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E C O N O M I A
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México D.F. Martes 16 de diciembre de 2003

Molly Ivins*

El saqueo de una nación

Austin, texas. No me parece prematuro concluir que toda la industria financiera de este país está plagada de fraudes. Como observó Allan Sloan, de Newsweek, no se trata de "unas cuantas manzanas podridas", sino de la teoría de la cucaracha: cuando vemos una podemos estar seguros de que hay todo un nido de los repugnantes bicharracos.

Jack A. Blum, abogado de Washington experto en lavado de dinero y otras formas de evasión fiscal, escribió lo siguiente con motivo de una conferencia académica impartida hace unos meses en la Universidad de Texas: "Los gerentes corporativos se pasaron todo el siglo anterior desarrollando herramientas para evadir reglamentos e impuestos. Alardean de que los actos de evasión son parte de la productividad empresarial. Para ellos cada dólar de impuesto que no pagan gracias a sus maquinaciones es el valor agregado que aportan a la empresa. La evasión fiscal es un centro de ganancias. Dar la vuelta a las reglamentaciones y supervisiones es también alta prioridad. Consorcios y ejecutivos donan fondos para conceder becas antirregulatorias y crear grupos de estudio antirregulatorios. Las aportaciones políticas han convertido la teoría en realidad".

Blum destaca que desde hace mucho tiempo se emplean herramientas para evadir impuestos y reglamentaciones -subsidiarias de pantalla, sociedades e inversiones conjuntas, sucursales en el extranjero, entidades de propósitos especiales y refinadas técnicas de transferencia de precios-, pero "la diferencia radica en que cuando se usaron por primera vez el objetivo era evadir las reglamentaciones de los estados y esconderse de la aplicación de leyes estatales... Ahora... estas técnicas se emplean para vencer lo que queda de la aplicación de leyes federales y del fisco federal. Los consorcios han convertido las fronteras internacionales en barreras que bloquean las leyes e impuestos nacionales. La comunidad internacional no ha logrado producir una maquinaria eficaz de cooperación en las áreas reglamentaria e impositiva, y en consecuencia el control social de la conducta corporativa se detiene en la frontera".

El control social de la conducta corporativa también se detiene en el actual gobierno estadunidense. El primer presidente de la Comisión de Valores y Cambios (SEC, por sus siglas en inglés) nombrado por el presidente George W. Bush, Harvey Pitt, cobró fama al anunciar su plan de hacer "una SEC más amable y gentil". Pitt se mostró tan incapaz de ponerse severo, incluso después de Enron, que fue remplazado por William Donaldson, ex director de la Bolsa de Valores de Nueva York, pero, claro, eso fue antes de que la bolsa se viera sacudida por sus propios escándalos.

En el Departamento del Tesoro está ahora al frente John Snow, maestro en el arte de no pagar impuestos corporativos y de la sombrilla dorada. La Comisión Federal de Energía, uno de cuyos miembros fue desterrado por Ken Lay, el de Enron, y el otro seleccionado por él, no pudo molestarse en darse cuenta de la enorme y fraudulenta "crisis energética" en California hasta que ese estado había sufrido una sangría de 30 mil millones de dólares.

Es como decir que los lunáticos gobiernan el manicomio. Ex cabilderos de grupos de intereses especiales dominan ahora la alta burocracia, no para reglamentar, sino para facilitar los timos de las corporaciones. Michael Powell, de la Comisión Federal de Comunicaciones, cree que la nación se beneficiará con mayores fusiones de medios de comunicación. En el Departamento del Interior el nombre del juego es tima y corre, una explotación total de los recursos naturales, no dejar nada sino un montón de basura detrás, basura que, por cierto, los contribuyentes tendrán que limpiar a sus costillas, puesto que ya se permitió que el Superfondo para la limpieza de desechos tóxicos se consumiera por completo.

Richard Todd, al escribir sobre el escándalo de los fondos mutuos en el Times Sunday Magazine, preguntaba: "ƑAlguien tomó en serio estas leyes y normas, o era conocimiento común en la industria que se les podía dar la vuelta como cosa de rutina? ƑQuién estaba en el trato? ƑTodo se hizo de manera más o menos abierta, con un genial asentimiento de cabeza y un guiño entre cientos de fulanos que entendían el juego? ƑO acaso el dinero fue inhalado como cocaína en un instante subrepticio en la trastienda? ƑLos que no jugaban lo sabían? ƑLo sabía mi corredor de bolsa?"

No sé su corredor de bolsa, pero si ponemos atención a la plática de los jóvenes en la industria financiera nos enteraremos de muchas cosas.

Hay un héroe en todo esto, el procurador general de Nueva York, Eliot Spitzer, que no sólo está realizando un magnífico trabajo en su jurisdicción, sino también ha obligado a la SEC a actuar. Como dijo Spitzer antes de revelar el más reciente escándalo financiero, el lío de los fondos mutuos: "En la SEC deben rodar cabezas".

Normalmente la prensa debería recoger esta línea noticiosa: "gran escándalo, pero un hombre honesto lucha con valentía contra la corrupción y poderosos intereses especiales". Pero en estos días ocurre algo interesante en los medios: la página editorial del Wall Street Journal -una de las publicaciones más extrañas del mundo- continuamente acusa a Spitzer de ser "un político ambicioso". ƑEn serio, Sherlock?, pregunta uno con incredulidad. ƑDe veras nadie en la política electoral es ambicioso? La página editorial de ese diario merece, sospecho, algo de crédito por una cultura empresarial que se ha vuelto loca de ambición.

Y esa corrupta cultura corporativa, a su vez, ha comprado el sistema político. La "reforma" del seguro médico es una gran ganga para los consorcios farmacéuticos. La iniciativa energética no es nada más que subsidios a las corporaciones. Hemos visto a personas como Dennis Kozlowski y Ken Lay saquear a sus empresas. Y ahora presenciamos el saqueo de toda una nación.

* Columnista en más de 300 periódicos y autora de tres best sellers sobre la política actual en Estados Unidos

© 2003 Creators Syndicate Inc.

Traducción: Jorge Anaya

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