APRENDER A MORIR

Hernán González G.

Redentores y redimibles

"NADIE SABE PARA quien se deja crucificar. La paradoja del sacrificio infructuoso de Jesús la constituyen 2 mil años de cristianismo institucional, tan incongruente e impositivo en sus dogmas como ineficaz en sus afanes liberadores, tal vez porque aquel judío soliviantador y despreocupado jamás afirmó lo que sus exégetas le hacen decir", escribió Edmundo Vidal en sus Apuntes del pasmado.

EN TODO CASO, es materia de fe antes que de burocracias religiosas aceptar o rechazar que Cristo murió voluntariamente en la cruz para redimir a la humanidad de sus pecados. Que su mensaje espiritual haya sido utilizado por sus presuntos representantes para reforzar posiciones de poder terrenal, no invalida su influencia en esa humanidad por siempre redimible.

ASI, VIDA PUBLICA, doctrina y personalidad de Cristo sirven, hace 2 mil años, no sólo a la manipulación de las conciencias y al fortalecimiento y consuelo de los espíritus, sino también como inspiración en las manifestaciones del arte, incluido el cine que, al igual que la escultura y la pintura, no atina a desprenderse -con excepción de Pasolini- de la cursilería y la sanguinolencia demagoga.

DEL PINTOR GRÜNEWALD al realizador Gibson, pasando por los afligidos y llagados Cristos de pasta de caña de maíz diseminados por los pueblos del "nuevo" continente, con alcancía junto, el suplicio padecido por ese mesías es sistemáticamente descontextualizado en aras de la catequesis, el arrepentimiento y las utilidades extrarreligiosas.

IMAGINAR HOY A un don nadie gritando públicamente en su cara a los jerarcas de cualquier religión "raza de víboras" o "sepulcros blanqueados", exhibir sus incongruencias, amenazar sus posiciones de poder e inducir a los piadosos a descreer de esas falsedades, necesariamente acarrea para ese don nadie la muerte o la cárcel con su respectiva golpiza.

BARBILINDO, IMPASIBLE HASTA la inexpresividad y despojado de cualquier asomo de naturaleza humana, el Cristo de la película de Gibson se suma, superándolos, a la larga fila de nazarenos despellejados y estoicos a los que hay que compadecer y admirar, no a cristos cotidianos y desconocidos a los cuales imitar por su congruente testimonio vital.

DE AHI LA dimensión artística, cinematográfica y humana de la espléndida película de Fernando Pérez, Suite Habana, emotiva sucesión de cristos anónimos, dignificados por la cámara y por su actitud ante una existencia no por incomprensible menos vivible en términos de la propia dignidad e imaginativo desafío.

EXHIBIDA APENAS EN una o dos salas, pues en México distribuir las toneladas de basura cinematográfica gringa se volvió política cultural, Suite Habana es antítesis de las formas bonitas a partir de una ciudad ruinosa -gracias al aislamiento económico impuesto- pero embellecida por los rostros, la solidaridad y la ternura de seres humanos vivos, amorosos y pensantes.

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