está a la vista con la capacidad de tomar la estafeta imperialista que se le escurre de las manos.

Ese fue un país capaz de ejercer una hegemonía cultural irresistible en el planeta, con su producción industrial y su desarrollo científico y tecnológico. Incluida la URSS, todas las naciones han vivido tras el confort y el American way of life material que inventaron y continúan sin descanso reinventando. Esa hegemonía no existe más. Sólo le quedan las armas como instrumento de dominación planetaria. El planeta -está probado- no puede resistir el alcance de la depredación del barco en el que la humanidad navega, generado por el consumo de la sociedad gringa y sus imitadores en el resto de la Tierra.

El mundo buscará y hallará otras formas de organizar su vida; aunque el conflicto social convivirá con el género humano para siempre.

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