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México D.F. Domingo 11 de mayo de 2003

A PLENO ZOCALO

José Agustín Ortiz Pinchetti

El regreso del Charro Matías

ƑQUE TANTO HA cambiado la clase política? En las semanas recientes fuimos testigos de: tráfico de influencias defendido a dos manos por la hipocresía y el cinismo, infidelidades, agandalles, jaloneos, dedazos, en- cuestas, ventas, fuegos cruzados, desplazamientos, demandas, decepciones, amén de una boda-tropical, homenaje a la impunidad.

ESTO ME RECUERDA al Charro Matías. ƑSabe usted quién fue el gran Charro? Mis hijos y sus amigos que están treinteando desconocen a este personaje de Abel Quesada. šOh dolor! El Charro era y es un paradigma de los usos y costumbres políticos de México.

MATIAS ERA UN miembro paradigmático de la clase política cuando México era una monarquía absoluta, temporal y hereditaria por línea transversal. Era un eterno depredador del presupuesto. No era ni delator ni traidor, era un personaje popular que, como millones, se adaptó al sistema, renunció a la impugnación y a la crítica. El atenuante para Matías es que vivía en la estrechez, y los emolumentos y privilegios de los políticos e intelectuales eran muy superiores a lo que Matías soñaba conseguir. El Charro era el oportunista menor, un simpático Sancho Panza que vivía dentro de cada mexicano.

ƑPERO DE VERAS se ha ido el Charro Matías? Verifiquemos si están activas o han desaparecido sus características:

MATIAS SIEMPRE ESTA detrás de un hueso o una curul, en su defecto está dispuesto a aceptar un contrato de consolación. Es un típico aviador que puede desempeñar, con aparente eficacia, cualquier tipo de nombramiento o encargo sin importar su falta de especialidad en la materia. Conoce la importancia de los empresarios y siempre está cerca. Practica la lambisconería, porque ésta se premia con retazos de poder o la inclusión en alguna nómina. Se adapta a las circunstancias sin importarle hacia dónde tiene que batear (izquierda o derecha). Se considera un pragmático para exculpar su oportunismo. Su lucha permanente es por sus intereses personales. Rinde culto al tráfico de influencias. Es conocedor y catedrático de las artes del rumor, el destape y la cargada.

HAY UN CAMBIO sustancial. Ha desaparecido aquella importante disciplina que caracterizaba al México monárquico-priísta. El Presidente ya no es el arbitro final de la política nacional. Los líderes sindicales, los caciques y gobernadores tampoco son los árbitros locales. Matías se sentiría desconcertado. Antes bastaba obedecer y esperar el premio. El peor pecado era la disidencia expresa. Hoy la clase política es una caballada alborotada, como diría don Porfirio Díaz. Además, la demanda de honradez, transparencia, responsabilidad, talento y compromiso va cobrando fuerza en la mente de muchos electores. Tardará una generación para que esto se imponga como un rasgo predominante en toda la población.

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