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México D.F. Jueves 26 de junio de 2003

Bové y su protesta con sabor a roquefort

Otra vez preso, su lucha contra las dictaduras trasnacionales deja huella

LUIS HERNANDEZ NAVARRO

Este domingo 22 de junio José Bové regresó a la prisión de Villeneuve-les-Maguelone. En la madrugada la policía derribó la puerta de su granja en el poblado de Millau, sur de Francia, y lo arrestó. Fue condenado a purgar una condena de diez meses por destruir cultivos genéticamente modificados.

Hace un año estuvo alojado en esa misma penitenciaría durante 44 días por desmantelar, en agosto de 1997, junto con otros compañeros de la Confederación Campesina, un Mc Donald's instalado en su pueblo. La acción fue realizada en protesta por las sanciones aduaneras impuestas por Estados Unidos contra la importación de queso roquefort, trufas, foie gras y mostaza. El castigo estadunidense no fue más que un represalia comercial por la prohibición europea de importar ganado vacuno engordado con hormonas.

José Bové, agricultor por decisión bove-jose-globalifobicopropia, dedicado a criar ovejas y producir queso roquefort en una cooperativa, saltó entonces a la fama al colocar la cuestión alimentaria en el centro de la agenda política mundial. El diario Wall Street Journal no encontró mejor argumento en su contra que acusarlo de ser un ''terrorista alimentario''.

Política, comida y cultura están profundamente imbricados en Francia. La cocina es parte medular de la cultura nacional, al punto que el presidente Charles de Gaulle se preguntaba cómo era posible que alguien esperara que un país con 246 clases distintas de queso se pudiera gobernar. No en balde sus habitantes resuelven cuestiones centrales de la vida y pasan muchas horas alrededor de una mesa con vino y buenos platillos, en lo que, según Bové, no sólo es una actividad nutricional, sino ''un momento social y familiar''.

De 50 años de edad, el sindicalista campesino ha sido, desde joven, un activista social. Hijo de una pareja de científicos ligada a la agronomía, se involucró a los 17 años en la lucha contra el servicio militar y a favor de la objeción de conciencia. Abandonó rápidamente la universidad para dedicarse a militante de tiempo completo.

Bové reconoce en su formación dos fuentes básicas. La primera es el pensamiento libertario clásico, ligado al mundo del trabajo: Bakunin, Kropotkin, Proudhon y los anarcosindicalistas españoles. Con varios de ellos, exiliados de la Guerra Civil que vivían en Burdeos, discutió con frecuencia durante su juventud. La segunda proviene de estrategias desarrolladas por personas involucradas en protestas no violentas: Martin Luther King y el movimiento por los derechos civiles; el trabajo organizativo de César Chávez entre los trabajadores agrícolas mexicanos migrantes en California, y Gandhi y la desobediencia civil pacífica.

La ruta de lo social

En 1973 Bové se involucró en la lucha campesina en Larzac en contra de la expansión de una base militar sobre sus terrenos. En el invierno de 1975, por sugerencia de los pequeños agricultores, él y sus compañeros tomaron los predios vacíos que el ejército francés había dejado alrededor de los cuarteles. A partir de ese momento se convierte en criador de ovejas.

Lejos de disminuir, su compromiso político se mantiene. Además de organizar la producción, se dedica a promover la formación de cooperativas. En 1987 participa en la fundación de la Confederación Campesina, asociación de pequeños productores con orientación autogestionaria, promotora de la democracia de base, independiente de los partidos políticos que, con el tiempo, se ha convertido en la segunda central rural de Francia por número de agremiados. Su objetivo era defender a los campesinos de la explotación de los bancos y de las comercializadoras de semillas, insumos y alimentos balanceados, esto es, los grandes agronegocios.

En 1990 y 1995 protestó contra las pruebas nucleares francesas en Nueva Caledonia, incorporándose al buque Rainbow Warrior de Greenpeace. En 1996 se trasladó junto con Gertrude y Laurette, una vaca y su ternera, al Museo Nacional de Historia Natural, en París, como parte de una campaña para objetar las importaciones de carne vacuna engordada con hormonas.

Su protagonismo social y su presencia creciente en los medios de comunicación han propiciado que regularmente se propalen rumores sobre su candidatura a puestos de elección popular, incluida la Presidencia de la República. Los estatutos de la Confederación Campesina prohíben a sus dirigentes ser nombrados para cargos públicos y Bové no parece interesado en ser orgulloso candidato a diputado. Le preocupa que se diga que las movilizaciones en las que participa buscan "servir de trampolín político a un partido o a un cargo". Hace dos años declaró a New Left Review: "Nunca he visto que mi función sea la de ser el dirigente de un partido político, o la de ser el profesional de la política que se hace cargo de las responsabilidades que competen a otros. El alma de un movimiento social o de una organización como la nuestra es promover que la gente actúe por sí misma".

