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Obituario   - NUEVO -

P O L I T I C A
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México D.F. Miércoles 7 de julio de 2004

Luis Linares Zapata

Los núcleos de ataque

Las baterías de ataque sobre la figura pública de López Obrador pueden agruparse en tres supuestas debilidades de su personalidad. Cualquiera de ellas también puede serle atribuida con ciertas bases coincidentes con rasgos efectivos del individuo. Pero, en lo general, forman una nebulosa que impide apreciar al político con las certezas necesarias para formar un justo juicio colectivo.

La primera le fue descubierta con motivo de los éxitos que, en un inicio, empezaron a reflejar sus programas de corte social que atienden a gente de grupos vulnerables. El meollo, entrevisto desde centros de poder identificados con las visiones y prácticas neoliberales, fue impecable desde esa desgastada perspectiva: el jefe de Gobier-no del Distrito Federal era un populista, le sorrajaron no sin harto y fatigado desprecio. Apareció entonces la oportunidad de hermanarlo con la imagen, ya muy desgastada por los embates y la crisis económica que afectaba a Venezuela, del presidente Chávez. Hombre que retraía, del pasado priísta, sinuosas rutas hacia el progreso privatizador, alocadas posturas demagógicas que agitaban la preocupación por los desvalidos y variadas irresponsabilidades de gobierno que desembocaban en el patrimonialismo y la corrupción.

Las similitudes de López Obrador con el venezolano, combatido con ahínco por las clases medias de ese país, en especial caraqueñas, pueden ser aleccionadoras para lo que sucede a partir de los recientes acontecimientos provocados por la convocatoria a la marcha por la seguridad. También es digno de espulgarse, y hasta compararse con las tribulaciones de un López Obrador bajo inclemente fuego rival y hasta enemigo, el papel desempeñado por los dueños del dinero, y de los medios electrónicos de comunicación en particular, en su intento de sacar a Hugo Chávez del puesto que le otorgó una copiosa votación.

Chávez ha resistido las feroces, organizadas, masivas incursiones a las calles de la gente de bien en Caracas. Tal esfuerzo culminó con la huelga empresarial que paralizó la economía de Venezuela durante largos, caóticos meses. No pudieron tirarlo. Recurrieron entonces a los apoyos externos y la administración de Bush gustoso se los dio, aunque tampoco fue el zarpazo definitivo que se esperaba. Los promotores, encarnizados enemigos del antiguo capitán golpista, buscaron a militares disidentes dispuestos a intervenir en el pleito, y los encontraron. Dibujaron un golpe de Estado que en su sonado fracaso pasó a ser cimero ejemplo de la ineptitud, el revanchismo (contra Cuba), el apetito voraz y pendenciero, la insensibilidad y el autoritarismo de sectores identificados con las cúpulas empresariales de esa atribulada nación. Recurrieron a la paralización de Pedevesa, influyente petrolera venezolana, la mejor de las armas del arsenal conspiracionista, pero, muy a pesar del enorme daño causado a la economía, la intentona volvió a errar el tiro.

Ahora, un tanto apaciguados y habiendo recurrido a todo el armamento pesado a su alcance, optaron por la ruta de la legalidad y los votos de un referéndum para deponer al odiado presidente. Se olvidan de que entre sus objetivos y la realidad por venir se interponen, con igual o mayor ahínco, otros tantos millones de sus compatriotas que lo sostienen y hasta vitorean. Las posturas contrarias se han radicalizado a tal extremo que la amenaza de guerra civil es un duro, temible componente del horizonte venezolano. Conclu-sión: por ese sendero no hay que transitar ni, por tanto, insistir en las comparaciones, pues a nadie convienen, y sobre las cuales previno en días pasados el Secretario de la Defensa mexicano.

El segundo caballo en el que se han montado los críticos abiertos, los opositores y enemigos embozados de López Obrador, tiende a categorizarlo y hasta definirlo en esencia, arguyen, como un irredento ninguneador de la ley y, por tanto, del Estado de derecho. La obra de zapa se inauguró con las oposiciones, por causas diversas, del jefe de Gobierno a las iniciativas de ley para la transparencia e información o el congelamiento a los derechos de minorías. Pero el punto culminante devino cuando tomó carta pública el ya famoso caso del paraje San Juan. Poco importan las conclusiones y el desenlace de tan escabroso asunto. Las conjuras y múltiples recriminaciones que recibió ahí quedaron como una especie de lastre pegajoso y son repetidamente usadas, dándoles carta de naturalización no sujeta a prueba alguna, sino como lugar común aceptado a manera de preconcepción. De ello, sus detractores derivan vertientes tan peligrosas como las que reflejan y le acentúan rasgos de ser un personaje autoritario o futuro dictadorzuelo de concretar sus planes al dejar de darse por muerto y competir por la Presidencia.

Por último, el tercer núcleo de rencillas, críticas o denuestos incide en el supuesto redentorismo de López Obrador. Afiliado a la defensa a ultranza de lo que él llama sus valores y principios, muchas de sus decisiones y actos no son fácil ni inmediatamente comprendidos. Por el contrario, sus negativas a valerse de atajos legales o negociar acuerdos (con el PRI por ejemplo) que le eviten el pendiente juicio de procedencia y la posterior inhabilitación, le son devueltas en condenas y rechazos terminales a la que ya califican, desde las alturas de una postura inalterable y hasta alegadamente serena, de su iluminada intensión de repeler, de ser refractario a los señalamientos críticos, a los mensajes que le envió una agraviada sociedad y hasta a los buenos consejos de juristas. Pero la insistente referencia a la conspiración de que López Obrador habla, ahí está y cobra cada vez mayor densidad. Durazo ha certificado, en su renuncia, algo de sus orígenes y a varios de los conspicuos promotores.

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