Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 16 de febrero de 2003
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Editorial
 

LA GLOBALIZACION DE LA SOLIDARIDAD Y LA PAZ

Como pocas veces en la historia contemporánea del mundo, las sociedades del orbe realizaron ayer una demostración de solidaridad, generosidad y valentía de gran envergadura y hondo sentido de futuro. Millones de personas, en centenares de ciudades de los cinco continentes, se manifestaron en favor de la paz y exclamaron un rotundo no a la guerra que, injusta y descaradamente, se prepara desde la Casa Blanca con la complicidad de unos cuantos gobiernos aliados y la complacencia servil o timorata de algunos otros.

Las marchas y los mítines que ayer llenaron calles y plazas en todo el mundo -organizados de forma autónoma, prácticamente al margen de los poderes públicos y apoyados en las redes de comunicación global como Internet- constituyen, también, la comprobación de que los ciudadanos cuentan con la capacidad, la determinación y el coraje de hacer oír su voz y no tolerar más que los clanes gobernantes se ostenten como los únicos representantes del sentir de los pueblos y traicionen esa legitimidad democrática -cuando la tienen- para emprender acciones que dan la espalda a aquellos a quienes están obligados a servir. La vasta movilización que tuvo lugar este sábado constituye un prueba honrosa de que las mujeres y los hombres del mundo no están dispuestos a claudicar de sus derechos y sus libertades ni a rendir su conciencia ante quienes pregonan falazmente el recurso a la guerra y el exterminio del diferente como la vía para alcanzar la seguridad internacional.

La globalización -marcada hasta ahora por el capitalismo depredador y antisocial, productor de pobreza a escala nunca vista y sólo benefactor del gran capital trasnacional y especulativo- mostró ayer su rostro genuino y esperanzador: la posibilidad de un resurgimiento vigoroso de una sociedad organizada a escala planetaria, comprometida decididamente con la paz y determinada a colocar a los ciudadanos como un factor de equilibrio y rectificación que los gobiernos y demás poderes, cualquiera sea su signo, composición o ideología, están obligados a atender y respetar.

La actividad exhibida ayer por las sociedades del mundo tiene, además, repercusiones de índole local. La legitimidad y la pertinencia que demostraron la multitud de voces contra la guerra refuerzan también a todos aquellos que, en ejercicio de sus libertades civiles y de su derecho a exigir la satisfacción de sus demandas legítimas, recurren pacífica y respetuosamente a las manifestaciones públicas como una forma de activismo y compromiso sociales. El despertar ciudadano para exigir un cambio hacia una sociedad justa, libre y pacífica será, de consolidarse, un notable y auspicioso resultado del presente movimiento internacional contra la guerra y una oportunidad histórica que la humanidad debe preservar y aprovechar.

Si Washington y sus comparsas deciden, finalmente, desatar la invasión a Irak a contrapelo de los pueblos y las instituciones internacionales, se convertirán en el mayor factor de inseguridad y desestabilización del mundo y evidenciarán que, antes que acatar la voluntad de aquellos a los que dicen obedecer y proteger, sólo responden a intereses particulares y a ansias de dominación geopolítica y económica que en nada favorecen el desarrollo general. La paz, la legitimidad de la democracia y la legalidad internacional están en juego y las sociedades del orbe, y no la Casa Blanca y sus personeros, mostraron ayer que son sus depositarios y representantes genuinos, y que están decididas a defenderlas y preservarlas.
 

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