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México D.F. Jueves 26 de junio de 2003

Carlos Montemayor

Pobreza y publicidad

Una de las primeras acciones que se propuso el gobierno de Vicente Fox fue adoptar una metodología de medición de la pobreza que le permitiera reducir en el papel, no en la realidad, el número de pobres. Con este propósito su gabinete fue ensayando distintas definiciones de pobreza y, particularmente, diferentes categorías de pobres. Para ello había que eliminar y reducir el número de artículos que integrarían los requerimientos mínimos para catalogar la pobreza y modificar conceptos de ingresos y de apoyos públicos directos. Ahora el presidente Fox cree haber encontrado la fórmula, más que metodológica, mágica, para sacar a 3 millones de mexicanos de un papel donde aparecían como "pobres alimentarios" para ponerlos en otro papel donde aparecerán quizás como "antiguos pobres redimidos por la administración de Fox".

El contexto en que se proclama esta proeza de papel y no de realidad es sorprendente. Primero, según informó en La Jornada Enrique Méndez el 24 de junio, porque hubo un subejercicio brutal el año pasado de 4 mil 636 millones de pesos precisamente en el gasto destinado al combate a la pobreza. El informe de la cuenta pública de 2002 que entregó la Secretaría de Hacienda a la Cámara de Diputados reveló, en cambio, un incremento a las partidas para el rescate bancario y a pagos de sobresueldos en la burocracia. A esto debemos agregar el silencio del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza y la negativa de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) a comentar esa supuesta reducción del número de pobres.

Rosa Elvira Vargas refirió el pasado 24 de junio, también en las páginas de La Jornada, que Gabriela Ramos, representante de la OCDE, reconoció que esta organización "no tiene ningún otro país miembro con la incidencia de la pobreza que hay en México" y luego, exasperada, aclaró: "No voy a hacer ningún comentario sobre las cifras oficiales de pobreza. Cada país tiene la definición específica de cómo quiere medir la pobreza y de acuerdo con eso se hacen los levantamientos y los indicadores."

El presidente Fox oculta que las definiciones de pobreza y de riqueza no son manipulables de manera mecánica o independiente. El mismo 24 de junio, en la ciudad de Mérida, exclamó complacido que la libertad de mercado "ha probado en México todas sus bondades y gracias a esa apertura y al esfuerzo comercial hemos alcanzado, en los tres años recientes, un ingreso per cápita de 6 mil 250 dólares anuales... šnunca habíamos pasado de 4 mil, pero gracias a esa apertura, hoy el país va encontrando su camino al progreso!"

Olvida que esta cifra, de la que presumió el año pasado en foros internacionales, sólo es resultado de una operación aritmética que supone un promedio nacional en el papel, pero que nada revela sobre la distribución real de la riqueza en el país. La realidad social no es ingenua como un discurso oficial. El aumento de ingresos por la comercialización de productos agropecuarios entre Estados Unidos y México es notable en cuanto al volumen total, cierto. Pero estas cifras rotundas engañan porque el gabinete del Presidente se propone ocultar precisamente la distribución de esa riqueza y su destino final. Debemos repetir que este incremento de ganancias beneficia solamente a los consorcios estadunidenses y mexicanos que protege, celebra y encubre este gobierno. Las empresas trasnacionales compran la producción agropecuaria estadunidense a precios por debajo de los costos de producción en operaciones de una competencia desleal. A este mecanismo deben sus enormes ganancias empresas como Cargil, Maseca, Del Monte, Dupont, Bimbo, Purina, Nestlé, Wal Mart, Pilgrim's Price, Kraft Foods, Lala, Sigma o Ralston. Por buena fe, por ineptitud o por cinismo, Fox confunde las ganancias de estas empresas trasnacionales y de sus gerentes consentidos con el bienestar social.

Víctor Quintana señalaba hace algunos meses que en 2001 México importó indebidamente, por encima de la cuota del TLC, más de 3 millones y medio de toneladas de maíz sin pagar el arancel, que debió haber ascendido a más de 654 millones y medio de dólares. Lo mismo ocurrió en 2002, cuando las pérdidas fiscales por las importaciones indebidamente autorizadas fuera de cuota y sin pago de arancel llegaron a más de 128 millones y medio de dólares. Esta diferencia de importaciones ha favorecido a las grandes empresas de alimentos que compran ilegalmente la producción subsidiada estadunidense y rechazan la producción no subsidiada mexicana, aunque esto signifique el desmantelamiento del campo de México. Curioso privilegio el nuestro: ser afortunados porque la elite de millonarios aquí obtiene más ganancias.

Las cifras deben insertarse en un contexto integral de desarrollo social y humano, de otra manera carecerán de sentido. Por ello, en septiembre del año pasado, en el informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), México no apareció en el listado de los 53 países con más alto desarrollo humano en el mundo. No apareció, como quisiera Vicente Fox, en el noveno lugar, sino en el número 54, encabezando la lista de países de mediano desarrollo humano, al lado de Cuba, en el número 55, y de Bielorrusia, Panamá y Belice, en las posiciones 56, 57 y 58.

Los cinco países con más alto desarrollo humano en este informe fueron Noruega, Suecia, Canadá, Bélgica y Australia. Entre esos cinco primeros países y nosotros, según el informe, cuentan con mayor bienestar de vida, ingresos, educación, nutrición y salud los habitantes de Barbados, número 31 de la lista; Argentina, número 34; Chile, número 38; Uruguay, 40; Bahamas, 41; Costa Rica, 43, y aun Trinidad y Tobago, número 50 de los países de alto desarrollo humano.

Las cifras alegres y publicitarias del gobierno de Vicente Fox dañan gravemente la vida política del país. Acaso porque triunfó en las elecciones del año 2000 por un efectivo manejo de su campaña publicitaria, piensa ahora que la publicidad va a llenar el vacío de su administración ineficiente e impreparada. El ejercicio de gobierno nunca podrá resolverse con el manejo de la imagen y las campañas publicitarias. Querer compensar la ineficiencia con gran dispendio en campañas televisivas y radiofónicas sólo fortalecerá el ejercicio de un discurso mentiroso y cínico. Y esto empieza a contagiar el lenguaje político de México. Empieza a fortalecer la simulación y no la integridad ideológica de políticos y de partidos.

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