La etnia maká de Paraguay fue la más celebrada y solicitada por sus cantos y bailes

Danzas maoríes, en la isla de Orabá, rubricaron el Encuentro Yoreme

Con tan sólo unas sonajas, indígenas kumeyaay ofrecieron leyendas y mitos, en Culiacán

CARLOS PAUL ENVIADO

Culiacan, Sin., 31 de mayo. Con una muestra de las danzas más representativas de la cultura maorí, de Nueva Zelanda, el grupo Kahurangi, cuyos integrantes son graduados de la escuela Te Wananga Whare Tapere, se clausuró la noche del domingo en la isla de Orabá, la versión seis del Encuentro Yoreme.

Aunque para algunos de los asistentes tal representación artística ''es más un entretenimiento, un poco ligth sobre las danzas tradicionales maoríes", la mayoría del público conformado por familias, rió y aplaudió con el repertorio que ofreció dicha agrupación.

En lo que fue la primera parte del espectáculo, tres de los robustos interpretes invitaron a igual número de jóvenes a subir al escenario, para que intentaran imitar los movimientos, gestos, gritos y fuerza de un guerrero maorí, lo que provocó sonrisas y aplausos.

En la segunda parte, siempre sonrientes, la singular gracia y redondeces de las tres mujeres de la compañía, junto con sus compañeros ofrecieron distintos cantos y danzas que se distinguen por el balanceo de las caderas, el armonioso movimiento de manos y brazos, alternados con golpes en los muslos, en el caso de los varones.

En esta versión destacó la participación de los maká, que de las 17 etnias de Paraguay es la más pequeña, sin embargo en numerosas ocasiones ha representado a toda la población indígena de ese país, en el mundo.

Sus ancestrales cantos, danzas y artesanías fueron de las más celebradas y solicitadas.

Exhibiciones del Ulama

Otro de los grupos de origen indígena, invitados permanentes al encuentro, fueron los rarámuris, aunque sus danzas el Tutuguri y el Yúmari sólo se pudieron apreciar en los municipios de Guamúchil, Sinaloa de Leyva y El Fuerte.

Jon Meza Cuero y Stanley Rodríguez, indígenas kumeyaay, comunidad ubicada en California, Estados Unidos, con tan sólo unas sonajas, ofrecieron algunas de sus leyendas y mitos hechos canto. Desde la historia de por qué el Sol y la Luna no se pudieron casar, hasta la leyenda de El Conejo.

Inspirados en la tradición japonesa, el grupo San José Taiko, fundado en 1973 y radicado en Estados Unidos, cautivó a los asistentes al encuentro.

El potente y vibrante sonido de ocho tambores taiko y la fuerza, habilidad y condición física de sus intérpretes se conjugaron durante más de una hora ininterrumpida, ''para alejar a los demonios, alejar las plagas de los campos, aterrorizar a los enemigos y orar por una buena cosecha y la lluvia".

Como es ya costumbre en cada encuentro, mujeres yoremes de Sinaloa cocinaron su guakabaque (cocido de res y verduras) el cual servían, en un claro de la isla de Orabá, a cualquier persona que así lo pidiera; y se realizaron distintos juegos de exhibición del Ulama, juego de pelota autóctono ''rodeado de simbolismos que los hacen convertirse de simple pasatiempo en actividad ritual con tintes políticos y religiosos".

En esta ocasión las exhibiciones se centraron en las modalidades de cadera, antebrazo y mazo.

En el contexto académico, Arturo Chamorro ofreció la conferencia La herencia africana en la música de las costas y las tierras calientes. El especialista destacó cómo ese legado se refleja con mayor énfasis en la tradición del son jarocho y el son planeco, así como en la marimba.

El investigador italiano Angelo Pantaleón dictó la conferencia Influencia de los gitanos en la música mediterránea y el etnomusicólogo Carlos Ruiz Rodríguez tituló su ponencia La presencia de la música africana en México.

Las actividades estuvieron enmarcadas por la venta de artesanías como tejidos en tela, talla en madera, alfarería, tejido de palma, herrería artesanal, muebles hechos de palma y madera, talabartería, cerámica y dulces de cacahuate.