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México D.F. Martes 30 de diciembre de 2003

El mandatario sudafricano Thabo Mbeki, de los pocos que han confirmado asistencia

Haití prepara festejos de la independencia entre fuertes protestas contra Aristide

Un buque de guerra anclado en Puerto Príncipe desata rumores sobre posible represión a opositores

BLANCHE PETRICH

El buque de guerra Drakensberg, de la armada de Sudáfrica, está anclado en los muelles de Puerto Príncipe desde la Nochebuena y en la capital haitiana circulan todo tipo de rumores sobre su misión. Los adversarios del presidente Jean Bertrand Aristide, que en la semana de Navidad aceleraron el ritmo de sus acciones de protesta, temen que entre los hombres de la tripulación se encuentren unidades antimotines que entren en acción en algún momento para apoyar a la policía haitiana a sofocar las protestas.

Los leales al presidente, sostenido en el gobierno por la embajada estadunidense, la conferencia episcopal y su partido, Familia Lavalás, cada vez más lumpenizado, aseguran que en el barco hay miles de dólares que el gobierno de Johannesburgo donará al país.

pap01-140005-pihPero el diario sudafricano The Cape Times informa que el Drakensberg se trasladó a aguas haitianas por razones de seguridad del presidente sudafricano Thabo Mbeki, quien se encuentra de gira por el Caribe y ha confirmado que asistirá en Puerto Príncipe a las festividades del bicentenario de la república haitiana este primero de enero, como un gesto simbólico de la más joven república negra hacia la primera nación fundada por negros en el mundo, en el siglo 18.

A juzgar por las caricaturas de los diarios en Johannesburgo y Pretoria, la visita de Mbeki a Haití, en estos momentos de sublevación popular contra el presidente Aristide, no es vista con muy buenos ojos. Un Aristide infantilizado es dibujado en pleno berrinche negándose a "bajarse" del poder, en el diario Globe and Mail.

Hasta la fecha, Mbeki es de los pocos jefes de Estado que han confirmado la visita a Haití. Los constantes choques entre opositores y la policía haitiana y la notable descomposición del gobierno de Puerto Príncipe, criticado por los organismos internacionales de derechos humanos por las constantes violaciones que se registran en el país, han hecho desistir a varios posibles visitantes. Es el caso de los jefes de Estado de la Comunidad Caribeña de Naciones (Caricom), cuyos integrantes anunciaron en días recientes que no asistirán a las fiestas del bicentenario.

¿Hay algo que celebrar?

A dos siglos de distancia, la gesta del esclavo libertador Toussaint L'Ouverture -nieto de reyes africanos- y sus sucesores, Jean-Jaques Dessalinnes y Alexandre Petion, es motivo de polémica entre los historiadores. Algunos consideran al padre de la constitución haitiana como un perdedor, ya que después de haber derrotado al ejército de Napoleón Bonaparte en la isla de Santo Domingo, nunca vio realizado su sueño de una nación libre, a pesar de haber diseñado la Carta Magna más avanzada de su época. Incluso instaurada la república bajo preceptos antiesclavistas visionarios y progresistas, la nueva nación negra se vio forzada a firmar compromisos económicos con Francia que al cabo de un cuarto de siglo devolvieron al país a una condición colonial y esclavizada.

Otras visiones reivindican la gesta de los independentistas haitianos, que brindaron aliento y apoyo a otros emancipadores del siglo 18, entre ellos al vasco Francisco Javier Mina y a Simón Bolívar, como el detonante que permitió otras declaraciones de abolición de la esclavitud en el resto del mundo.

"L'Ouverture fue un genio político que concibió un modelo de país que no correspondía ni con su tiempo ni con la sociedad de entonces. Entendió que la naciente república no podía romper de la noche a la mañana con el poder colonial y propuso, con gran futurismo, un tipo de estatuto que siglo y medio después tuvieron los ingleses con sus colonias, como India y Canadá. En la constitución de 1801 no se pronunciaba la palabra independencia pero se le daba una "autonomía muy amplia", analiza a la distancia el politólogo Gerard Pierre Charles.

Pero más allá de los balances de la historia, en Haití la polémica es mucho más actual. Y para el presidente Aristide, desprestigiado y aislado, los preparativos del bicentenario, que han levantado una feria de stands y puestos de todo tipo a las puertas del Palacio Nacional, se han convertido en un globo de oxígeno.

