Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 5 de abril de 2003
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Editorial
 

LA GUERRA POR ENVENENAR LAS MENTES

sol-2La agresión militar contra Irak no se libra solamente en los campos y ciudades de ese país doblemente martirizado (por la dictadura de Saddam Hussein y por el genocidio de los autodenominados "libertadores" extranjeros). La batalla principal se da también en las conciencias y en las mentes. De los soldados agresores, en primer lugar, para que acepten su papel de verdugos creyéndose héroes de la democracia universal, pero también de los agredidos, para aterrorizarlos con la superioridad tecnológica de los invasores que matan civiles y destruyen hospitales, y persuadirlos así de que toda resistencia es vana. Y se combate igualmente en las cabezas de la población de los países agresores, para que haga suya la lógica criminal de sus gobernantes.

La guerra -cualquier guerra- y mucho más aún una invasión colonial como la que realiza Estados Unidos con el apoyo inglés en Irak, tiene entonces como primera víctima a la realidad, la verdad y la libertad de información. La misma CIA desmiente al secretario de Defensa y al Pentágono, los datos del primero no corresponden con los del segundo y, ambos son desmentidos por los expertos militares rusos (que conocen muy bien a los jefes iraquíes, a quienes han preparado, al tiempo que estudian aún mejor las debilidades de quienes proclaman como doctrina la guerra preventiva, amenazando así a Rusia, entre muchos otros países). Los medios audiovisuales y escritos de Estados Unidos, por su parte, aceptan sin chistar las exigencias de autocensura del Pentágono y consideran antipatrióticos a los medios o periodistas que se animan a hacer públicas las opiniones de los iraquíes o dan una versión objetiva de los hechos.

Dichos periodistas pierden el trabajo, como Peter Arnett, premio Pulitzer, único reportero de la prensa occidental que cubrió desde Bagdad la guerra del Golfo de 1991 y que fue despedido hasta del National Geographic Magazine por decir en Irak lo que hasta generales sostenían en Washington: o sea, que el mando militar estadunidense había subestimado a su enemigo. Los voceros militar y presidencial de Estados Unidos mienten por su parte sin pudor y por principio, a un extremo tal que el presidente Bush se enoja con las preguntas de la prensa que lo ponen en dificultades, demostrando las fanfarronadas y contradicciones en los informes oficiales, y a un punto tal que periodistas españoles se han retirado del frente sosteniendo que "no son borregos", pues pretendían hacerles reproducir la propaganda bautizada como información, la intoxicación de propios y extraños por la desinformación y el ocultamiento organizados.

Pero donde se llega al máximo de la impudicia es cuando el secretario de Defensa británico insinúa que el trozo de metal que prueba que fueron estadunidenses o británicos los que bombardearon un mercado lleno de civiles inermes, es una prueba "sembrada" por los servicios de inteligencia iraquíes, que pusieron ese pedazo de bomba con inscripciones en un muro para que el corresponsal de The Independent -y nuestro también- Robert Fisk, incautamente la "descubriera".

Como muy bien recuerda el periódico británico, el gobierno inglés ha mentido hablando de un levantamiento de civiles en Basora contra el gobierno de Bagad, ha mentido sobre el número de prisioneros de guerra y vuelve a mentir en este caso para engañar al pueblo de su país, que se opone a la guerra. Los invasores necesitan asesinar antes que nada las leyes y la verdad. Y es posible que intenten también, por todos los medios, acallar las voces que arrojan luz sobre sus crímenes, que describen los efectos de las bombas inteligentes sobre los hospitales o los mercados llenos de niños, ancianos y mujeres. Fisk, sin embargo, sigue cumpliendo con su deber periodístico como nosotros mismos, y por el mismo motivo, seguiremos diciendo la verdad pese a todas las presiones. La verdad no debe ser acallada, ya que es la más poderosa arma contra las tiranías (sea la de Saddam Hussein, que expulsa inclusive a los periodistas árabes de Al Jazeera, que Washington quiere también amordazar, o sea, la del gobierno liberticida de George W. Bush, con sus leyes mordaza para la información y su represión a quienes disienten). Contra todos ellos la verdad se abrirá camino y terminará por ganar la importante batalla por las mentes y las conciencias, la batalla contra la alienación y la dominación que hace que el esclavo lo sea tanto del amo como de sí mismo.
 

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