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México D.F. Lunes 10 de noviembre de 2003

Fernando del Paso

Por favor, por México

Atribuida a Goebbels, fue del nazi Hanns Johst, jefe de la Cámara de Escritores del imperio alemán, la frase: "Cuando escucho la palabra cultura saco el revólver".

Pero aquí en nuestro país, México, no necesitamos balas para amagar o abatir la cultura. La propia ley, sin ir más lejos, nos da los elementos para exterminar, por ejemplo, un instituto cuya función específica es el fomento y la difusión de la cultura, o una escuela dedicada a la formación de nuevos artistas mexicanos.

Esto se puede hacer por disolución, liquidación, extinción, fusión o enajenación.

Podemos enriquecer esta ley, y agregar otras modalidades para acabar con la existencia de un instituto -Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine)- que ha propiciado y financiado muchas de las películas que han dado gloria y fama al cine de nuestro país en los festivales internacionales más importantes, y la escuela -el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC)-, cuyo nombre inspira respeto y admiración en todo el mundo, y de la que han salido los cineastas mexicanos autores de esas y otras películas que han ganado numerosos premios para México, cuyos talentos han comenzado a ser aprovechados -ya que nosotros no sabemos aprovecharlos, y no podemos pagarlos- por los cines de otros países. Entre ellos, el de Estados Unidos.

En otras palabras, y sin el uso de balas, podemos exterminar al Imcine y al CCC por asfixia, por abandono, por inanición, por negligencia, por desprecio, por ignorancia.

El desprecio y la ignorancia son, probablemente, las más graves de estas modalidades.

Tenemos un gobierno que no sabe lo que es la cultura. Que no la entiende. Que ignora que las diversas manifestaciones de la cultura mexicana son -han sido, por muchos años- el elemento más valioso de nuestras exportaciones. Y el más precioso y más apreciado por los públicos del planeta entero.

Tenemos un gobierno que no sabe -y si lo sabe prefiere ocultarlo- que los institutos mexicanos destinados al fomento y la propagación de nuestra cultura, dentro y fuera del país, cuentan con presupuestos miserables, que de ser eliminados, no contribuirían, a la generación de ahorros que pretende lograr el Ejecutivo, sino con eso: con cantidades miserables. Pero el costo, para el desarrollo de nuestro patrimonio cultural, sería inmenso.

Tenemos un gobierno que no comprende -y si lo comprende prefiere callarlo- que esos institutos y esas escuelas no fueron creados para obtener ganancias. No son negocios. No son empresas. No son la Cocacola. Son organismos de inversión a largo plazo, que se recupera, y con creces, cuando cumplen debidamente su función. Invierten en el talento de los mexicanos, y ganan cuando ese talento da sus frutos. En muchas ocasiones, como se sabe, Imcine recupera buena parte de la inversión económica. En algunas, toda. El dinero de Imcine no se regala.

Tenemos un gobierno que pretende generar ahorros para incrementar las erogaciones destinadas a programas prioritarios de beneficio social, pero que ignora -o prefiere ignorarlo- que la cultura -como la educación- constituye también un beneficio social. Aunque no dudo que la mayoría de los funcionarios de nuestro gobierno nunca haya recibido el beneficio de la cultura.

Tenemos un gobierno que no se respeta a sí mismo, porque no respeta a sus propios funcionarios. Un gobierno que con la mano derecha da y con la izquierda quita. Un gobierno que, unos cuantos días después de que la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes anunció su interés por fomentar el cine mexicano, se prepara -sin tener la cortesía de poner en guardia a la señora Sari Bermúdez, Ƒo sí lo hizo?- a dar un golpe de gracia a esa parte de nuestro cine cuyo destino no es hacer dinero, sino hacer arte. Pero todo indica que la mayoría de los funcionarios de este gobierno ignoran lo que es el arte, que entre otras cosas sirve para satisfacer las necesidades que van más allá de la animalidad del hombre. Y de la mujer. Y de los niños.

Ahora, que el cine mexicano, tras sólo unas cuantas décadas de un trabajo arduo e ingrato ha logrado el gran prestigio al que siempre habíamos aspirado. Ahora que al cine mexicano se le admira en toda América Latina, en Europa y en el propio Estados Unidos. Ahora que el cine mexicano se ha sabido ganar el respeto del principal de los públicos al que va dirigido: el mexicano. Ahora que el cine mexicano, el buen cine, se enfrenta a la invasión -al bulldozer- cada vez más avasalladora de la industria estadunidense, a la avalancha de superproducciones que no podían ser más superficiales, violentas, pueriles, perversas y de pésimo gusto, millonarias en recursos pero paupérrimas en contenido humano. Ahora que el cine mexicano, el cine de calidad, apenas ha comenzado a asomarse de vez en cuando en las pantallas. Ahora que lucha desesperadamente por ganar un lugar en nuestras propias salas, es cuando nuestro gobierno decide acabar, por medio de la disolución, la liquidación, la extinción, la fusión o la enajenación, "según corresponda", con Imcine y con el CCC.

ƑPara qué? Para disminuir su presupuesto de gastos en unos cuantos centavos. En unos cuantos cacahuates. Pero desde luego, entiendo que no todas las personas que gobiernan este país son insensibles a la cultura. Que no todas la menosprecian. Que no todas ignoran el gravísimo daño que esta iniciativa puede hacer a nuestro cine.

Y es a ellas a quienes acudo.

Señoras y señores del Congreso: como mexicano y escritor, como hombre que aprecia y disfruta la cultura en todas sus variantes y toda su intensidad, como amante del cine y amante, sobre todo, del buen cine mexicano. Como ciudadano preocupado por extender la cultura a todo el pueblo, en la medida de lo posible. Como Premio Nacional de Letras y Artes. Como Creador Emérito de la República. Como miembro de El Colegio Nacional y más que nada, reitero, como mexicano, ruego a ustedes, les pido, les suplico que, en nombre de nuestro cine, de las buenas películas que no se harán nunca si se aprueba esta iniciativa, en nombre de nuestros cineastas, de los creadores mexicanos jóvenes y maduros que estudiaron en el CCC, de los que hoy estudian y no han terminado su carrera, de los estudiantes mexicanos de las próximas generaciones que hoy tienen la ilusión legítima y el derecho de estudiar en esa escuela y de ser apoyados, alentados a lo largo de todos sus estudios y financiados por esa escuela y por Imcine, les ruego, decía, les pido, que a esta inicua y bárbara, salvaje iniciativa presidencial le apliquen, juntas, sin misericordia, todas las modalidades que permite el buen criterio para disolverla, liquidarla, extinguirla, fundirla. Es decir, para acabar con ella, para arrasarla hasta que no quede de ella piedra sobre piedra, palabra sobre palabra.

Por favor. Por México.

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