Iván Restrepo

Piratería y pesca irracional

Comienza el año con una noticia nada alentadora. Según reporte reciente de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, mejor conocida como FAO, los últimos años aumentó la pesca ilegal e indocumentada en los mares de todo el planeta que viola los reglamentos establecidos para cuidar los recursos marinos. El resultado más visible es la reducción del volumen de la captura y la población de peces.

La situación es grave y peligrosa en términos globales porque cerca de 75 por ciento de los recursos pesqueros del mundo se explotan a toda su capacidad. En algunas zonas se sobrexplotan y en otras se han agotado porque no se tomaron oportunamente medidas en pro de la utilización racional. En ocasiones la captura de peces de valor comercial está tres veces arriba de lo recomendado.

Muy buena parte de lo malo que ocurre en los mares de Asia, del norte de Europa, Africa y América Latina en el campo pesquero corre por cuenta de barcos con bandera de conveniencia. Se llama así a miles de embarcaciones que con la insignia de un pequeño país, como Liberia o Monrovia, surcan los mares para acabar con la anchoveta, el atún, la sardina, el pulpo, el tiburón, entre otros. Esos barcos pertenecen a grupos comerciales trasnacionales y su tripulación no observa las normas locales ni internacionales sobre pesca responsable. Un ejemplo lo da Japón, el moderno pirata de los mares.

Dadas las múltiples irregularidades, hace dos años se logró la firma del Plan de Acción Internacional para prevenir, desalentar y eliminar la pesca ilegal. Aunque fue suscrito por 110 países, apenas 40 lo están poniendo en práctica, entre ellos México. Los demás alegan falta de recursos para hacerlo efectivo. En dos años los frutos obtenidos parecen no ser alentadores si nos atenemos al informe de la FAO sobre los graves daños que está causando por doquier la pesca depredadora.

En México también tenemos problemas debido a la pésima administración de los recursos existentes en nuestros océanos, ríos y lagos. Cada sexenio se promete, por ejemplo, utilizar más racionalmente la enorme riqueza que tenemos en el mar continental, en los 10 mil kilómetros de costa. Estamos hablando de 2 mil 500 especies diferentes de peces y de casi 300 mil personas que viven directamente de su captura, lo mismo en el Pacífico que en el Golfo y el Caribe, así como en los cuerpos de agua interiores. Hablamos de una actividad que exporta camarón, atún y pulpo, por ejemplo. Sin embargo, la pesca apenas representa uno por ciento del producto interno del país: hay sobrexplotación, demasiados barcos y pésima organización. En resumen, no se cuida, como debería, una riqueza indispensable para alimentarnos mejor, crear empleos y obtener divisas. No en balde el consumo nacional de pescado per cápita en México es de los más bajos entre los países que cuentan con mar territorial. Y ni hablar de los auténticos pescadores, cuyos niveles de vida no son nada alentadores. Una pequeña muestra: la captura de pulpo en la península de Yucatán, que finalizó recientemente, será 20 por ciento menor que la de 2002. La causa: sobrexplotación del recurso y mala planeación.

Y el pulpo no es la única especie con problemas: el mero, los tiburones, la langosta, el caracol o el pescado blanco, en el lago de Pátzcuaro, por citar algunos ejemplos, tienen su propia problemática. El camarón es otra especie que entre sus avatares debe enfrentar la competencia de varios países (Tailandia, Vietnam, China, Indonesia, Ecuador) que lo venden en México y el resto del mundo mucho más barato.

No hace falta la presencia de piratas internacionales para dar al traste con la pesca nacional: la falta de programas oficiales adecuados, integrales, diseñados por quienes conocen el tema y en beneficio de las mayorías basta y sobra para diezmar los recursos marinos y de agua dulce para poner algunas especies a punto de la extinción. O la obra pública y privada, que destruye ecosistemas únicos por su biodiversidad, así como manglares y tulares, a pesar del papel que cumplen en la franja costera.

En realidad gobierna el arte de hacer lo contrario a lo que dicta el sentido común: la racionalidad social y económica.