Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 5 de enero de 2003
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Cultura
2003, CENTENARIO NATAL DE NIN

En sus obras se pierde el lindero entre ficción y realidad, dice su sobrina nieta

El principal talento de Anaïs Nin, inventarse mediante la escritura

En la familia nunca se entusiasmaron con la publicación de los diarios; preferían recordarla como una niña imaginativa, comenta "En París pasó algo que detonó las fantasías de mi tía abuela'' Contar historias, mi único bálsamo, apuntó la autora francesa, célebre por sus diarios

MONICA MATEOS-VEGA

El gran talento de Anaïs Nin -cuyo centenario de natalicio se celebrará el próximo 21 de febrero- fue comprender y aceptar que carecía de talento, y a partir de ahí inventarse mediante la escritura de sus diarios. Esa es la imagen que dejó en sus hermanos la autora de Henry y June, libro que en 1986 detonó en el mundo un culto por la narradora. Así lo explica la petite Nin, Kitzia, radicada en México, la más joven de una familia ligada al arte durante generaciones, sobrina nieta de Anaïs y sobrina de la escritora Elena Poniatowska.

ana-1En entrevista con La Jornada, Kitzia afirma que los hermanos de Anaïs -Thorvald (su abuelo paterno, ya fallecido) y Joaquinito (quien actualmente vive en California y tiene 94 años)- nunca se entusiasmaron con la publicación de los diarios; preferían recordar a la autora como la niña que les hizo vivir una infancia llena de aventuras imaginarias.

"Mi bisabuela Rosa Cullmell, madre de Anaïs, siempre se quejaba de las invenciones de los Nin. Y Anaïs desarrolló en sus diarios algo que muchos conocen como 'mentira vital', es decir, ella misma no sabía cuándo inventaba, cuándo decía la verdad o cuándo la manipulaba para su beneficio", explica.

Pero los admiradores de Anaïs no cuestionan el origen de las anécdotas íntimas que plasmó en sus diarios y novelas. Son cautivos de las historias de infidelidad y encuentros sexuales, como las que se han publicado con los títulos Incesto (1992) y Fuego (1995).

En los foros de Internet dedicados al intercambio de opiniones acerca de la autora de Una espía en la casa del amor (1954) se encuentran comentarios de este tipo: "Anaïs ha inspirado mi búsqueda del erotismo. Sus escritos y revelaciones me excitan". "Los libros de Anaïs me llenan de coraje, de fuerza para aceptarme como soy". "Anaïs, tus palabras me hacen sentir vivo" y "Gracias, Anaïs, tu espíritu y obra vivirán por siempre.''

No obstante, en 1994, Deirdre Bair, biógrafa de Nin, denunció que los libros que se publicaron después de la muerte de Anaïs, ocurrida en 1977, son en realidad "textos distorsionados" por Rupert Pole, con quien la escritora vivió hasta su muerte y asegura ser depositario de la última voluntad de ella.

Según Bair, no existen los llamados "diarios no expurgados", pues Anaïs publicó todo en vida. Lo que ha hecho Rupert Pole es seleccionar y editar pasajes de los diarios originales, ''en muchos casos de diferente manera a lo que ella escribió'', lo cual ha convertido a la escritora a los ojos de muchos críticos literarios ''en un monstruo narcisista, con una personalidad patológica'', dice la biógrafa.

Kitzia -tambien escritora- confirma esta versión y añade que incluso Joaquín Nin-Cullmell, hermano menor de la narradora, demandó a Pole e intentó sin éxito impedir la publicación de Incesto. ''Al igual que muchos críticos estadunidenses, creo que la actitud de Rupert obedece a estrategias de mercadotecnia'', expresa.

Anaïs dio sus diarios (35 mil páginas manuscritas) en custodia al Departamento de Colecciones Especiales de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), y los derechos de edición pertenecen a quien fue su agente, Gunther Stuhlmann. No obstante, nadie puede consultar los originales sin la autorización de Rupert Pole, lo cual ha hecho, explica Blair, "que muchos investigadores desistan de su idea de analizar ese material y que Nin esté relegada a lo que nunca quiso: ser una autora de culto, de quien únicamente se estudia en las escuelas de Estados Unidos su novela La casa del incesto (1949) como representativa del surrealismo literario".

En la introducción al libro Fuego, Pole dice que los volúmenes póstumos forman parte del "diario amoroso" de Anaïs Nin y que "no se ha omitido nada de importancia; la gramática y puntuación reflejan la escritura al rojo vivo de Anaïs. Cuando la serie íntegra del 'diario amoroso' esté terminada, dispondremos del extraordinario testimonio vital de la maduración emocional de una artista creativa, una escritora dotada de la técnica para describir sus emociones más íntimas y con el valor de darlas a conocer al mundo''.

