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México D.F. Martes 8 de junio de 2004

Marco Rascón

La hora nacional

A las 22 horas de cada domingo, en cuanto La hora nacional ingresa en la red de radio de todo el país, automáticamente la calidad de la transmisión decae en más de 70 por ciento. Las poderosas señales de más de 100 mil vatios de potencia regresan a la calidad que tuvieron en los años 30: sin ecualizar, sin estéreo y con voces que se escuchan como provenientes de una caverna. No es un accidente, sino el boicot de la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT), dirigido tanto al gobierno como a la sociedad mexicana, porque, más allá de su contenido, durante una hora se establece lejana constancia de que el espacio herziano es una concesión, propiedad de la nación.

Esto viene sucediendo desde los gobiernos priístas y se mantiene en el panista, pues la CIRT constituye un poder sin freno que se ha erigido cual poder supremo: por encima del poder electoral, el Legislativo, el Judicial y el Ejecutivo.

En este ejemplo de La hora nacional, la CIRT cuenta con la condescendencia de los propios gobiernos, incapaces de exigirle que mantenga la calidad de la transmisión como lleva a cabo normalmente. Ni la Secretaría de Gobernación ni la de Comunicaciones y Transportes ni la misma Presidencia son capaces de detener el boicot contra este espacio público, que para sobrevivir necesariamente debería ser una transmisión en vivo, que no fuera solamente el vocero informativo de lo que hacen el gobierno federal y el del Distrito Federal, sino que expresara el debate de la agenda del país. Pero no sucede así, y la CIRT mantiene sus campañas en favor del interés oligárquico. En la actualidad se dicen "voz de las empresas" que trabajan bajo el "pacto de la honestidad" en contrapunto con el contenido mediático: todo lo que no sean ellos es corrupto.

La CIRT, al igual que ese empresariado parásito, inepto, corrompido, subsidiado, se yerguen como única referencia de honestidad en el país; representan la moral de 10 familias que concentran 95 por ciento del tiempo de transmisión en radio y televisión. Ellos son los propietarios de las encuestas, los que dominan la agenda del escándalo, los que obtuvieron la derogación del impuesto en especie de 12.5 por ciento que les otorgó Fox; son los que exigen en exclusividad nuevas concesiones radiofónicas y televisivas, los que piden silenciar a las radios comunitarias, los representantes de la idiotez nacional, pues ya sólo pueden producir comerciales y el Big Brother; son los dueños de la "libertad de expresión"; son los que imponen resoluciones jurídicas con base en el rating, según se vio en el caso de Paco Stanley; son los que dicen quiénes son buenos y quiénes malos, y todos los políticos les tienen que levantar el teléfono a cualquier hora.

El presupuesto del Instituto Federal Electoral en 2003 fue de más de 13 mil millones de pesos, de los cuales 80 por ciento fueron a parar a Televisa y Tv Azteca en la compra de espacios de los partidos y promoción del voto. Con recursos fiscales de los mexicanos se paga esta caricatura de libertad de expresión que se ha puesto por encima de los poderes públicos y la política. Es la CIRT la gran beneficiaria de esta seudodemocracia, es el garrote mediático que se impone informativamente de acuerdo con sus intereses y es, al mismo tiempo, a la que se otorga más concesiones, como las recientemente anunciadas en estos días que obligan al gobierno federal a lanzarse en contra de las radios comunitarias, a las que considera un enemigo en potencia.

En este Día de la Libertad de Expresión cabe recordar que entre 2005 y 2009 concluyen gran cantidad de concesiones de radio y televisión, por lo que en ese periodo se deberá abrir un amplio debate del papel de los medios electrónicos privados en relación con los grandes problemas nacionales, pues bajo la idea del "esparcimiento" la mayoría de los medios han contribuído como nadie al deterioro educativo del país, al atraso intelectual, a la generación de prejuicios, además de que han sido uno de los obstáculos principales en el desarrollo cultural de México.

La CIRT y los monopolios de radio y televisión son expresión, el brazo ideológico y político, de una oligarquía cerrada y retrógrada. Sustituyeron e invirtieron el esquema del poder en México y ahora todas las instituciones de la república se les doblan y subordinan a los locutores.

Las encuestas y el pago de espacio se convirtieron en el impuesto a la política y los políticos. Han promovido el ruido y el escándalo como sinónimo de "libertad de expresión", así como para manipular a la opinión pública. Son ellos los que se preparan para ser el gran elector en 2006, y por eso hoy por hoy los medios buscan deprimir al país para luego presentar al mesías que vendrá a salvarnos por otros seis años.

El país está sumergido, por la descomposición de su clase política, qué duda cabe, pero también por el papel que han jugado los medios de comunicación electrónica en estos tiempos.

Es la hora nacional para identificarlos y unir a los mexicanos por la verdadera libertad de expresión.

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