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México D.F. Lunes 5 de abril de 2004

Bárbara Jacobs

Hombre incivil

"Lo vi recoger la carta. Bastó con que me hubiera equivocado de número para que la recibiera el destinatario al que no le correspondía. ƑSe atrevería a leerla, así, sentado en un sillón con vista a la calle? Yo llegué apenas un minuto después del cartero; no alcancé a reparar mi error. Mi misiva ya estaba siendo leída, y yo ya había quedado expuesta. Siempre hago copias de cuanto escribo; pero de esta carta no lo hice. ƑPor qué? Siempre anoto el remitente: salvo en esta ocasión. ƑPor qué?

Estaba dirigida a mi esposo. Me había separado de él meses atrás y, días antes de la fecha de la carta en cuestión, él había secuestrado a nuestro primer y, en aquel momento, único hijo. Grité y me jalé el pelo; corrí detrás del vehículo en que se alejaban de mí y me abandonaban. ƑQué era peor? ƑHaberme separado; haber regresado a la casa paterna; quedarme sin mi hijo; presenciar un acto de violencia y ser impotente ante él?

Todas estas preguntas giraban en mi cabeza y no encontraban, en mí, ninguna respuesta. Mamá repudiaba incluso que me hubiera casado con quien me casé;

Por su parte, papá, más Ƒrealista?, sufría sólo por la pérdida de su nieto, en aquel momento, asimismo el único. Bueno, tal vez se solidarizaba con mi dolor de madre; pero ni la separación ni, tampoco, el acto de violencia que él de igual modo había presenciado, le tocaban el corazón de una forma que no fuera apenas natural. Papá de hecho agradecía que nosotros, mi hijo y yo, viviéramos en mi recámara de soltera, en mi caso, que hubiera regresado a ella. Él era muy tierno, y se pasaba las tardes jugando con el bebé, le hacía muecas y los dos reían mucho. A mamá le molestó mi regreso. Era evidente por cómo azotaba las puertas y por cómo, de buenas a primeras, se volvió vegetariana y, poquito después, "frutera", o como fuere que se les llame a las personas que se empeñan en no comer nada más que fruta. Adelgazó considerablemente, cosa que hizo resaltar, no sé por qué, el disgusto visible de forma destacada en sus labios, apretados como si quisieran retener un torrentoso discurso contra mí, contra el matrimonio en general y el mío (Ƒel mío?) en particular.

Después de varios días de llanto de mi parte, y de que adelgazara casi tanto como mamá, por más que comiera cuanto papá me obligaba a comer, la cocinera se enteró, a través de una comadre suya, del paradero de mi esposo con mi hijo. En un rasgo de ingenio, más que de inteligencia; en un rasgo, tal vez, de imprudencia, del mismo modo que yo, pero inexplicable en él, él había retornado a su casa paterna, el último lugar en el que a mí se me habría ocurrido buscarlos. Mi esposo se casó conmigo para huir de sus padres, un par de alcohólicos que era una pena ver. Reñían continuamente; es decir, bebían sin detenerse, para reñir a gusto y justificados. ƑPor qué regresó mi esposo, con nuestro hijo, al infierno del que había logrado salvarse? ƑO se había salvado de él? ƑLo consideraba infierno, o la mejor escuela para la vida?

Lo cierto es que, en cuanto supe en dónde se encontraban, y me recuperé lo suficiente para tener la mente clara, decidí escribirle a mi esposo para, en pocas palabras, disponerme a seguir con él, existiera amor o no entre nosotros, con tal de volver a estar con nuestro hijo. La carta, así procuré, era breve, en un tono neutro, para no dar idea de desesperación; pero se trataba de una carta firme y, para cualquiera que tuviera dos centímetros de frente, sensata. Sin embargo, bastó con que me equivocara de número para que mi proyecto se hubiera venido abajo. Ahí, ante mí, estaba el hombre desconocido, detrás de la ventana, leyendo una carta que no estaba dirigida a él. ƑCómo se atrevía?

De niña, lo único que se me grabó de las clases de "civismo" fue que, si uno se topaba con una carta no destinada a él, debía hacer lo imposible por regresarla a su dueño. En una ocasión yo había sido "civil" y me había sentido muy orgullosa de mí misma: al encontrar en la calle una licencia de conductor, la metí en un sobre, lo rotulé al dueño que la extravió y se la mandé por correo, con indicación al cartero de que el envío contenía un documento importante, cuya entrega debía ser, por lo tanto, urgente.

Usted me pide una relación de los hechos, y hasta ahora puedo estar segura de que el contexto en el que se dieron le ha quedado claro. Soy mayor de edad; pero, sobre todo, soy madre. šY quería mecer una vez más a mi hijo en brazos! Quería oírlo, sentirlo, verlo crecer. ƑEstaba loca? No me parece. Lo que sí me pareció de locos fue que el vecino de mi suegro, que sin duda conocía a mi esposo y su familia, hubiera leído y gozado una carta que, para empezar, no era para él y, aparte, no pretendía hacer morir de risa a nadie. ƑDe qué se reía el hijo de puta?

ƑQuién o qué fuerza cosmológica puso al lado de mi pie derecho, paralelo a él, un ladrillo? ƑEstaba ahí cuando llegué a la casa traidora y no reparé en él, o efectivamente alguien o algo lo colocó ahí una vez que me apersoné? El acto, Ƒfue expreso? La cosa es que seguí un impulso, más que lógico para mí, y, de un solo movimiento, agarré, alcé y arrojé el ladrillo contra el vidrio de la ventana detrás de la cual un ciudadano incivil leía mi carta. Si usted me pregunta, ahora que han pasado unas horas de los acontecimientos, mi intención, puede estar seguro, que no era la de matar al hombre aquél. Pero, si usted también me pregunta, puedo asimismo asegurarle que no me arrepiento de haberlo hecho."

Si les extrañan las líneas que anteceden, que encontré debajo de mi puerta, dos paginitas escritas con una caligrafía muy cuidada y muy femenina y, en especial, con un contenido interesante, que se presta a reflexiones más que verdaderas; y si les extraña que me pareciera que mi papel era exponer el caso ante ustedes, lectores, para que jugaran a juzgar si la joven asesina merecía la cárcel, si la pena debía de ser la de una cadena perpetua, o, por otra parte, si lo que la sociedad, a través de sus instituciones, lo que debía otorgarle era el perdón, más extraño les parecerá que les refiera el final de la historia, que, aunque tuvo lugar hace tiempo, llegué a conocer precisamente por ser poco ordinaria y menos que inesperada.

La pareja volvió a reunirse y llegaron a tener nueve hijos, entre ellos, unos gemelos. Mis únicas preguntas son, si el primogénito recuerda sus días de secuestro, Ƒqué efecto habrán tenido o tendrán en él? Si los hijos se enteraron o se enteran del destino del ladrillo y su desenlace, Ƒqué efecto habrá tenido o tendrá en ellos semejante hecho, a lo largo de su vida en un mundo civilizado?

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