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E S P E C T A C U L O S
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México D.F. Sábado 14 de agosto de 2004

Leonardo García Tsao

Extranjeros indeseables

El propio director Tony Scott aceptó en una reciente conferencia de prensa que su hermano Ridley, a diferencia de él, es quien hace "cine trascendente". En efecto, al comparar las filmografías de ambos se evidencia qué tanto Tony es el menos dotado de los Scott. (Es un fenómeno curioso, extensivo a otros pares fraternales de cineastas. Tanto Bernardo Bertolucci como Aki Kaurismäki tienen a sus respectivos hermanos tontos, Giuseppe y Mika).

Si bien Tony Scott no ha hecho una sola película a la altura de Los duelistas -ya no digamos Blade Runner-, el filmar en México lo hace descender aún más en su categoría de artesano a destajo. Su peor película antes de Hombre en llamas, había sido Revancha (1990), ridículo intento de western moderno afligido por aberrantes lugares comunes sobre el machismo y el honor. Ahora, narra de nuevo una situación de venganza pero ubica la acción en la ciudad de México, usando como punto de partida la novela homónima de A.J. Quinnell, originalmente situada en Nápoles (de hecho, ahí transcurre su primera y desconocida versión cinematográfica, también llamada Man on fire, dirigida por el francés Elie Chouraqui en 1987).

Así, resulta que Creasy (Denzel Washington) es un ex operativo de maniobras sucias que, venido a menos por su culposo alcoholismo, se alquila en barata al millonario mexicano Samuel Ramos (Marc Anthony) y su esposa gringa Lisa (Radha Mitchell) para servir de guarura y chofer a su pequeña hija Pita (Dakota Fanning). Cuando el hombre ha establecido un nexo afectuoso con la precoz niña, ella es secuestrada y en apariencia asesinada por un grupo delincuente, en complicidad con la policía mexicana. Lo que sigue es un baño de sangre a cargo de un hijoeputa con pose de bíblico ángel vengador.

El protagonista es obviamente una versión más decadente de ese viejo cliché: el héroe duro y solitario, atormentado por su pasado, que busca la redención en un acto final de venganza. Su antagonista no es la delincuencia mexicana sino el tercermundismo mostrado como una mezcla repugnante de fealdad, mugre y corrupción. Hollywood siempre ha tendido a distorsionar lo extranjero, reduciéndolo a la caricatura. Si antes México -y Latinoamérica- eran reducidos a una dimensión folclórica, ahora se trata de exagerar instancias reales para satisfacer la paranoia del gringo común.

Igualmente grotesca que un mariachi bailador de tangos con castañuelas, por decir algo, es esa imagen de una organización secreta llamada La Hermandad que, según Scott y su guionista Brian Helgeland, protege a todos los funcionarios y policías deshonestos de México. Es la visión mistificada de una sociedad que, en tanto ajena, es descrita con simplismo y condescendencia. La corrupción salpica a todos, incluso a Mariana (Rachel Ticotin) la única aliada de Creasy, una reportera -del diario Reforma, nada menos- que se acuesta con un comandante de la AFI (Giancarlo Giannini) nomás para sacarle información. (Conste que no hablo en términos de honor patrio, ni mucho menos. Igual de cuestionable hubiera sido esa mirada si se tratara de Colombia, Afganistán o... cualquiera de los países donde se supone que Creasy hizo labores de contrainsurgencia.)

No cabe duda que la delincuencia y la corrupción son apremiantes problemas de nuestra realidad. Pero proponer como héroe -y solución- a un matón a sueldo, dispuesto a torturar y asesinar a mansalva en nombre de su sentido de lo correcto, es caer en una indignante fantasía fascista. Cómo explicar ese momento en que Creasy hace volar en llamas un antro donde se celebra un concurrido rave. El acto es tan gratuito como inútil; pero la inmolación de docenas de inocentes sirve como flamígero espectáculo visual.

Ese desprecio puede detectarse hasta en detalles de producción. Ramos se dice devoto de la Virgen de Guadalupe pero la efigie a la que reza no corresponde a la Morena del Tepeyac. ƑY por qué el casting de un par de hispanos de Nueva York y hasta un italiano en los papeles secundarios, cuando los actores mexicanos -Jesús Ochoa, Carmen Salinas, Roberto Sosa- son relegados a bits? El argumento de siempre es que son más conocidos y, por lo tanto, rentables. ƑSí? ƑCuántos boletos vende Rachel Ticotin? (Por lo menos se podrían haber conseguido a alguien que hablara el castellano.)

Otro elemento consternante de Hombre en llamas es la decadencia de Scott como realizador. La película es un muestrario excesivo de ese estilo pedero y publicitario que él mismo ayudó a definir: colores saturados, grano abierto, virados a blanco y negro, encuadres que se enfocan y desenfocan, cortes rápidos... una atosigante estrategia que ahoga la capacidad narrativa del cineasta con puro gimmick visual, convirtiendo las dos horas y media de duración en una prueba de resistencia para quienes sufran de vértigo. El resultado es vomitivo en más de un sentido.

HOMBRE EN LLAMAS

(Man on fire)

D: Tony Scott/ G: Brian Helgeland, basado en la novela de A.J. Quinnell/ F. en C: Paul Cameron/ M: Harry Gregson-Williams/ Ed: Christian Wagner/ I: Denzel Washington, Dakota Fanning, Marc Anthony, Radha Mitchell, Christopher Walken/ P: New Regency Pictures, Scott Free Productions, para 20th Century Fox. EU, 2004.

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