Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 5 de abril de 2003
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Política

Luis González Souza

Lecciones de un sepelio

Causa Ciudadana, la misma agrupación que entre los años 2000 y 2002 quisimos transformar de una APN (agrupación política nacional) en una EPN (escuela de política nueva), fue sepultada hace ocho días, de manera lamentable. La sociedad puede y debe saberlo.

Un paréntesis obligado por la más elemental ética humanista: deberíamos estar escribiendo sobre la absurda guerra de Bush Jr., pero esta vez no lo haremos así. De hecho pensamos que uno de los "beneficios colaterales" que buscan los sanguinarios halcones es el de distraernos de nuestros problemas más inmediatos, con el fin de entorpecer los procesos de cambio que están en curso en muchos rincones del planeta, incluido Chiapas. Pero no caeremos en ese juego, y aunque la defunción de Causa Ciudadana dista de ser un problema nacional, nos obliga a extraer algunas lecciones para luchas ulteriores.

1) "Es mi agrupación y yo la mato cuando quiera". He ahí el principal corolario del viejísimo vicio del patrimonialismo. En el antiguo y obsoleto régimen que queremos dejar atrás, un sostén básico consistía en ver a las organizaciones de la sociedad como el patrimonio personal de tal o cual caudillo. Ahí empezaba la primera expropiación a la sociedad y su primera causal de pérdida de autoconfianza; la sociedad era vista como objeto de apropiación y se lograba paralizar el cambio en México desde abajo y desde el principio. Pues bien, dicho patrimonialismo fue lo primero en aflorar en la amañada "asamblea" que los últimos dirigentes de Causa Ciudadana montaron a fin de sepultarla. Todos los discursos traslucían la idea de que la agrupación es un juguete o un tesoro de sus dirigentes y que éstos podrían asesinarla cuando quisieran.

Lo cierto es que todas las agrupaciones cívicas y sociales no son patrimonio de nadie, sino de la sociedad misma. Y en efecto Causa Ciudadana, como muchas otras, nació gracias a la firma y a la confianza de todos y cada uno de los miembros fundadores, lo que en conjunto permitió conformar el padrón mínimo de afiliados que el capataz IFE exige para otorgar su registro.

2) "Entre más incondicionales, más eficaz la manipulación". Muchas caras nuevas y un tanto avergonzadas fue lo primero que descubrimos al llegar (tarde) a la mencionada "asamblea-funeral" de Causa Ciudadana. Se veía un equipo muy bien orquestado. Sospechosamente bajaban y levantaban la mano con una disciplina que hasta Rintintín envidiaría. Paradójicamente, los principales oradores sepultureros aducían que ya no era posible seguir enfrentando a un IFE con una creciente vocación de capataz o domesticador de fieras, cosa sin duda cierta, pero no de ahora sino desde siempre. Ahora nos encontramos con la directiva de Causa Ciudadana igual o más hábil en esos afanes de domesticación. El público asistente, sin ánimo de ofender a nadie, lucía bastante domesticado, y los que quisimos salirnos del huacal de inmediato sufrimos el otro largo y penoso vicio de la vieja cultura política, que es el del amordazamiento. Simplemente no nos dieron la palabra.

3) Mayoriteando llegaron, mayoriteando se fueron. Cuando nosotros tuvimos el honor de coordinar la agrupación de marras, recibimos una limusina sólo accesible a celebridades. Al terminar dicha tarea devolvimos una ruletera accesible hasta al mexicano más modesto. Ahora lo que vimos fue una carroza fúnebre o, en el mejor de los casos, un desfile circense con todo y payasos y enanitos bien amaestrados. Es esta la principal materia prima de todas las formas de clientelismo. Así se puede jugar a las votaciones, y hasta a la democracia, sin riesgo alguno. En efecto, los críticos perdimos en la mentada "asamblea" una tras otra de las votaciones sobre asuntos importantes. En contrapartida los bien amaestrados las ganaron todas, incluida la del sepelio. En lenguaje más caro a la vieja cultura política, nos mayoritearon de todas todas.

Para colmo, no faltó quien quisiera aducir razones éticas para justificar el entierro, o dicho crimen de lesa sociedad. Ya no sabe uno de qué ética estamos hablando. Todo lo que sabemos es que vastos sectores de la sociedad mexicana confiaron en el proyecto original y abrigaron expectativas de que por fin contarían con un cauce organizativo tan digno como crítico y combativo. Perdón, les fallamos.

Acaso el argumento menos absurdo fue el de que hay una tendencia clara, empujada desde los pináculos del poder (desde Fox hasta el IFE mismo, pasando por Martita y no pocos partidos políticos), hacia la desaparición de las APN. Pero esa parece una perogrullada. Desde siempre y desde el principio, quienes abrazamos el proyecto de Causa Ciudadana conocíamos el reto: abrirle a la sociedad nuevos cauces organizativos capaces de prohijar la nueva cultura política que nuestro país requiere.

Es hora de multiplicar, unificar y empujar nuevas y combativas agrupaciones de la sociedad y no de enterrar a ninguna de ellas, menos con las aberrantes banderas del patrimonialismo y del clientelismo como coartada. Sólo esperamos, dialéctica mediante, que el asesinato de Causa Ciudadana fertilice el terreno para el nacimiento de más y mejores agrupaciones de la sociedad. Por lo que a nosotros toca, no nos cansamos de decir "arrieros somos y en la lucha andamos" con el embrionario Colectivo Dignidad, por ejemplo, y con el perdón de Fox, el IFE y los sepultureros de Causa Ciudadana. La historia no los absolverá, sino que los juzgará, y de seguro, severamente. No es nuestro estilo, pero vale la pena nombrarlos, así sólo sea para facilitarle su tarea a la historia: Clara Jusidman (ex discípula y buena aprendiz de las mañosas tácticas de un Porfirio Muñoz Ledo, por ejemplo), Elio Villaseñor (sí, cacique histórico del Equipo Pueblo, al que dirige desde su fundación, allá por los años 70 del siglo pasado), Sara Murúa (ex asambleísta del DF por parte del nuevo PRI, perdón del PRD), un tal contador Escalera y algunos otros especímenes de la misma laya.

Quede pues en su conciencia, que la historia los juzgue. En nuestra conciencia sólo queda, por ahora, la satisfacción del deber cumplido: informar claro y bien a la sociedad, en primer lugar, desde la misma sociedad.

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