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México D.F. Lunes 17 de noviembre de 2003

Lo acusan de haber ayudado a desmantelar la plantilla de empleados bancarios

Criticado por trabajadores, Aguilar Borrego va por la presidencia del CT

Napoleón Gómez Urrutia y Víctor Flores Morales también disputan el cargo

FABIOLA MARTINEZ

Calificado por sus opositores como la pieza fundamental que facilitó el desmantelamiento de la plantilla de trabajadores del sector bancario, Enrique Aguilar Borrego cumplió 13 años al frente de la federación nacional de sindicatos de empleados de ese sector y busca una vez más la presidencia del Congreso del Trabajo (CT).

Tras concluir su periodo como diputado federal, su aspiración es convertirse en interlocutor del movimiento obrero ante el gobierno federal -a partir de la presidencia del CT-, posición que ha buscado al menos en dos ocasiones, en las que sólo ha alcanzado la vicepresidencia y cargos como la representación sindical en la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y en las comisiones fiscales. Aun cuando el actual presidente del CT, Leonardo Rodríguez Alcaine, maneja a discreción el periodo al frente del organismo, son tres los aspirantes: Aguilar Borrego; Napoleón Gómez Urrutia, dirigente del sindicato minero, y Víctor Flores Morales, líder del sindicato ferrocarrilero.

"Ojalá que mis compañeros me den la oportunidad de ser el presidente del CT, tengo todo el derecho de aspirar a ese cargo", expresa el ex dirigente del extinto Banco Somex, quien en 1990 logró colocarse como candidato único a la secretaría general de la Federación Nacional de Sindicatos Bancarios (Fenasib) con el apoyo de 29 sindicatos y, sobre todo, el aval de los dueños de la entonces recién privatizada banca mexicana.

Aguilar maneja personalmente cuatro contratos -Banco Azteca, Grupo Nacional Provincial, Fideliq y Fonatur- mediante el Sindicato de Trabajadores del Sector Financiero, del cual es titular.

A poco más de una década de ese proceso, la plantilla de trabajadores sindicalizados en el sector pasó, según cifras conservadoras de la federación, de 200 mil a 70 mil empleados; es decir, una merma de 65 por ciento en los pasados 10 años, así como la desaparición de fuentes de trabajo e incluso contratos colectivos como el de Serfín.

Lo anterior se evidencia también con datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores respecto al número de trabajadores en los principales bancos: en 1992 Banamex tenía 31 mil 661 empleados y 717 sucursales, pero 10 años más tarde -incorporado al Citibank- cuenta con 27 mil 732 puestos y mil 427 sucursales.

En Bancomer, tras el proceso de privatización, se reportaba una plantilla de 36 mil 433 trabajadores y 760 sucursales, y al cierre de 2002 (ya fusionada con BBV) la cifra se ubicaba en 26 mil 291 empleados distribuidos en mil 667 sucursales; es decir, más del doble pero con menos personal.

Un caso más drástico ocurrió en Serfín: en 1992 eran 21 mil 519 empleados y 598 sucursales; sin embargo, al cierre del año pasado, ya anexada a Santander, la plantilla se desplomó a 6 mil 530, aun con un número similar (566) de sucursales. Despedidos de esa institución aseguran que sólo quedan 2 mil 800 trabajadores, 10 por ciento de la nómina de 1982.

En el estudio La banca en México: privatización, crisis y reordenamiento, José Antonio Murillo, investigador de la Dirección de Estudios Económicos del Banco de México, explica que durante los dos primeros años de operación de la banca privatizada se observó "un cambio importante" respecto a los empleados en sucursales.

En la crisis de 1995-1996 "se observa una reducción en el número de empleados, cambio que respondió tanto a la necesidad de abatir costos, mediante la reducción de personal, como a la de ampliar la red de sucursales hacia regiones con menor grado de bancarización para disminuir así el costo de la capacitación".

Pese al panorama anterior, Aguilar Borrego ofrece su versión. Asegura que es "injusto" comparar los 64 bancos que había en 1982, frente a los ocho bancos comerciales que sobreviven:

"Han desaparecido muchos bancos, pero que no se piense que (la pérdida de plazas) fue por inactividad sindical. šQué más hubiera querido que evitar la crisis financiera en la banca, pero de eso yo no tengo la culpa! Pugné por que mis compañeros se fueran con un plus en sus liquidaciones, y creo que eso es lo que tiene que hacer un líder. Quien no lo entienda así, pues ni modo", dijo en entrevista.

Ascenso vertiginoso

El ascenso de este dirigente en el sindicalismo fue muy rápido. En 1982 fue electo secretario general del Sindicato de Trabajadores de Banco Mexicano Somex, apenas nueve años después de haber egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México como licenciado en derecho y siete después de su afiliación al Partido Revolucionario Institucional.