Un ideario que viene de la tierra

José Bové participó, como parte de Vía Campesina -la coalición internacional rural de los pobres del campo más activa y dinámica en años-, en las jornadas de lucha contra la Organización Mundial del Comercio (OMC) efectuadas en Seattle a finales de 1999. En una de las movilizaciones distribuyó aproximadamente 500 kilos de queso roquefort. Allí defendió la soberanía alimentaria, entendida como el derecho de las naciones a establecer las políticas que consideren necesarias para proteger su agricultura y a sus productores agrícolas. Criticó la práctica del dumping de las grandes trasnacionales agropecuarias, así como los subsidios a la exportación de productos del campo. Rechazó, además, las patentes sobre cualquier ser vivo.

Se convirtió, a partir de entonces, en una de las figuras más controvertidas de la lucha contra la globalización neoliberal. Su caminar ha dejado huella. Ha participado lo mismo en los foros de Porto Alegre que en la marcha zapatista de marzo de 2001. Fue escudo humano de Yasser Arafat durante el sitio de las tropas israelíes al edificio de la Autoridad Nacional Palestina y destruyó, junto con el Movimiento de los Sin Tierra, plantaciones de maíz transgénico en Brasil.

ƑPor qué pelea José Bové? Las respuestas son muchas. Su lucha es un símbolo de resistencia a la homogeneización forzada que se lleva a cabo en el mundo campesino en nombre de la modernización. Su combate es contra el poder y las grandes corporaciones, en defensa del mundo rural, en favor del reconocimiento de los derechos indígenas, en contra de la producción de semillas genéticamente modificadas y de un modelo de agricultura industrial que sirve a las grandes compañías agroalimentarias. Para él la tierra no es una mercancía, sino un bien común de la humanidad.

Aunque muchos de sus puntos de vista han sido expresados sobre todo por medio de la acción, otros se encuentran en el libro que escribió con François Dufour's titulado El mundo no está en venta: agricultores contra la comida chatarra. Allí denuncia cómo es que "vivimos en una dictadura mundial gobernada por las trasnacionales. Si no se está en el mercado, no se es nadie", y reivindica el rechazo "al modelo de comercio global dictado por la trasnacionales". Explica, además, cómo sólo 5 por ciento de la agricultura mundial se destina al mercado internacional, por lo que uno de los objetivos de las grandes compañías es precisamente abrir a cualquier precio esos mercados nacionales para vender sus productos. Por ello, junto a Vía Campesina, exige que la agricultura debe salir de los acuerdos de la OMC.

No es su objetivo tomar el poder. Por el contrario, ha insistido en que "somos un contrapoder y no sustitutos de los políticos. No tenemos una respuesta acabada para todo. Estamos tratando de promover un movimiento que vincule la tierra a la globalización, haciendo pensar a la gente".

De los OGM a los OGT

José Bové está hoy preso por sus acciones en contra de los organismos genéticamente modificados (OGM), a los que algunos prefieren llamar organismos genéticamente transformados (OGT) porque creen que sus siglas en español describen mejor su verdadera naturaleza. Esas acciones han consistido en destruir, a lo largo del tiempo, campos de experimentación o siembras de transgénicos. Es decir, en poner en práctica la desobediencia civil en contra de una tecnología sobre la que existen dudas razonables acerca de su impacto en la salud humana, que erosiona la diversidad biológica y vuelve a los campesinos dependientes de las grandes empresas que la generan y venden.

Cuando el 3 de febrero de 1998 explicó a los jueces su comportamiento, asumió "toda la responsabilidad" de sus acciones. Señaló que lo único que lamentaba era "no haber podido destruir más" sacos de maíz transgénico. "Yo sabía que al actuar de esa manera estaba haciendo algo ilegal -dijo-, pero era necesario y no tuvimos otra alternativa. La manera en que los productos agrícolas genéticamente modificados han sido impuestos en los países europeos no nos dejó otra opción (...) Sí, la acción fue ilegal, pero mantengo el reclamo porque fue legítimo. No pido clemencia, sino justicia." Hoy, en esta nueva temporada en la cárcel, al igual que entonces, reivindica su responsabilidad en las acciones por las que fue detenido.

Esta aceptación de su responsabilidad no implica que el sindicalista campesino y sus simpatizantes estén con los brazos cruzados. Más de 800 mil personas han firmado una petición para que sea indultado y sus abogados exigen que se le otorgue el estatuto de preso político. Diariamente llegan a la prisión de Villeneuve-les-Maguelone miles de cartas en las que demuestran su solidaridad con él.

A diferencia de los políticos "modernos" y líderes agrarios "realistas" que se asemejan a ese queso tipo americano de consistencia y sabor a plástico, José Bové es un dirigente social parecido al roquefort, el queso que fabrica. Un producto lácteo auténtico, lleno de historia y de sabor, fuerte, madurado con el tiempo. La lucha de Bové no es apta para paladares débiles. Su protesta tiene el sabor del roquefort.

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