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México D.F. Lunes 5 de enero de 2004

Molly Ivins

De imperios y bomberos

Austin. La tarjeta de felicitación del vicepresidente Cheney de este fin de año no sólo ofrecía los mejores deseos para la temporada, sino también llevaba la siguiente cita de Benjamin Franklin en la Convención Constituyente: "Y si una golondrina no puede volar sin que Dios lo sepa, ¿será probable que un imperio pueda construirse sin su ayuda?" He allí un buen tema de reflexión.

Interpretar lo que el Señor tiene en mente al hacer tal o cual cosa siempre ha sido un riesgoso pasatiempo. Hace diez años tuvimos uno de esos brotes en los que montones de personas hacían ridiculeces y después salían con que el Señor se las ordenaba. Fue ese verano en el que los 20 miembros de una familia en Floydada, Texas, se desnudaron, se apretujaron en un GTO (cinco niños en la cajuela) y viajaron a Vinton, Luisiana, donde se estrellaron contra un árbol. Los policías del poblado se quedaron estupefactos de ver salir 20 encuerados del coche. La familia dijo que actuó así por orden del Señor. Ocurrieron tantas cosas por el estilo, que elaboré la teoría de que un Dios impostor andaba suelto.

No digo que Cheney o Franklin hayan oído las palabras de un Dios impostor, pero sólo para empezar con este asunto del imperio, recordemos que fue el imperio romano el que crucificó a Jesús. Luego tenemos al imperio turco, no demasiado refinado. Los mogoles, lo mismo. El imperio azteca, tan liberal en lo referente a sacrificios humanos. En cuanto a los imperios coloniales -españoles, franceses, holandeses, británicos, portugueses-, todos contendieron por el título del Peor de Todos los Tiempos, pero creo que la corona pertenece probablemente al imperio belga del rey Leopoldo, al cual se atribuye la matanza de 10 millones de africanos cuando el Congo era la plantación privada de ese soberano.

Claro, en Estados Unidos nos gusta creer que nuestro país es la excepción de la historia, vernos como la ciudad resplandeciente en la colina, un faro que guía al mundo entero y -según dice en esa estatua que nos donaron nuestros amigos los franceses- como unos brazos abiertos a todos los que en el mundo sufren por hambre, pobreza o cansancio. Naturalmente preferiríamos olvidar que esta nación se fundó sobre el genocidio y la esclavitud, pero tenemos entre nosotros muchos tipejos ceñudos y molestos que se pasan trayendo el tema a colación, en especial cuando nos viene uno de esos accesos de triunfalismo estadunidense.

Todo lo que digo es que no estoy tan segura de las intenciones del Señor en relación con un imperio. No es más que un deseo de fin de año llevado a ustedes por cortesía del vicepresidente y yo.

Mi favorita entre las tarjetas de Navidad que recibí este fin de año dice: "Le deseamos Feliz Navidad" tres veces en el frente. En el interior añade: "Y un Feliz Año Nuevo... o no... dependiendo de lo que los gnomos le traigan en Navidad. Después de todo, le deseamos feliz Navidad tres veces. Sólo Santa Claus hace eso por gusto".

Este fin de año no tuvimos, que yo sepa, una buena disputa por un nacimiento. Normalmente podemos contar con una sabrosa controversia de éstas para contribuir al humor alegre y festivo de la temporada. Ocurre cuando algún ciudadano o funcionario público que sufre de un exceso de Buena Voluntad hacia Todos los Hombres coloca un símbolo religioso, por lo regular un nacimiento, en alguna propiedad pública. Entonces la Unión Estadunidense por las Libertades Civiles o alguna otra persona o entidad entabla una demanda, y todo el mundo se enoja con todo el mundo, con lo cual queda un poco menos de Paz en la Tierra. Como observó alguna vez la ex gobernadora de Texas, Ann Richards, cuando alguien puso una estrella de Belén en la punta del capitolio del estado: "Ay, no me gustaría que la quitaran. Podría ser la única oportunidad que tengamos de que lleguen tres sabios a ese edificio" (*).

Mi visitante navideño favorito fue el jefe del departamento de bomberos voluntarios de Pojoaque, Nuevo México. Me encanta escuchar relatos verdaderos de ese departamento (entre mis favoritos está el de aquella vez que un almacén de alimentos se incendió y todas las palomitas de maíz se abrieron). El jefe señala que cada vez más personas llaman no porque tengan un incendio, o ni siquiera porque un mapache se les haya metido en la casa, sino por alguna enfermedad. Los camiones de bomberos cuentan con paramédicos que pueden atender cualquier emergencia de rutina (si se puede hablar de tal cosa), como un coma diabético o aplicar una inyección ordinaria. Luego el enfermo rehúsa que los bomberos llamen una ambulancia porque la sala de emergencias cuesta dinero, mientras que los bomberos no cobran. En consecuencia, los departamentos de bomberos en todo el país se están convirtiendo en la vanguardia de un sistema médico cada vez más deteriorado.

Así que si alguna mujer sin hogar tuvo en Nochebuena un niño en un establo de Pojoaque, lo más seguro es que no hayan llegado al lugar ni ovejas ni sabios, sino bomberos voluntarios. Lo cual me alegra mucho, porque creo que los bomberos voluntarios en todas partes son un equipo maravilloso. Feliz Año Nuevo a todos ellos.

(*) En la tradición anglosajona, a los Tres Reyes Magos se les conoce como los Tres Sabios. (N. T.)

© 2003 Creators Syndicate Inc.

Traducción: Jorge Anaya 

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