México D.F. Miércoles 5 de mayo de 2004
Arnoldo Kraus
Hipocondría: algunas notas
Los certificados de defunción son muy estrictos. Cada vez que anoto que la causa de muerte
fue hipocondría, me veo en problemas muy serios, incluso si escribo
que el caso fue particularmente difícil ya que el paciente
sufrió 舠un ataque agudo, irreversible, atípico,
generalizado e incontrolable de hipocondría舡. Confieso que la
última vez que llené un certificado de defunción con
ese diagnóstico me amenazaron con retirarme el título. Algo
similar sucedió con el forense: me aseguró que en sus
archivos no hay ningún caso que confirme decesos por
hipocondría, a pesar de que en la ropa de algunos enfermos se hayan
encontrado notas que dijesen: 舠¡no que no, cabrones!舡
Para la ciencia no hay dobles lenguajes: no es
válido fenecer por hipocondría.
En cambio, para quien la padece y para algunos médicos, la hipocondría es un problema real y frecuente. Para
muchos es indispensable para vivir, para no morir o para que los allegados
recuerden 舠con mucha frecuencia舡 a quien la padece. Recuerdo a
un paciente que cada mañana repasaba su agenda de males y penurias,
así como su lista de amigos, con los que solía
compartir sus cuitas, con tal de no repetir los síntomas y no
hastiar a sus allegados. El hecho es que los hipocondriacos existen y que
la ciencia médica 舑incluso en la era de la
clonación舑 no es capaz de penetrar el alma de esos enfermos.
Los hipocondriacos son todo, menos aburridos. Pueden
agotar a quien escucha, exasperar a los médicos, enojar a los seres
con quienes se convive, irritar a quien los aconseja por ser aparentemente
sordos, así como dañar la economía de los seres
queridos por la cantidad de exámenes y medicamentos que consumen.
Son también dueños de una gran imaginación y de una
mirada interna 舠especial舡 que los impele a construir un mundo
propio e impensable. ¿Cuántos no aseguran que por la noche
les crece la cabeza?, ¿cuántos no están convencidos de
que un ojo es más grande que el otro o que 舠ahora sí
tengo cáncer de estómago舡?
Asimismo confrontan a los médicos, cuya
obligación es definir si lo que reporta el afectado es real
舑es decir, que se pueda comprobar por medio de exámenes o de
la exploración舑 o irreal 舑esto es, concluir que el
interesado no tiene nada que se pueda verificar, aunque luego sea menester
rezar, con tal de no encontrar al día siguiente una esquela en el
periódico de su paciente hipocondriaco.
La hipocondría ha existido siempre:
nació con el ser humano. Es probable que en la actualidad el
discurso de quien la padece sea más complejo y menos poético
que antaño, lo que obliga a los galenos a ser más acuciosos
en el diagnóstico, sobre todo por las famosas demandas legales. Los
versos de Fernando Pessoa 舑舠el poeta es un fingidor./ Finge tan
completamente/ que hasta finge que es dolor/ el dolor que en verdad
siente/舡舑 describen los dolores de enfermos del siglo pasado,
pero no los dolores de los hipocondriacos modernos.
Estudios recientes demuestran que los hipocondriacos
representan entre 5-9 por ciento de la consulta y consumen entre 10-20 por
ciento de los recursos médicos. El problema es doble: estudiarlos es
caro y convencerlos de que sus síntomas no desembocarán en
alguna enfermedad seria es complejo. La mayoría son 舠grandes
consumidores舡 de información médica, sea vía
Internet o por medio de libros que suelen adquirir o por ser asiduos
visitantes a los consultorios médicos. Esa
舠información舡, la mayoría de las veces
舠mala información舡, aunada a la frecuente opinión
contradictoria de los doctores, complica mucho el manejo de estas personas.
Uno de los peores errores que cometen familiares,
amigos o médicos, es decir al afectado que es hipocondriaco: la sola
mención del término rompe confianza y trastorna las
relaciones interpersonales. Los expertos sugieren sustituir la palabra
hipocondría por la de ansiedad por la salud.
El punto central 舑y el más
difícil舑 radica en que el enfermo está convencido de
que todo lo que tiene es físico, mientras que los médicos
consideran que todo es sicológico. Los hipocondriacos 舠sienten
lo que sienten舡 porque perciben las molestias o los dolores con mayor
intensidad que el resto de la población. A pesar de que la
razón de esta 舠hipersensibilidad舡 se desconoce, la
obligación de los doctores es entender este lenguaje y dar lugar a
los síntomas que sufre el afectado, tratando de desglosar su
narrativa. Quizás también los forenses, los
científicos clonadores, los empleados de las funerarias y quienes elaboran los
certificados de defunción deberían modificar sus
políticas y aceptar que algunas personas fallecen por tanta
hipocondría acumulada.
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