.. | México D.F. Martes 9 de septiembre de 2003
Pese a la impecable ejecución instrumental,
no logró la comunión con el público
El primer concierto de Coldplay en México no
pasó de la franja media
Sólo tres fueron los momentos efectivos: con
The scientist, Everything's no lost y Yellow
El grupo regiomontano Jumbo abrió la presentación
de los británicos en el Palacio de los Deportes
JORGE CABALLERO
El primer concierto en el Palacio de los Deportes de la
banda inglesa Coldplay resultó el mejor somnífero para la
tediosa noche lluviosa dominguera. Chris Martin, Will Champion, Guy Berryman
y Jonny Buckland ofrecieron una actuación gris en perfecta sintonía
con el nublado paisaje de la ciudad de México. La presentación
tuvo únicamente, para ser precisos, tres momentos en los que se
vivió un verdadero ambiente de concierto y sólo, para ser
más exactos, no pasó de la franja media de lo que debe ser
un concierto de rocanrol.
Abrió el grupo regiomontano Jumbo, que tuvo una
intervención decorosa, proporcionalmente con la de la banda estelar;
se despachó una decena de canciones y se fue, pero nadie les prestó
mucha atención. En el intermedio el público, en su mayoría
conformado por jóvenes pertenecientes a la banda cool, esperaba
en grupos y parejas en la plancha del inmueble a que saliera al escenario
Coldplay; otros bebían chelas, rones y whiskis en la cafetería
y otros más compraban souvenirs oficiales, playeras y pósters,
principalmente, de los creadores de A rush of blood to the head.
La parte alta del Palacio de los Deportes y las barras frente al escenario
ya habían sido colmadas/tomadas. Por fin, a las 20:30 las luces
se apagaron y las sombras de Chris Martin, Will Champion, Guy Berryman
y Jonny Buckland comenzaron a tomar posiciones en los instrumentos; la
felicidad se dibujó en los rostros de los asistentes que, con una
gritería ensordecedora y palmas en lo alto, recibieron a los británicos.
El
cantante y líder de la banda, Chris Martin, correspondió:
"Buenas noches, México. Bienvenidos. ¿Cómo están?"
Martin se posó al piano y dos luces, azul y morada, lo envolvieron,
convirtiéndolo en un ser inasible. Entonaban Politik, y Martin
tocaba el piano -que tenía la pinta Make Trade Fair-, mientras se
contorsionaba frenéticamente; esa actitud parecía preludiar
una buena actuación, pero con One I love, Trouble y
God put a smile, cuando se diría que todos estaban hechizados
por la actuación de Coldplay, la verdad era que los ánimos
menguaban hasta el bostezo entre el respetable.
En ese momento dos meseros furtivos vestidos de etiqueta
dejaron de lado su actividad y se colaron entre el público para
ver la actuación de Coldplay y fumarse un cigarro; alguien hizo
una seña de "tevoy a acusar", a lo que uno respondió: "Ya
nos vamos porque está re aburrido".
Los elementos de seguridad que serpenteaban entre el público
en busca de consumidores de sustancias ilícitas y/o comportamientos
salvajes tuvieron una noche relajada, pues nadie se portó mal; sólo
hubo incidentes menores en los que tuvieron que llamar la atención,
como cuando una chica se subió a los hombros de su acompañante
y una anónima voz le gritó "bájate, que no dejas ver",
a lo cual una mano solidaria lanzó un vaso vacío a la espalda
de la chica con el grito guerrero de "sobre de ella"; seguridad pidió
calma y bajó a la muchacha de la espalda de su machín, que
por la mueca que hizo sintió más alivio que quienes se habían
quejado de que les obstruía lavista. Pero no pasó de ahí.
En otro lado del recinto una pareja tenía su cotorreo
particular, pues bailaba desenfrenadamente, lo cual, por mucho, era una
exageración en el aletargado paraíso en el que Coldplay convirtió
el Palacio de los Deportes. Pero afortunadamente llegaron más palabras
del vocalista: "Después de años estamos aquí, gracias
por permitirnos venir", lo cual sacó de la güeva a los asistentes.
Con la canción The scientist llegó
uno de los tres momentos efectivos del concierto. Las dos pantallas cuadradas
ubicadas a los lados del escenario fueron reforzadas por otras cuatro rectangulares
detrás del mismo. Primero con Martin en todas ellas y después,
en las rectangulares, cada uno de los integrantes en dos tonos, rojo y
blanco; ahí sí todos aplaudieron y se pusieron a saltar,
para después volver al tedio musical prolongado, durante otras dos
rolas.
Con Everything's no lost llegó el segundo
momento intenso de la velada, en el que Martin dijo: "Queremos que canten
con nosotros"; le hicieron caso, pero algo que no estaba en las manos de
la banda ni del público ni en el tiempo presente impidió
esa comunión que otras bandas sí han conseguido en el mismo
inmueble. Algo hueco... inconsistente flotó en el ambiente, pero
igual resultó un buen momento.
El lugar se vistió de amarillo
A Poor me le siguió su gran hit radial
Yellow, el tercer y último gran momento del concierto. Martin
la presentó: "Esta canción se llama Amarillo". Las
luces de ese color se encendieron; todos corearon la rola y Martin por
primera vez atacó el escenario e interpeló a su público.
Las cuatro pantallas se cubrieron de amarillo y la cámara que trasmitía
en las dos pantallas a los lados del escenario abandonaron la figura de
Martin; por primera vez captaron al público de las primeras hileras
y los descubrió cantando con tal pasión que rozaron el nivel
demencial. Siguieron dos temas más y Coldplay se despidió.
El guión develó tres piezas más: Clocks, In
my place y Amsterdam, pero algunos jóvenes sensatos ya
ni se esperaron al encore y se fue perdiendo así la parafernalia
láser con la que cerró el concierto: un juego de luz color
verde que como un abanico se cerró de afuera hacia adentro, separando
en dos el inmueble con delgadas y rítmicas líneas verdes,
que dejaron boquiabierto al público.
Una actuación en la que Coldplay, a pesar de su
impecable ejecución instrumental, excelente producción, frenética
danza, cambios de instrumentos y movimientos de Chris Martin, no trasmitió/provocó
absolutamente nada, ningún sentimiento ni de repulsión. Al
final la sensación del respetable fue de ¡chaaale!,
a pesar de que aplaudieron al inicio de todas las rolas.
|