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México D.F. Jueves 10 de junio de 2004

Angel Guerra Cabrera

Venezuela: va el referendo

Los gobernantes imperialistas suelen subestimar a los pueblos, sus enemigos por excelencia. Irak, donde en lugar de flores y loores los invasores reciben metralla, es un ejemplo palmario, y la luz verde a la ocupación de un Consejo de Seguridad de la ONU subordinado a Bush II no hace más que confirmarlo. En América Latina hay dos ejemplos también evidentes: Cuba y Venezuela. El masivo repudio del pueblo de la isla y el rechazo de muchos cubanos en Estados Unidos a las últimas medidas de Bush II para estrangularla han llevado a Washington a la desesperación, de tal ma-nera que ha acudido a recrudecerlas más allá de lo anunciado. Presiona a los bancos de otros países para que no acepten los dólares de Cuba y ahogar así sus finanzas internacionales, al tiempo que monta una urdimbre burocrática que haga casi imposibles las ya muy restringidas visitas y en-víos de remesas de los cubanos residentes al otro lado del estrecho de Florida. Son patadas de ahogado.

En Venezuela, la oposición dirigida por Estados Unidos ha caído en su propia trampa, y por partida doble. De tanto repetir que Hugo Chávez es un tirano y un enemigo de las instituciones democráticas, terminaron por creérselo. Por eso los ha dejado estupefactos que Chávez aceptara el referendo revocatorio a celebrarse en agosto próximo, una vez que el árbitro electoral lo ordenó, pese a que el mandatario había reiterado que así actuaría. Más estupefactos aún, cuando es conocido por toda Venezuela la forma fraudulenta con que lograron recolectar las firmas para activar la consulta, apoyados adicionalmente por la más colosal campaña de los medios de difusión corporativos de un país contra el orden establecido y contando con la peculiar imparcialidad del secretario general de la OEA, César Gaviria, y del Centro Carter, que han hecho el juego a la oposición en todo momento.

Lo mejor del caso es que los adversarios del presidente venezolano rechazaron te-nazmente en su momento la posibilidad de incluir en el texto constitucional bolivariano la revocación de mandatos mediante consulta popular. Fueron Chávez y sus partidarios quienes lo promovieron y promueven como mecanismo estimulante de la de-mocracia participativa. De modo que la contra se acordó del referendo cuando vio fracasar uno tras otro sus intentos de derrocar al gobierno por vía subversiva: golpe de Estado, huelgas patronales, lock out petrolero, conspiración con militares de derecha. Aunque debe consignarse, recurrió a este expediente sin abandonar el curso desestabilizador, como la reciente infiltración de más de cien paramilitares colombianos con planes que incluían ataques instalaciones militares y el asesinato del presidente.

Aceptar el referendo sin siquiera poner mayores reparos al fraude y en los términos que lo ha hecho, habla meridianamente de la calidad de líder revolucionario que hay en Chávez, de su altura de estadista y de su seriedad en el respeto a las instituciones y a la palabra empeñada. El presidente ha planteado ir a la consulta como una batalla política entre el pueblo y la oligarquía, entre el proyecto antimperialista y de transformación social que encabeza y el plan imperial de Bush. El gobierno venezolano ha realizado una obra social y cultural de gran calado dirigida a quienes nunca recibieron nada del modelo petrolero rentista y cleptocrático, a los que ha dado voz y decisión en los asuntos nacionales. De allí que no haya forma de que Estados Unidos y su quinta columna en Venezuela puedan ganar el re-ferendo, cuando para recoger a duras penas las firmas necesarias tuvieron que valerse de las peores mañas y emplearse a fondo durante meses.

Haciendo gala de su inteligencia táctica y estratégica, Chávez comprende que asumir este reto es una oportunidad extraordinaria para reforzar la unidad y la organización de sus partidarios en la inmensa mayoría de la población; para elevar su conciencia patriótica y revolucionaria. En pocas palabras: para radicalizar el proceso bolivariano. Sabe además, que una vez que la oposición pierda el referendo revocatorio, en el que tendría que superar los votos recibidos por el presidente cuando fue relecto y los votos negativos en la propia consulta, se agota su simulación como fuerza dispuesta a jugar según las reglas del estado de derecho. En ese momento, o acepta el resultado o vuelve a las andadas subversivas, y en-tonces se habrá multiplicado por mil la fuerza moral y política para aplicarle todo el peso de la ley.

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