En una proclama lanzada en septiembre de este año y que encuentra cada vez más adhesiones dentro y fuera de Haití, medio centenar de los más reconocidos intelectuales, educadores y artistas del país anunciaron que de cara al rumbo totalitario que ha tomado el régimen de Puerto Príncipe, los firmantes se niegan a asociarse a las celebraciones oficiales del bicentenario "mediante las cuales el gobierno solamente busca allegarse una improbable legitimidad que ya ha perdido". Al mismo tiempo, el grupo invitó a instituciones y personalidades extranjeras a "no prestarse" a la manipulación del régimen que, siendo "despótico, niega los principios y los valores que fueron la base de la revolución haitiana".

Batalla imaginaria con Francia

Se referían al golpe de efecto que Aristide propinó al abrirse el periodo de celebraciones, al anunciar su exigencia al gobierno de Jacques Chirac, de Francia, del pago de poco más de 21 millones de dólares de indemnización por la cuota de reparación de daños por la independencia que hace 172 años impuso el entonces reino de Carlos II a Haití; una deuda que a la larga constituyó una soga que terminó por ahorcar las aspiraciones libertarias de ese pueblo.

Esta "campaña por reparación de daños" ha ocupado grandes espacios publicitarios en Haití, pero en el terreno concreto es poco más que una batalla imaginaria con ecos grotescos, sobretodo cuando en las extensas zonas de miseria parecería que el hambre, el SIDA y la falta de agua que sufre la población serían responsabilidad de los "malvados franceses" y no, en buena medida, de décadas de gobiernos represivos y corruptos, apoyados por Washington. Francia, que fue una de las primeras antiguas potencias coloniales en reconocer la esclavitud como un crimen lesa humanidad, envió a Haití al "latinoamericanólogo" de su cancillería, Regis Debray, a negociar el supuesto diferendo.

Paradójicamente, la mayoría de los cincuenta intelectuales que firman la proclama estuvieron hace una década al lado del hoy criticado presidente, lo mismo que centenares de políticos, periodistas y dirigentes populares que hoy claman, desde la oposición, una nueva oportunidad para la transición democrática.

Entre estos últimos, Chavannes Jean-Baptiste, líder del movimiento campesino Papaye, quien fuera uno de sus hombres más cercanos durante su primer periodo en el gobierno (1991), ha empezado a mover algunas de sus relaciones en la iglesia católica y el medio diplomático para que se tomen medidas y se facilite, llegado el momento, la rápida salida del país de Aristide, evitando así un baño de sangre.

Gonaives, cuna de la independencia y sede del caos

Gonaives, la ciudad llamada "cuna de la libertad", donde Dessalinnes pronunció el discurso de la victoria cuando los soldados de Napoleón se retiraban derrotados por los revolucionarios negros de Santo Domingo (antiguo nombre de la isla) el primero de enero de 1804, no estará este primer día del 2004 en condiciones de celebrar nada. De hecho, esta localidad, tercera en importancia en el país, es desde hace año y medio, territorio de nadie, un espacio que escapa del control del Estado y donde la policía nacional no incursiona.

Gonaives es la tierra de los hermanos Metayer. Amiot Metayer fue un esbirro del gobierno de Aristide que el 17 de diciembre de 2001 incendió personalmente las casas de los tres principales dirigentes de la oposición, Gerard Pierre Charles, Victor Benoit y el pastor protestante Luc Mesadieu. Identificado plentamente, Metayer aseguró que los atentados fueron ordenados directamente por altos personeros del régimen. Ante el escándalo, la OEA recomendó su arresto.

Preso en Gonaives, el líder fue liberado por un comando de la llamada "Armada Caníbal", que asaltó la prisión local, propiciando además la fuga de 160 reos. Al poco tiempo, Amoit y su "armada" tomaron control absoluto en la ciudad y formaron el frente revolucionario, cuya principal reivindicación fue la destitución de Aristide. En septiembre de ese año el jefe paramilitar fue asesinado y su hermano Winter tomó las riendas de este poder paralelo que mantiene hasta la fecha. De modo que en la cuna de la independencia no habrá nada que celebrar. Vaya, ni manera de visitarla.

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