Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 11 de enero de 2003
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Política
Luis González Souza

Canciller sin gloria y con mucha pena

Sin pena ni gloria suele decirse de las gestiones grises, pero aquí habrá que inventar un nuevo color, acaso una variante del negro. Sin gloria y con mucha pena es la calificación que, a nuestro juicio, merece la gestión del renunciante canciller Jorge G. Castañeda, también seguramente recordado por los historiadores venideros como el hombre de Washington en el gabinete de Vicente Fox.

No nos interesa que haya revisado a Freud (ahora se dice que existen el ego, el superego y Castañeda). Es decir, no nos interesan las características personales del (ex) canciller, nos interesa analizar e inclusive enjuiciar sus actos al frente de la cancillería de nuestro país.

El (ex) canciller Castañeda no sólo desvirtuó las mejores tradiciones históricas de nuestra política exterior ni solamente las debilitó; literalmente las sepultó.

Con él, México se quedó sin política exterior -ni buena ni mala- precisamente cuando el hombre de Washington ofreció a George W. Bush un apoyo "incondicional y hasta lo último" para su nueva travesura belicista dizque "contra el terrorismo". Lo dijimos en su momento; ni los siervos ofrecen ese tipo de apoyo, sólo lo ofrecen a cambio de un jornal o de una vivienda. Pero al hombre de marras le pareció poco asumir una actitud servil, se sintió animado o "instruccionado" para ofrecer dicho apoyo. Lo malo es que siempre lo hizo en nombre de todo México, sin consulta ni contemplación alguna al letal daño para la dignidad nacional. Tan sólo por eso, es que la de Castañeda junior es la crónica de una renuncia largamente anunciada, parafraseando al gran Gabo.

Castañeda padre, un canciller verdaderamente digno del nombre, seguramente ahora mismo se está retorciendo en la tumba al ver los desvaríos de su vástago. Ningún hombre de Estado en México puede conducirse con una actitud tan entreguista hacia Estados Unidos. Si al gobierno de esta nación, peor aún, a un gobierno como el de Bush junior le ofrecemos un apoyo incondicional, ya no resta sino hacer las antesalas del caso para ver cuándo dicho gobierno se digna a abrirnos las puertas y escucharnos. No por casualidad, después del montaje del 11 de septiembre de 2001, el cacareado acuerdo migratorio al que tanto apostó Castañeda junior quedó reducido a cenizas y sólo incluyó, si acaso, la visas (a la Casa Blanca y hasta Disneylandia) de Fox, Martita y hasta el propio Castañeda.

Ya lo han dicho o lo han experimentado grandes celebridades de nuestro país, desde Isidro Favela hasta Castañeda padre, pasando por Luis Padilla Nervo y Carlos Fuentes: un país como México, por razones tanto geopolíticas como históricas, no puede darse el lujo de diseñar su política exterior al margen de Estados Unidos, ni puede darse el lujo de asumir posiciones timoratas o serviles ante la gran potencia. Esa es una enseñanza elemental de nuestra historia y de nuestra diplomacia más digna. Quien se atreva a desdeñarla o a actuar en sentido inverso, sea Castañeda junior o quien sea, tarde o temprano amanecerá en el panteón de los diferentes tonos de gris.

Otra insoslayable enseñanza histórica es que la libre autodeterminación, no sólo de las naciones sino de los pueblos mismos, ha sido, es y será la piedra angular de las más dignas tradiciones de nuestra política exterior. Y es que México, de no haber defendido perseverantemente dicho principio, simplemente hoy no sería México. La libre autodeterminación es más que un acto de legítima defensa, es uno de elemental sobrevivencia. Pues bien, el mentado canciller tuvo a mal, entre muchos otros desatinos, hacer añicos el principio de la libre autodeterminación y a la propia doctrina Estrada: desde el insolente trato al presidente de Cuba alrededor de la cumbre de Monterrey hasta la virtual ruptura de relaciones con dicha nación hermana, pasando por las aversiones bushiano-castañedistas hacia el régimen de Hugo Chávez en Venezuela. De ese tamaño fueron los desprecios del (ex) canciller mexicano hacia dicho principio, de ese tamaño son los daños infligidos al proyecto nacional de México, cualquiera que éste sea. Sólo esperamos que sean daños reparables.

Reparar los daños no será fácil, ni queremos hacerla de bomberos. Pero seguramente la agenda venidera pasa por las siguientes pautas elementales: 1) reasumir una posición tan autónoma como digna frente a Estados Unidos; 2) entender de una vez por todas y actuar en consecuencia que nuestra plataforma fundamental para operar frente al extranjero es nuestra América, es decir, la América Latina; 3) empujar en serio una política de diversificación de relaciones, pero siempre sobre bases equitativas y de respeto mutuo hacia Africa, Europa, Asia y Oceanía y por supuesto América y, 4) cancelar el virtual estado de terror que Castañeda junior ha instaurado en la base de operaciones de cualquier política exterior, es decir, la cancillería.

Si ello resulta mucho pedir entonces significará quizás que el dizque nuevo gobierno de Fox ni siquiera tiene un proyecto nacional que defender. Si resultara así, entonces se lo pediremos a los Reyes Magos aunque sea un tanto a destiempo.

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