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E D I T O R I A L
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México D.F. Domingo 6 de junio de 2004

 


SALDOS DE LA ERA REAGAN

SOL CORNISA 1Después de una década de padecer Alzheimer, falleció a los 93 años el ex presidente estadunidense Ronald Reagan, quien de 1980 a 1988 encabezó un gobierno ultra conservador, caracterizado por una política económica de ajuste fiscal y reformas estructurales, reducción del Estado, privatizaciones y el recorte al gasto público, privilegio al gasto militar, liberalización del comercio y medición del crecimiento a partir de variables macroeconómicas. Estas reformas sentaron las bases del llamado Consenso de Washington, del cual son garantes el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, y que da sustento a la política neoliberal vigente en casi todo el mundo. La efímera prosperidad de la llamada reaganomics hizo agua al final de la década de los 80, cuando el exitoso control de la inflación no pudo ocultar el aumento de la pobreza, el desempleo y un enorme déficit fiscal. Si bien las siguientes administraciones cambiaron el modelo para paliar algunos de esos problemas, lo mantuvieron vigente para el resto del mundo por conducto de los organismos financieros internacionales. La llamada revolución conservadora, encabezada por Reagan y continuada por George Bush padre, se caracterizó también por los escándalos de corrupción en los sectores privado y público, entre los cuales fue emblemático el caso Irán-contras, la venta ilegal de armas a Irán en 1986 para financiar a los paramilitares en Nicaragua contra el gobierno sandinista de Daniel Ortega.

En política exterior, Reagan tuvo como eje central la contención del comunismo, para lo cual destinó mil millones de dólares al gasto militar, el mayor presupuesto para ese rubro en tiempos de paz. En el contexto de la guerra fría, ese gasto fue fundamental para llevar al colapso a la Unión Soviética y financiar las operaciones de contrainsurgencia en diversas partes del mundo, en particular en América Latina, donde ese gobierno estableció una estrecha colaboración con regímenes autoritarios a los que consideró importantes aliados para combatir los movimientos guerrilleros.

En esa línea, el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) diseñaron una estrategia conocida como Guerra de Baja Intensidad, que consistió en el financiamiento y adiestramiento de fuerzas especiales, militares y paramilitares, para reprimir a los opositores y frustrar todo intento de encumbrar gobiernos progresistas. Esta estrategia tuvo un saldo devastador, particularmente en Centroamérica, pues fue combustible de las prolongadas y sanguinarias guerras civiles en Guatemala, El Salvador y Nicaragua. El bloqueo económico que Reagan impuso al gobierno sandinista tuvo graves consecuencias para la población nicaragüense. No fueron menores los efectos de la ofensiva anticomunista en Sudamérica: por mencionar sólo algunos, la dictadura de Pinochet se sostuvo hasta finales de los años 80 con el apoyo de la Casa Blanca, y los movimientos libertarios en otros países de la región fueron brutalmente reprimidos. La Escuela de las Américas jugó un papel fundamental en esta estrategia. No debe olvidarse que los responsables de la guerra sucia en México recibieron entrenamiento en ese lugar.

Así, la administración Reagan marcó una época oscura para América Latina, caracterizada por el intervencionismo de Washington, no sólo en asuntos políticos, sino también en la conducción económica.

Por desgracia, la revolución conservadora del extinto mandatario estadunidense no es cosa del pasado. La persistencia en mantener la agenda neoliberal como el paradigma predominante en el mundo, aun cuando los organismos financieros internacionales reconocen el agotamiento del modelo, así como el regreso a la Casa Blanca del sector de la ultraderecha que Reagan representaba, dan cuenta de que los conservadores están de regreso con una agenda similar a la de los años 80. Y a juzgar por el desempeño de la administración de George W. Bush, se encaminan a dejar saldos similares a los de su predecesor. Por lo pronto, en el ámbito interno, el actual mandatario logró en menos de tres años lo que muy pocos creían posible: convertir en déficit el superávit fiscal que dejó el gobierno de Bill Clinton, por el frenesí de aumentar año tras año el gasto militar. En el escenario mundial, Washington cambió la persecución de comunistas por la de terroristas y con ello justifica intervenciones iguales o más graves que las del reaganismo. El electorado estadunidense sacó de la presidencia a la ultraderecha, tras 12 años de gobiernos de ese signo: hoy están de nuevo ante la posibilidad de dar un giro a la conducción de su país.
 

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