Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 19 de marzo de 2003
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Editorial
 

DECEPCION DE EU Y UNIDAD NACIONAL

sol-2La primera reacción oficial de la Casa Blanca a la postura digna y soberana adoptada por México y su gobierno ante el violento empecinamiento de George W. Bush por arrasar a Irak fue formulada ayer por el vocero presidencial del país vecino, quien dijo que el grupo en el poder en Washington está "decepcionado" por la negativa mexicana a participar en esa inminente guerra criminal. Seguramente, en los días y meses próximos habrá que enterarse de otros reproches de esa calaña y hasta de algunas mezquindades menores, como la previsible dilación en la entrega de visas estadunidenses a ciudadanos mexicanos con el pretexto de "reforzar los controles" para impedir el ingreso al país vecino de hipotéticos terroristas.

Es improbable, y sería ilógico, esperar venganzas del vecino del norte más relevantes que esas contra nuestro país, no sólo porque su gobierno tendrá que concentrarse en la carnicería de iraquíes que está a punto de perpetrar, sino también porque las relaciones bilaterales -las políticas, las económicas, las de seguridad-, siendo estratégicas y cruciales para México, lo son también para Washington, y a éste no le conviene, en consecuencia, causar un deterioro significativo en ellas.

Los impactos más preocupantes de la conflagración inminente y del desencuentro diplomático entre México y Estados Unidos no son, pues, las improbables revanchas estadunidenses, sino la guerra en sí, con su cauda de muerte, sufrimiento y destrucción, así como las tendencias recesivas que se acentuarán, de manera previsible, en la economía mundial.

Pero en este escenario global ominoso, indignante y triste, nuestro país debe aquilatar la importancia de haberse unido, de haber sabido responder con una postura común y de haber defendido los principios y valores fundacionales de la nación mexicana. Debe reconocerse que el Ejecutivo federal ha representado con fidelidad el sentir nacional en contra de la guerra y que en ese empeño ha recibido y cosechado -salvo algunas voces tan aisladas que no merecen mención específica- el pleno respaldo de la ciudadanía, del Legislativo, de las organizaciones sociales, de las fuerzas políticas y de los otros niveles de gobierno. La oposición a la guerra y la defensa de la paz y la legalidad internacional han sido, en estos días y en los que vienen, seguramente más amargos, un punto de encuentro y de consenso para los mexicanos. Cabe esperar que a partir de esa confluencia los distintos sectores del país puedan, aun en tiempos electorales -en los que tienden a acentuarse las diferencias y a enconarse los discursos-, hallar un punto de partida para otros motivos de unidad y cohesión nacional.

Cabe felicitarse, incluso en estas circunstancias mundiales, por el éxito que significa haber eludido una fractura nacional como la que hoy sufren Inglaterra y España, a consecuencia del servilismo de sus gobernantes para con los furores bélicos de un presidente extranjero. Y hay que congratularse, finalmente, porque nuestro país ha sabido evitar desfiguros y ridículos como los que protagoniza el gobierno de Madrid, entre otros, en los cuales Washington ha conseguido aliados vociferantes, pero incapaces de concurrir al empeño militar más que con generosas cantidades de saliva.
 

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