En Somex fungió como líder hasta 1987 y en 1990 llegó a la Fenasib, tiempo en el que 29 sindicatos brindaban una considerable membresía y ante quienes confió que el proceso de privatización de los bancos no afectaría los derechos laborales.

Un año después Aguilar Borrego hablaba sobre la existencia de 200 mil trabajadores bancarios, aunque esta cifra siempre se ha acomodado a las circunstancias, lo mismo para ofrecer votos a su partido que para ocupar los principales cargos de representación que conceden las instituciones del gobierno federal al movimiento obrero. Sin embargo, según sus opositores, como Inés González, ex integrante del comité ejecutivo de la Fenasib, quien fue despedida el año pasado de Serfín, "la federación es sólo un elefante blanco, sin propuestas, que no cuenta con un padrón pormenorizado de los trabajadores afiliados y sólo sirve para avalar las políticas laborales de los dueños de la banca".

En 1993 fue relecto por primera vez para un nuevo periodo de tres años al frente de la federación bancaria, y desde entonces afianzó el apoyo incondicional de los dirigentes sindicales de las principales instituciones crediticias, en particular de su amigo y compadre Gustavo Jáuregui Aguilar, dirigente hasta octubre pasado del sindicato de Serfín, quien aceptó la desaparición de esta organización gremial y recabó firmas entre los empleados para que éstos aceptaran su inscripción al sindicato de Santander, donde se han anulado algunas prestaciones y no existe fondo de pensiones.

De acuerdo con documentos en poder de algunos ex integrantes de ese comité ejecutivo (Inés González, Gabino Jiménez y Arturo Ayala), los cuales serán presentados en breve ante la autoridad laboral, Jáuregui recibió 6 millones de pesos para admitir la cancelación del registro sindical antes mencionado y además habría falsificado la firma de cientos de empleados de esa institución bancaria. Respecto a la desaparición del sindicato, ya presentaron una demanda para exigir la disolución del sindicato de Serfín.

Con todo y el apoyo de Jáuregui y de otros dirigentes, Aguilar Borrego aceptó en 1994 que en los primeros años posteriores a la privatización de la banca se habían perdido 20 mil plazas. Incluso en aquellos días comentó: "hemos llegado al nivel de adelgazamiento planteado, aunque podría haber más bajas el próximo año".

Fue entonces cuando se presentó una de las pocas manifestaciones del sector bancario privado y advertencias a los dueños de las instituciones de movilizar a "150 mil trabajadores" como medida de presión para no perder días de descanso. En 1995 convocó también a una protesta masiva contra el "alza exagerada" del impuesto sobre la renta para este sector.

En un vaivén de declaraciones, en plena crisis de 1995-1996, Aguilar volvió a mencionar una membresía de 200 mil afiliados, al tiempo que un grupo de trabajadores del extinto banco Comermex, encabezado por Jesús Herrera, impulsó una planilla opositora en la Fenasib, razón por la que fue presionado para dejar no sólo esa posición, sino su empleo.

Una vez más, con el apoyo de sus amigos líderes sindicales y el aval de los dueños de la banca, obtuvo su segunda relección en 1996, apoyado por 31 de las 40 organizaciones de la federación. El desempleo seguía rondando, situación que se complicó con la venta de Cremi y Banco Unión.

En 1997 logró colocarse como vicepresidente del CT, año en el que salieron de la llamada cúpula del sector obrero seis organizaciones fundadoras de la Unión Nacional de Trabajadores. En ese tiempo, con más recortes de personal, se refería en declaraciones periodísticas lo mismo a una membresía de 175 mil empleados que a 163 mil, los cuales vivieron en ese lapso su primer año sin pago de utilidades.

Para 1998 siguieron los despidos, que se incrementaron en la banca de desarrollo. Meses después se agudizaron en instituciones como Serfín y Bancrecer. A partir de entonces no han parado los recortes; el más reciente ocurrió hace algunas semanas en Nacional Financiera, donde se despidió prácticamente a 50 por ciento de la plantilla.

Gabino Jiménez, uno de los disidentes en este sector, a cuyo grupo Aguilar Borrego llama "farsante", señala que el dirigente de la Fenasib se ha encargado de "quitar las asperezas del camino" a los banqueros para despedir personal y avanzar en la subcontratación de servicios con empresas externas.

Por lo pronto tiene asegurado el control de la federación hasta 2005, central que en opinión del investigador Alfonso Bouzas, especialista en el sindicalismo del sector bancario, "es absolutamente corporativa, sometida al capital financiero, ideal para liquidar disidencias y encargada de desmembrar las formas de lucha impulsadas por los trabajadores tras la nacionalización de la banca en los años 80".

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