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México D.F. Jueves 12 de agosto de 2004

Orlando Delgado Selley

Diferentes futuros para México

Con dificultades, pero ha iniciado una temporada en la que puede ser puesto en el centro lo que importa a la nación. Hace cinco meses, Cuauhtémoc Cárdenas publicó su propuesta Un México para todos. El documento ha sido intensamente discutido y se han hecho comentarios críticos que con muchos matices enfatizan la pertinencia de una propuesta integral. Dos aparecen en el número de agosto de la revista Memoria. Hace un mes, el jefe de Gobierno del Distrito Federal bosquejó algunas líneas de los contenidos económicos de su propuesta.

Del lado de la ortodoxia, Pedro Aspe discute el futuro económico de nuestro país en el número 161 de Este País. El texto atribuye a las reformas económicas iniciadas en 1985 la apertura política que culminó con la alternancia en la Presidencia de la República. No sólo eso. También sostiene que esas reformas elevaron la competitividad del país, el ingreso per cápita y la productividad. Se trata, en su opinión, de invertir la ecuación: antes las reformas económicas "contribuyeron a desencadenar las nuevas reformas políticas", ahora "el buen funcionamiento de la democracia requiere... acuerdos que permitan la reanudación del proceso de reformas indispensables para recuperar la competitividad..."

Las reformas, según Aspe, fueron exitosas. Ciertamente en 1985-2000 la economía creció, pero a un ritmo menor del que esperaban los reformadores y menor también al observado en 1971-82 con una política "populista". El crecimiento fue, además, muy cercano al incremento poblacional, de modo que el PIB per cápita se mantuvo estancado. La información sobre la evolución del salario real tampoco es halagüeña. Lo mismo en la distribución del ingreso que, como se ha documentado, se concentró. Por ello, el crecimiento del producto y de la productividad no se reflejó en una mejoría en la calidad de vida de la población. Una prueba irrefutable es el aumento en el número de mexicanos que emigraron al norte en busca de mejores salarios. Más aún, los bancos privatizados, cuyo proceso de venta Aspe consideró un éxito excepcional, tuvieron que ser rescatados y no son más intermediarios entre el ahorro y el crédito.

Pese a estos resultados desfavorables, se sostiene lo contrario para poder hacer la propuesta esperada: terminemos con las reformas que hacen falta. Privatizar la industria eléctrica y Pemex, flexibilizar el mercado laboral basado en el acuerdo entre los líderes priístas y el gobierno panista, y una reforma fiscal que grave esencialmente el consumo. Esta receta conocida e implementada en todos los países en vías de desarrollo, se argumenta con un diagnóstico que reconoce "innegables avances" en la reducción del crecimiento de los precios y en la caída de las tasas de interés. Estas reducciones "sientan la plataforma para el crecimiento sostenido". Al mismo tiempo reconoce el retroceso en el crecimiento económico y en el empleo, el que no puede explicarse por factores externos.

El problema no está solamente en la recuperación del crecimiento del producto y de la productividad, sino en el sentido y la calidad de esos crecimientos. La falta de empleos decentes, el enorme peso de la economía informal, el escaso dinamismo del mercado interno, exigen decisiones urgentes. Pero no necesariamente son las que propone Aspe. Son las que demanda la población, no las corredurías financieras internacionales y nacionales. Por supuesto, es indispensable alinear los precios de los energéticos en nuestro país con los que prevalecen en el mercado americano, pero para ello no hace falta privatizar. Una reducción de precios de la gasolina, de la energía eléctrica, impulsará la competitividad de la economía, pero no se crearán nuevos puestos de trabajo automáticamente.

Sin duda hace falta construir consensos para decidir lo que es necesario para crecer. Esa es la democracia. Esos consensos no existen en materia energética. Una parte importante de la sociedad no está de acuerdo con la privatización de Pemex ni de la Comisión Federal de Electricidad, y no lo estará en el futuro. Tampoco hay acuerdo con la propuesta fiscal del gobierno. Pero lo hay si se enfatiza el carácter redistributivo de un aumento en ciertos impuestos. Por eso no hay un futuro para México. Existen diferentes futuros, dependiendo del sentido de las reformas que se instrumenten. Muchos pensamos que el futuro que propone Aspe no es el que la nación requiere.

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