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Obituario   - NUEVO -

P O L I T I C A
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México D.F. Jueves 8 de julio de 2004

Adolfo Sánchez Rebolledo

Durazo vuelve del frío

El ex secretario del Presidente de la República ha roto con la tradición mexicana de que los funcionarios únicamente renuncian "por enfermedad" o para dedicarse "a cumplir con otras actividades personales". Durazo nos ahorra ese eufemismo haciendo públicas las razones de fondo de su decisión. Hay quien dice que un secretario está para llevarse los secretos a la tumba, no para divulgarlos, pero, en este caso, la carta de Durazo es un testimonio político en el que se asientan opiniones en torno, por supuesto, a cuestiones delicadas para la marcha del gobierno y del país. Ese es su valor: en rigor no hay secretos, no descubre nada que no se supiera de antemano, con un añadido importante: su renuncia es una defensa de la política cuando muchos ya la consideran una actividad inútil y perniciosa.

En términos generales, la carta ayuda a transparentar, para usar el verbo de moda, la ausencia de gobierno, en el sentido recto de la palabra, y a desvelar la fuente de numerosos desencuentros nacionales. Durazo hace un recuento articulado y coherente de los temas que, en su opinión, nos han llevado a la situación de confusión e incertidumbre en que nos hallamos, cuyo rasgo más negativo reside en "la percepción social de que la democracia puede llevarnos a la degeneración del Estado". Curiosa paradoja que sea el presidente de la alternancia quien nos retrotraiga a prácticas superadas para, otra vez, "decidir desde el gobierno quién será el próximo presidente (y) quién no debe" serlo.

El larguísimo alegato del ex secretario se centra en una acusación que tampoco resulta inédita, aunque en boca del Durazo adquiere nuevas resonancias: Fox no actúa como jefe de Estado, es decir, como el árbitro imparcial que se requiere. Por el contrario trabaja "para ganar elecciones", como un "agente electoral" a favor de la candidatura de su propia esposa, Marta Sahagún. "El peligro principal del proceso de sucesión no está, pues, en quién llegue a la Presidencia de la República, sino en cómo llegue. Si no hay legalidad, equidad, democracia y arbitraje presidencial imparcial, la disputa electoral del 2006 podría llegar a convertirse en una repetición de las viejas y nocivas rondas de desconfianza sobre los resultados electorales. Y que si las elecciones no se resuelven en las urnas, se van a resolver en la calle". Ese es el punto.

La primera reacción a las críticas del ahora su ex secretario parecen sacadas de una vieja película priísta: primero recibió en Los Pinos el besamanos solidario de su propio gabinete; luego, en una superficial entrevista de prensa concedida en el avión presidencial, desdeñó los argumentos de su ex secretario " (...) Si con lo que dice en su carta se trata de interpretar que el Presidente está apoyando a su esposa para una candidatura, eso es absolutamente falso" (sic), apuntó para los reporteros. "La señora Marta y yo tenemos planes muy concretos: sabemos cuándo nos toca irnos de Los Pinos, sabemos cuál es nuestro proyecto posterior, lo tenemos muy claro. Ya no nos van a ver en política, van a descansar los medios de comunicación."

Es increíble que el presidente Fox no salga a la palestra con una declaración de Estado para rechazar las imputaciones, despejando oficialmente las dudas en cuanto a la candidatura de su esposa, quien, por cierto, hasta ahora no ha dicho esta boca es mía.

A la luz de esta situación, inquieta saber si las fuerzas que aún apoyan a Fox en el proyecto transexenal esta-rían dispuestas a aceptar cualquier resultado de las urnas en 2006, inclusive si la alternancia devolviera el gobierno al PRI o, en el extremo, llevara limpiamente a López Obrador a Los Pinos.

Hace cuatro años, al comienzo de la jornada electoral, Fox dijo que no reconocería el resultado de las urnas si perdían por una diferencia mínima. ƑEstarían dispuestos a sacrificar a "la señora Marta" para salvar a la democracia, aunque perdieran el gobierno, o ya, desde ahora, debemos esperar la rebelión contra el populismo, a costa, claro, de la transición? Esa es la cuestión.

Es urgente que el Presidente se comprometa con las reglas democráticas sin dar pie a ninguna especulación. Marta Sahagún debe declarar sin ambigüedades que no aspira a la Presidencia y el jefe de Estado tiene que retomar, si no le gusta el silbato del árbitro, al menos una actitud de respeto hacia los demás contendientes. Aunque al Presidente le saque ronchas, la crisis existe y es peligrosa. Lo más conveniente sería lograr un alto al fuego entre las partes y reiniciar el diálogo sin condiciones. La polarización, por desgracia, está servida. La inmoderación en los juicios, el maniqueísmo, la reducción al absurdo de problemas reales sólo puede crear más confusión.

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