Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 2 de febrero de 2003
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Capital

Angeles González Gamio

šHaaay!.. tamales

Hoy, Día de la Candelaria, en muchas casas se están preparando tamales para cumplir con el compromiso que adquirieron los que sacaron el "niño" en la rosca de Reyes, que se partió el pasado 6 de enero. La añeja costumbre establece que hay que "vestir" a un niño Dios y llevarlo a bendecir, aprovechando, en muchos casos, para que les den la bendición también a los infantes de la familia. El broche de la ceremonia es la tamaliza, acompañada de un rico champurrado.

Ese exquisito manjar que constituye el tamal, adopta a lo largo y ancho del país diversas formas, sabores y colores. Hay especialistas que hablan de alrededor de 300 distintas recetas, que en realidad pueden ser muchas más si tomamos en cuenta las variaciones que cada señora en su cocina le imprime a las fórmulas tradicionales.

Un buen lugar para saborearlos es el Café de Tacuba, sea el clásico de la ciudad de México: verde, rojo o el rosado de dulce con sus pasitas, envueltos en hoja de maíz, o los costeños, que vienen en hoja de plátano, tersos y grasositos, rellenos de mole y pollo. El lugar está ubicado en el número 28 de la calle del mismo nombre, que le viene de cuando se llamaba calzada de Tlacopam y era una de las cuatro que comunicaban México-Tenochtitlan con la tierra firme.

Esta vía fue sede de importantes instituciones religiosas, entre las que sobresalía el convento y templo de Santa Clara, que establecieron monjas clarisas y que llegó a poseer una gran fortuna que incluía múltiples propiedades. Tras la aplicación de las Leyes de Exclaustración de los Bienes Religiosos, todas ellas se pusieron a la venta entre particulares.

A principios del siglo XX, una de las casas que se encontraba enfrente del antiguo templo, hoy sede de la Biblioteca del Congreso, la adquirió el matrimonio Mollinedo, quien instaló en el zaguán una lechería.

El negocio resultó un éxito, por lo que probaron poner un par de mesas y vender pan, tamales y buñuelos para acompañar la leche fresca con chocolate o café. Al poco tiempo requirieron ampliarlo, adaptando la planta baja de la casa y bautizando el lugar como Café de Tacuba, que habría de volverse uno de los lugares más concurridos de la capital.

A sus casi 100 años de vida, ha sido protagonista de varios acontecimientos que han pasado a la historia y la leyenda. Uno de los más célebres es el que sucedió el 25 de julio de 1936. Ya tarde, en la noche, en una de las pocas mesas que aún se encontraba ocupada, merendaba con su esposa el gobernador electo del estado de Veracruz, Manlio Fabio Altamirano. A la espera de que le sirvieran unos machitos en salsa borracha, se acercó a la mesa un hombre ataviado con gabardina y sombrero, quien le disparó a quemarropa ocho balazos, los cuales le privaron instantáneamente de la vida. Antes de que pudieran darse cuenta de lo que había sucedido, entre los gritos de los comensales, el asesino salió y abordó un automóvil que le aguardaba a la puerta de la casona.

El difunto había hecho fama por su claridad de palabra; eran comentadas las que dijo en un acto de campaña del general Álvaro Obregón: "mientras el pueblo sigue sufriendo, los funcionarios llevan enormes brillantes en la corbata, viven en palacios lujosos en la colonia Roma y se entregan a las más desenfrenadas concupiscencias"; muchos de los presentes se sintieron aludidos. Dos meses después del asesinato, el Congreso del Estado de Veracruz declaró al licenciado Miguel Alemán Valdés gobernador electo. Hasta ese momento un moño negro enlutó la fachada del Café de Tacuba.

A partir de los años cuarenta, en que adquirieron para crecer la casa que se encontraba en la parte posterior, la cual había pertenecido al Hospital de Mujeres Dementes, comenzó a aparecer un fantasma de sexo femenino, que periódicamente se muestra a las cocineras, quienes se han acostumbrado a su presencia. Uno que otro comensal desvelado afirma haberlo visto. Sea monja o demente, es indudable que no resiste los exquisitos aromas que se generan en las cocinas, en donde los platillos se continúan preparando a la manera tradicional, que incluye el uso de molcajetes, metates, molinillo, cazuelas de barro y cucharas de palo, ya que "si no, no sabe igual", afirma la guapa Gabriela, dueña del restaurante, junto con su esposo Rafael Ballesteros Mollinedo, nieto de los fundadores.

Así es que ya sabe, si no hizo tamales en casa, nos vemos en el Café de Tacuba; no se le olvide llevar su niño Dios bien vestidito.

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