Por su parte, en un ensayo, la investigadora hidalguense Guadalupe Angeles opina que Anaïs Nin puede ser considerada una novelista innovadora por los cinco tomos que conforman su proyecto Ciudades interiores. Agrega que se le ha clasificado como exponente del género llamado novela río (roman fleuve), el cual expresa la búsqueda del yo por medio del laberinto de la eterna confusión humana. En sus novelas, Nin se valió del simbolismo, el surrealismo y el sicoanálisis. Entre sus obras más destacadas se cuentan: D.H. Lawrence: An unprofessional study (1932), Invierno de artificio (1939), Under a glass bell (1944), Escaleras hacia el fuego (1946), Ciudades interiores (1959), Seducción del Minotauro (1961), Collages (1964), La novela del futuro (1972), Pájaros de fuego y Delta de Venus (ambas de 1977).

En tanto, la escritora estadunidense Erica Jong definió así la obra literaria de Anaïs Nin: "ha logrado expresar todo lo que los libros de mujeres han dejado de lado durante siglos. No sólo rompió el tabú, sino que tuvo la audacia de escribirlo. Lo que Nin ha creado es nada menos que un espejo de la vida. Las fluctuaciones de estados de ánimo, del odio al amor, que marcan nuestra frágil humanidad son vistas en proceso, como nunca antes. Hizo lo que Proust, Joyce y Miller, pero desde una conciencia femenina. La dimensión de su aporte quedará para otros tiempos. Dará confianza a las mujeres escritoras que necesiten valorar sus propios temas. Sea adorada o detestada, lo importante es que sea leída".

El arte en las venas

El bisabuelo paterno de Anaïs, Joaquín Nin y Güell, perteneció a la familia que fue mecenas del artista y arquitecto Antoni Gaudí (1852-1926). Su abuelo materno, Thorvald Cullmell, era danés, afincado en Cuba, miembro activo de los grupos que consiguieron la independencia española de la isla, casado con la francesa Anaïs Vaurigard, con quien tuvo ocho hijas. Rosa Cullmell era la hija mayor del acaudalado Papató (como era conocido Thorvald). Ella tenía 30 años cuando se casó, en 1902, con Joaquín Nin y Castellanos, joven de 20 años aspirante a músico.

Papató les dio de regalo de bodas boletos para viajar en barco a Europa, así como una suma mensual para que pudieran establecerse en Neully, cerca de París, Francia, donde nació Anaïs el 21 de febrero de 1903. La historia familiar es narrada por Kitzia Nin Poniatowska: ''Mi bisabuelo Joaquín era muy mujeriego; pronto empezaron los problemas con mi bisabuela Rosa. Además, se molestó cuando nació Anaïs, porque no esperaba que fuera mujer. Siempre le decía que era una niña fea. Debido a los conflictos, regresaron a La Habana, donde nació mi abuelo Thorvald. Luego la familia se fue a Berlín, pues alguien le dijo a mi bisabuelo que ahí podría desarrollar su carrera de músico. Ahí nació Joaquinito.

''Mi bisabuelo dejó abandonada a su familia en Alemania, aunque después les pidió que se trasladaran a España.

Mi bisabuela Rosa se fue entonces a Barcelona con sus tres hijos pequeños. Ahí aprendieron español. Pero Anaïs durante mucho tiempo se negó a hablar en un idioma que no fuera francés, pues su papá le decía que era la única manera de comunicarse con él.

"Harta de esperar al marido que nunca regresó, mi bisabuela Rosa se fue a Nueva York, donde tuvo que arreglárselas como pudo para mantener a sus hijos. Mi abuelo Thorvald tuvo que rechazar una beca universitaria y dedicarse a trabajar para ayudar a su madre con los gastos del pequeño Joaquín y de Anaïs, quien no hacía nada más que escribir en su diario. Cuando los abandonó su padre, Anaïs se creó un mundo, inventó su esfera y en él se desarrolló."

A los 11 años Anaïs inició la escritura de sus diarios, como continuación de una carta a su padre en la que le relató el viaje en barco de Europa a Estados Unidos.

