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México D.F. Viernes 14 de noviembre de 2003

María Rojo

El cine mexicano es de todos*

En pocos días se cumplen cinco años de haber pronunciado las siguientes palabras ante el pleno de la Cámara de Diputados, en ocasión de la exposición de motivos sobre las reformas y adiciones a la Ley Federal de Cinematografía:

Estamos convencidos de que uno de los debates del próximo siglo será el de conservar y fortalecer la diversidad cultural de los pueblos, porque las creaciones del espíritu, como dice François Mitterrand, no son mercancías, sino bienes culturales. Una sociedad que deja en manos de otros los medios para hacerse presente ante sí misma, es una sociedad avasallada.

No puedo menos que subrayar la pertinencia de aquel pronóstico de fin de siglo. El pasado viernes pudimos enterarnos, por los medios, de la verdaderamente abyecta pretensión del gobierno federal de vender el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) y los históricos Estudios Churubusco-Azteca, y de desincorporar el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC); en una palabra, de desaparecer el cine mexicano.

Quisiera preguntarle desde esta tribuna al Ejecutivo federal si acaso se trata de una broma macabra, o si, como dicen mis compañeros cineastas, estamos presenciando un acto más de canibalismo esquizofrénico. Efectivamente, hace apenas unas semanas se anunció que se otorgaría al cine nacional un apoyo de 140 millones de pesos, que dicho sea de paso hace mucho tiempo que se le debía. Y también hace sólo un par de meses, en su Informe de Gobierno a la nación, en los cuatro tristes renglones que le dedicó a la cultura, el Ejecutivo se vanaglorió de los más de 40 premios obtenidos por películas mexicanas que participaron recientemente en diversos festivales internacionales. Y ni qué decir de las mesas de trabajo que la comunidad cinematográfica sostuvo con la Secretaría de Gobernación para sacar adelante el cine mexicano. A mi juicio, en tan sesudas disertaciones sólo se adivinaba la intención de convertir a nuestra propia industria en maquiladora de Hollywood. El cálculo es sencillo: con nuestra cinematografía en manos estadunidenses se tiene la garantía, entre otras cosas, de que se produzca un cine inocuo y químicamente puro; cine transgénico, en pocas palabras. Y se olvidan que precisamente este tipo de productos son los que a la postre resultan más perjudiciales para el género humano. Le pregunto al secretario Santiago Creel si ya estaba enterado de estos planes, o bien, si también tuvo que enterarse por la prensa, y la noticia lo agarró desprevenido.

Si entendemos por esquizofrenia la pérdida de contacto con la realidad, también le pregunto a la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), señora Sari Bermúdez -de quien quisiera suponer que también la tomó por sorpresa la intención privatizadora del Ejecutivo- qué quiso decir exactamente con su ambiguo, confuso, en una palabra tramposo comunicado publicado los días 8 y 9 del presente en los medios escritos, un verdadero monumento a la incoherencia. Le puedo asegurar a la señora que, tras su lectura, todo el gremio cinematográfico se fue a dormir tranquilo, ya que la funcionaria nos indica que lo que busca el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2004 es "eficientar" -preciosa contribución del CNCA al desarrollo de nuestra lengua- la administración pública mediante una política de racionalización del ejercicio presupuestal.

Anteayer, la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas, de la cual soy miembro, exigió un inequívoco pronunciamiento por parte de la presidenta del CNCA, en el que se solidarice con la comunidad cinematográfica y rechace con firmeza y sin dilación esas pretensiones que tienen como meta la extinción de nuestro cine.

ƑY el director de Imcine? De él ni una palabra, él si de plano enmudeció, hasta que el día de ayer nos enteramos por la prensa de unas declaraciones que hizo, bastante opacas. šQué no ha estado Alfredo Joskowicz al frente del Imcine durante los pasados tres años, como para cuidar los intereses de la comunidad cinematográfica y rendirle cuentas?

Hace pocos días, en esta misma tribuna, en ocasión de la comparecencia del doctor Enrique Semo, expresé que los gobiernos no pueden determinar la cultura de un pueblo. En realidad, ellos están parcialmente determinados por la cultura. Lo que sí pueden hacer es influir positiva o negativamente sobre ella, como lo estamos viviendo.

