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México D.F. Martes 1 de junio de 2004

Luis Hernández Navarro

Los jaramillistas

Rubén Jaramillo se levantó tres veces en armas y en tres ocasiones regresó a la vida civil. Durante 42 años combinó diversas formas de lucha: la organización de productores rurales, la formación de un partido político, la participación electoral y, cuando el acoso gubernamental no le dejaba otro remedio, la guerrilla de autodefensa.

Pastor protestante, ex capitán del Ejército Libertador del Sur, organizador agrario, candidato a la gubernatura de Morelos, presidente del primer consejo de administración del Ingenio de Zacatepec, fundador del Partido Agrario Obrero Morelense, Jaramillo fue asesinado, junto con su esposa Epifania Zúñiga y sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo, por el gobierno de Adolfo López Mateos, el 23 de mayo de 1962.

La muerte de su líder no aniquiló al jaramillismo como corriente activa en el estado de Morelos. En pueblos y comunidades rurales el ideario del Plan de Cerro Prieto, elaborado en 1943, cuando Jaramillo estaba enmontañado, se mantuvo vivo. Diez años después de su asesinato, parte de sus seguidores, que se habían asociado con proyectos políticos de la izquierda radical, apoyaron de diversas maneras la lucha del Partido de los Pobres de Lucio Cabañas.

El pasado 23 de mayo, 42 aniversario del homicidio de Rubén Jaramillo y su familia, estallaron tres artefactos explosivos en sucursales bancarias en la Ciudad Industrial del Valle de Cuernavaca. El ataque fue reivindicado por el Comando Jaramillista Morelense 23 de Mayo (CJM-23 de Mayo), que exigió la salida del gobernador del estado, Sergio Estrada Cajigal. Diversas voces cuestionaron la autenticidad del grupo. Otras fueron aún más lejos al señalar que podría tratarse de una provocación del gobierno del estado.

Sin embargo, la información disponible indica que el CJM-23 de Mayo no es un instrumento del Estado para desviar la lucha popular por la remoción de Estrada Cajigal, sino una organización genuina. Sus acciones son un síntoma de lo que vive y piensa una parte del México del sótano. Su operativo es una acción clásica de propaganda armada que cumplió un objetivo: divulgar la existencia del comando y su ideario. Una iniciativa ejecutada en un momento de profunda descomposición política en Morelos y en el resto del país, precedida por la realización de pintas que dieron cuenta de la existencia del grupo en distintas pueblos de Morelos.

El que no se conociera previamente de la existencia de esta organización es normal. Toda fuerza clandestina oculta su presencia ante la opinión pública en tanto se siente con fuerza suficiente para apelar a ella.

El hecho de que asesores y dirigentes campesinos pertenecientes al jaramillismo histórico se hayan deslindado del comando es natural. Han sufrido por décadas una persecución que no quieren padecer nuevamente. Están comprometidos con proyectos de transformación social pacíficos. Pero ello no implica que el grupo no sea parte de esa corriente política. No hay patentes ni "verdaderos" ni "falsos" jaramillistas.

La presencia de organizaciones armadas en Morelos no es novedad. En 1974 hubo allí una escuela de cuadros de varias organizaciones guerrilleras. Allí floreció el Partido Proletario Unido de América, que luego trasladó su territorio de operación a Playa Vicente, Oaxaca. En fechas más recientes han hecho acto de presencia pública el EPR y las FARP.

En su comunicado el CJM-23 de Mayo acusó a las administraciones federal y local de tener vínculos con la industria del narcotráfico. La convicción de que existe estrecha relación entre Estrada Cajigal y el comercio de estupefacientes es una idea-fuerza del poderoso movimiento cívico morelense que exige la destitución del gobernador. Sustraerse de esta imputación condenaría al comando al aislamiento. Por lo demás, la condena al narcotráfico es parte del programa de acción de diversos grupos armados. El EZLN es uno de ellos.

El que el documento del CJM-23 de Mayo esté redactado en un español culto no es prueba de que su lenguaje no sea el de una guerrilla. Es cierto que en los grupos radicales es común encontrar un lenguaje panfletario y una riña con la sintaxis, pero todo el siglo XIX mexicano está lleno de revueltas campesinas y manifiestos políticos redactados correctamente. La pluma que escribió el comunicado jaramillista retoma esa tradición, al igual que lo han hecho otras organizaciones armadas. Lo hace, además, con capacidad notable para comunicar su ideario y su propuesta.

No hay nada en el comunicado que indique que el grupo no tenga composición agraria o popular. Por el contrario, su propuesta expresa la visión de un núcleo vinculado con el trabajo de organización de sectores subalternos, dotado de una reflexión original sobre la transformación política.

Los bombazos de Morelos son un síntoma de la percepción existente en una parte de la izquierda radical sobre la situación política del país y las vías de acción. El apoyo del gobierno federal a Estrada Cajigal, la cancelación de las opciones electorales populares que anuncia el complot contra Andrés Manuel López Obrador, el desencanto con un PRD carcomido por la corrupción y los pleitos internos, el agotamiento de las expectativas de transformación política basada exclusivamente en la lucha legal, y el malestar profundo con las condiciones vida del México de abajo, son hechos que alimentan el horizonte de cada vez más grupos opositores.

Con el tiempo se verá si el CJM-23 de Mayo es un grupo consistente organizativa y políticamente o si es flor de un día. Mientras tanto sería muy preocupante menospreciar el enérgico llamado de atención que su mera existencia representa.

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