El 20 de mayo de 1915 anotó: "Soy Angeles Anaïs Juana Antolina Rosa Edelmira Nin y Cullmell. Tengo 12 años y estoy bastante alta para mi edad; todo el mundo lo dice. Soy delgada, tengo los pies grandes y las manos también, con los dedos largos, que suelo crispar por nerviosismo. Tengo la cara muy pálida, unos grandes ojos castaños, perdidos, y temo que revelen mis insensatos pensamientos. La boca muy grande, me río muy mal, y sonrío regular. Cuando me enfado, hago una mueca con los labios. En general soy seria, un poco distraída. Mi nariz es un poco Cullmell, quiero decir, un poco larga, como la de la abuela. Tengo el pelo castaño, no muy claro, me llega un poco por debajo del hombro. Mi mamá dice que son mechas, y yo siempre las oculto en una trenza o recogiéndomelo con una cinta. Mi carácter: me enfado con facilidad, no puedo soportar la menor broma, pero me gusta hacerlas. Me gusta el trabajo; adoro a mamá y a papá, y por encima de todas mis tías y todo el resto de mi familia, sin contar a mamá, papá, Thorvald y Joaquinito, quiero mucho a mi abuela. Me encanta leer y escribir; es una pasión".

De los ensayos al primer diario

Kitzia continúa el relato: "En Nueva York, Anaïs era vecina de Hugo Parker-Guiler, protestante, de ascendencia irlandesa, quien trabajaba en el National City Bank. Se conocieron en 1921. Se enamoraron. De pronto Anaïs, esa católica, española, cubana y además pobre, anunció que se casarían. Para nada gustó eso a la familia de Hugo, que amenazó con desheredarlo. Pero se casaron en La Habana en 1923, aunque los padres de él no asistieron a la boda. Hugo asumió por completo la manutención de la familia de Anaïs.

''Los dos eran vírgenes. Al principio tuvieron problemas para tener un coito, por lo que el matrimonio no se consumó de inmediato y Anaïs se volvió una obsesiva del sexo. Durante su estancia en Nueva York convivió con ellos el mexicano Feliciano Béjar, creador de los magiscopios. A Hugo le gustaba filmar, así que para una de sus películas utilizó un magiscopio de Béjar. Después de ocho años de casados, Anaïs y Hugo se fueron a vivir a París. Mi bisabuela Rosa y Joaquinito se fueron con ellos, mientras Thorvald se quedó en Nueva York.

"En París pasó algo que detonó las fantasías de Anaïs. Cuánto de lo que escribió en sus diarios es verdad, o cuánto es invención y está manipulado, no lo podría decir. Y creo que nadie lo sabrá", concluye Kitzia al recordar que su abuelo Thorvald siempre prefirió hablar de la Anaïs que se disfrazaba de enfermera y los hacía jugar a ser soldados o marineros y que en sus primeros escritos apuntó: "somos los niños más felices porque tenemos el mayor de los lujos: nuestra imaginación".

En 1932 Anaïs publicó su ensayo D.H. Lawrence: An Unprofessional Study, que firmó como Melisandra y tuvo gran aceptación. Pero cuando quiso publicar sus diarios, con su propio nombre, los editores la tacharon de aburrida y criticaron su "tono letárgico". Entonces se dedicó a publicar novelas basadas en sus diarios.

En 1944 escribió: "Contar historias es el único bálsamo, la única droga, la única isla permanente, indestructible, constante y habitable en todo momento. Esto ya no es un intermedio para una sed y una curiosidad interminables, sino una posesión del presente y de lo cercano que no he despreciado nunca, y ahora por vez primera aprecio el refugio, el reposo, la ventana y la puerta suavemente cerradas que dicen: todo está aquí, en el presente, en la tierra".

En 1966 Nin publicó por fin su primer diario. La cubierta decía simplemente El diario de Anaïs Nin, puesto que no pensaba sacar un segundo volumen. Pero el libro tuvo buena aceptación y la escritora decidió dar a conocer el resto: seis libros más.

Anaïs murió de cáncer en Los Angeles, en 1977. Hasta el último momento su diario fue la obra de su vida, tal como señaló en 1941 Henry Miller, su gran amigo, amante y colega: ''Creo que tu Diario es realmente más importante que toda mi obra junta. Y si no, desde luego tan importante. Yo dejaría de pensar en editores y editoriales. Debemos hacerlo nosotros mismos. Más adelante vendrán a ti, ya lo verás.

''Y las críticas tampoco significan nada. Sólo una cosa cuenta: la estima de nuestros iguales. Si tenemos fe y voluntad, con el tiempo los otros las tendrán también.

''Te equivocas al hacerte ilusiones sobre la actitud de los estadunidenses. Serás aceptada muy bien, magníficamente, cuando aparezca tu obra maestra, es decir, el diario. El resto de tus escritos despista a la gente. No libres ninguna batalla por defender tus obras menores. Concentra todos tus esfuerzos en tu gran obra."

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