En el caso particular del cine nacional, todos sabemos qué intereses se mueven detrás del propósito de desincorporar nuestra cinematografía. Atentar contra la cultura de un pueblo es atentar contra el corazón mismo del país. Desmantelar un centro docente como el CCC, con sus escasos 30 alumnos, difícilmente liberará los recursos requeridos para el rescate económico de la sufrida patria. En cambio, y cito al realizador Jorge Fons, "...querer desaparecer una de las escuelas de cine más importantes del mundo es cerrar la fuente de trabajo del cine y desmantelar todas las instancias de la producción y del futuro, como son los estudiantes de nuestro cine. Tenemos 107 años de hacer cine mexicano, que estoy seguro que las autoridades no lo saben, pero los tenemos y no queremos dejar de hacerlo...".

ƑQué molesta tanto a las autoridades federales? ƑPor qué tanto encono contra la cultura en general, y contra el cine en particular? Tal vez sea el hecho de que entre los múltiples egresados ya sea de ese centro, o del Universitario de Estudios Cinematográficos, el CUEC, se cuenten realizadores como Jaime Humberto Hermosillo, crítico pertinaz de las buenas conciencias y de las buenas costumbres de nuestra sociedad consumista; como María Novaro, que con su obra logró que nuestro cine volviese a tener presencia en el Festival de Cannes; o como los jóvenes Luis Estrada, sin cuya Ley de Herodes difícilmente podría interpretarse la alternancia en las preferencias electorales de 2000; Luis Carlos Carrera, ganador nada menos que de la Palma de Oro en Cannes, pequeño detalle que se olvida resaltar cuando se desata la gran campaña en su contra, a raíz del estreno de su controvertido y exitoso Crimen del padre Amaro. Y por supuesto, están un Felipe Cazals o el ya citado Jorge Fons, que con películas como Canoa y Rojo Amanecer denunciaron y desmenuzaron en su momento los criminales y bochornosos hechos del 68. Otros jóvenes cineastas, pienso en Mandoki, Cuarón, Lubezki y muchos más, ante la falta de oportunidades en nuestro país optaron por emigrar a Estados Unidos, ciertamente no para desempeñarse como jardineros, sino para hacer valer su gran talento y estar compitiendo hoy, con excelentes resultados, en prestigiosos certámenes internacionales. No continúo con la lista, que es larga, por falta de tiempo y para no abusar de su paciencia. Pero la conjetura no puede ser otra: el hecho de que tantos de estos creadores no sean conformistas, que a través de su obra y en pleno uso de su libertad de expresión se permitan impugnar a la sociedad, a instituciones y leyes que se creían -o se deseaban- intocables, no puede menos que ser una viga gigantesca en el ojo de más de un funcionario.

La desincorporación, disolución, liquidación -o cualquier otro sinónimo neoliberal de venta que quiera emplearse- de nuestro cine, se inscribe sin duda alguna en el mismo capítulo privatizador de nuestro sector eléctrico y, a la larga, por más que se niegue, en el de Pemex. ƑPor qué ahora el cine? Es triste decirlo, pero qué más podía esperarse de un gobierno tan notoriamente proclive a perjudicar a nuestro pueblo, al pretender gravar las medicinas y los alimentos, así como insistir en cargarle un gravamen a los libros, un atraco más en contra de la cultura por parte de aquellos que proclaman que los iletrados son más felices.

Este gobierno tiene un serio conflicto no resuelto con la cultura. Nunca entendió que la cultura es la que le da sustento a la suave patria, por lo cual no ha hallado nada mejor ni más original que declararle la guerra. šCómo entender de otra manera la pretensión de darle el tiro de gracia a nuestro cine!

Cultura, dice un proverbio chino, es todo lo que queda cuando todo lo demás desaparece. Y nosotros, los mexicanos, nos hemos identificado con nuestro cine. El cine mexicano es de todos. Sigue siendo una señal de que no hemos desaparecido en la uniformidad de la globalización; que venimos de alguna parte, que pertenecemos a un territorio que tiene su propia historia, un pueblo, con su propia visión cósmica y su única y particular forma de reinventar el mundo.

* Discurso en tribuna de la presidenta de la Comisión de Cultura de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal

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