José Blanco

Futuro oscuro

Después de la pérdida de la presidencia por el PRI en 2000, no fueron pocas las voces -este espacio entre ellas- que vaticinamos el pronto fin del PRI, su división en dos o más agrupaciones partidistas, acompañado de una recomposición de fuerzas políticas en el país. Estas voces estuvimos fuera de lugar en los tiempos, pero no en la sustancia. El PRI que fue, no existe más.

El eje articulador de los muchos PRI que hay dentro del PRI -como se ha repetido infinitas veces- era el presidencialismo autoritario, cabeza del régimen corporativo. La repugnante lealtad hasta la ignominia hacia la figura del presidente garantizaba la unidad interna de los diversos y la conservación del poder. Ese presidencialismo ha pasado a la historia y el corporativismo, con lentitud pasmosa, ha ido convirtiéndose en jirones. El PRI que fue no existe más.

Este partido rueda en el despeñadero, pero probablemente continuará haciéndolo en cámara lenta. La racionalidad de las relaciones entre las mafias priístas -como en cualesquiera otras mafias- siempre estuvo gobernada por la búsqueda del entendimiento para no exterminarse. Pero si una de ellas llegara a sentirse contundentemente más fuerte que las otras, entonces estarían destinadas a la subordinación absoluta o al exterminio.

Paradójicamente la ineficiencia del gobierno panista se ha vuelto un factor que está acelerando la velocidad del despeñadero priísta, debido a las expectativas crecientes del PRI de recuperar el poder presidencial. Porque Ƒcuál de las corrientes priístas ganará la candidatura a la Presidencia para 2006?, Ƒcómo solucionarán el problema de la designación del elegido entre los 20 aspirantes a reocupar Los Pinos? He ahí un poderoso motivo para que unas corrientes intenten debilitar a las otras, a sabiendas de que por esa vía todas se debilitarán. Es una ecuación que puede quedar más allá de la racionalidad con la que se han gobernado siempre. Más aún cuando existen poderosas mafias que se dicen nacionalistas revolucionarios, que están absolutamente convencidos de que los "tecnócratas neoliberales" -de De la Madrid a Zedillo- son los responsables de la pérdida del poder presidencial por el PRI.

No se advierte en ninguna parte cuál proyecto ideológico podrá, alrededor de un elegido, unificar a todas las bandas. De este modo, el PRI y sus corrientes parecen trabajar a favor de Andrés Manuel López Obrador. Y, asombrosa paradoja, por esta vía podríamos retornar al nacionalismo revolucionario populista de la nostalgia priísta.

No es que en el PRI nadie se dé cuenta de ese hecho, pero parece estar mucho más allá de su voluntad poder evitarlo. ƑLos neoliberales rendirán su plaza ante los nacionalistas revolucionarios o a la inversa? ƑQue harán los desgraciados socialdemócratas priístas frente al dilema? ƑQué hará la ultraderecha priísta?

Por supuesto, ese conjunto de posibilidades inmersas en el horizonte político del país podría llevar a cualquier clase de recomposición de fuerzas y de construcción de alianzas. El PAN y el PRI (lo que quede de él en su momento) pueden aliarse contra López Obrador o, si la fuerza de éste en el imaginario popular no alcanza en 2005 y 2006 para ganar la Presidencia dado el reducido voto duro del PRD, especialmente en el norte del país, entonces frente a un PRI debilitado podemos tener una nueva presidencia panista.

Así, ninguno de los proyectos inscritos en el presente como futuro de la república aparece nada halagüeño como vía de desarrollo, modernización, administración eficiente y justicia social. En este espacio hacíamos la semana pasada un sucinto recuento de los complejísimos problemas estructurales de los que nadie está ocupándose.

Entre tanto, las mismas fuerzas políticas -PRI, PAN y PRD- cincharon las leyes electorales a efecto de cerrar las puertas al desarrollo de fuerzas políticas distintas que, al asomarse por primera vez al escenario político, no pueden ser sino pequeñas.

La nación no tiene, por tanto, un proyecto de futuro, porque ninguna de esas tres fuerzas políticas es portadora de uno que tenga que ver con una visión de largo plazo para crear una sociedad desarrollada y civilizada. Todos tienen la cabeza sumergida en el mismo estrecho balde del cortísimo plazo y de los intereses de los personeros de esos organismos gelatinosos que son los partidos políticos dominantes.

Las mentes alienadas que ocupan hoy el Congreso, y que nos muestran un espectáculo de delirio maniaco impresentable, son un augurio pésimo para el futuro del país. Queda por ver cómo se defenderá la sociedad de sus "representantes" políticos.

Los meses y años venideros parecen exigir a la sociedad una movilización creciente y alerta para crear alternativas políticas que recompongan, de fondo, el desolador panorama que nos ofrecen los "partidos políticos" con registro. Una revolución de los claveles, una transición tersa hacia el desarrollo, la modernización y la justicia social no la tendremos.