Carlos Martínez García

Pluralismo religioso y transformaciones sociales

La pluralización del campo religioso latinoamericano sigue reverdeciendo. Los efectos sociales de ese hecho son múltiples y, para entenderlos, es necesario comprender las variadas facetas que conllevan las mutaciones religiosas en sociedades hasta hace no muchas décadas más o menos homogéneas en cuanto a creencias y de religión casi única.

Para dar cuenta del estado de la diversificación religiosa y sus repercusiones socioculturales, se está llevando al cabo esta semana, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, el décimo congreso de la Asociación Latino-americana de Estudios de la Religión (ALER). No es casual que los organizadores hayan elegido la antigua capital chiapaneca para realizar allí sus análisis y deliberaciones. Los Altos de Chiapas son, desde hace buen tiempo, lugar de múltiples transformaciones religiosas. Estas demandan de los investigadores(as) enfoques abiertos, que no reduzcan la riqueza del fenómeno estudiado ni quieran aplicarle recetas generalizadoras a particularidades, que, por su relativa novedad, son un reto a ciertos mecanicismos metodológicos.

Además del acierto en la elección de la sede, cuenta a su favor la reunión de especialistas con el apoyo de varias instituciones académicas: la UNAM, el Centro de Investigaciones y Estudios de Antropología Social-Sureste, la Universidad Autónoma de Chiapas, la Univer-sidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Por su parte, el gobierno del estado, por conducto de la Subsecretaría de Asuntos Religiosos, desde hace meses dio acogida al proyecto que le presentó la directiva de la ALER. Por la dimensión del congreso era necesaria la conjunción de todos estos apoyos.

Las primeras reuniones de la ALER fueron pequeñas y modestas, si las comparamos con la magnitud y el número de trabajos que se están exponiendo en el evento presente. Cuando en 1987 se iniciaron los simposios, parecía una extravagancia dedicarse al tema de la religión y sus efectos en la sociedad. Es necesario recordar que entonces todavía tenía vigencia el Muro de Berlín. Aunque hacia finales de los 80 del siglo XX ya algunos investigadores llamaban la atención sobre la revitalización de lo religioso en el mundo, en México y América Latina en general, los dedicados a estudiar sistemáticamente las creencias religiosas y las conductas de los creyentes eran pocos y los apoyos académicos se les rega-teaban, o de plano tenían que hacer sus trabajos casi por puro amor al arte.

En la sesión de apertura Carolina Rivera Farfán, presidenta de este décimo congreso de la ALER, expuso algunas premisas que, me parece, merecen ser subrayadas por quienes investigamos en el amplio espectro sociorreligioso de América Latina. En primer lugar dijo que los pronósticos acerca de que las sociedades modernas se volverían cada vez más seculares "fallaron de forma contundente".

Este tema es polémico, pero lo cierto es que la secularización no es uniforme ni tiene las mismas características en cualquier lugar y tiempo. En nuestro continente coexisten procesos secularizadores de la vida pública y reavivamientos religiosos de todo tipo. Quizás podríamos hablar, para nuestro contexto, de una secularización sui generis, lo mismo que de una modernidad muy premoderna.

Otra idea expuesta fue la clara tendencia hacia una mayor diversificación religiosa en nuestras tierras y la complejidad de la misma. Considero que lo intrincado de la heterogeneización religiosa, y con ella la disminución del poder simbólico de la Iglesia católica en un cada vez mayor número de ciudadanos, debe mantener alerta a los investigadores para no trasladar explicaciones que son válidas para ciertos grupos y condiciones, pero que muestran limitaciones cuando se les aplican estrictamente a otras religiosidades y sus adherentes.

En lo que respecta a Chiapas, Rivera Farfán estuvo en lo cierto al afirmar que "hace más de 100 años otras propuestas no católicas han tenido presencia y actividad en la vida" del estado. Esto es importante sobre todo cuando se sigue dando como hecho en distintos ámbitos, académicos y periodísticos, que el protestantismo llegó a Chiapas con los traductores y misioneros del Instituto Lingüístico de Verano, quienes arribaron a finales de los años 30 del siglo pasado. Contamos con evidencias contundentes de que el cristianismo evangélico se instaló en distintas partes de la geografía chiapaneca a finales del siglo XIX y principios del XX, entre cuatro y cinco décadas antes de que incursionaran los lingüistas estadunidenses. Por lo tanto, seguir diciendo hoy que el protestantismo hizo su aparición en Chiapas con el Lingüístico de Verano es, ni más ni menos, sostener un mito.

No hay espacio para comentar otros puntos de la intervención de Carolina Rivera, pero vale la pena terminar mi escrito con sus palabras:

A pesar de los avances "... las investigaciones realizadas por muchos de los aquí presentes nos indican que la realidad no es tan simple y que aún hay quienes no logran aceptar al converso, al que ha decidido abandonar el catolicismo (diocesano o el de la 'costumbre') y acoger otra propuesta y su respectiva institucionalidad religiosa, pese a la crítica, a la descalificación e incluso a la marginación de que han sido objeto por los mismos miembros de la familia y la sociedad. Es decir, personas y grupos que se han atrevido a desafiar los riesgos sociales, culturales y simbólicos que entraña el desafío de abandonar una religión y acoger otra".