GOLPE AL CINE MEXICANO
El
rechazo de la Cámara de Senadores a la iniciativa para destinar
un peso por cada boleto de las taquillas cinematográficas al impulso
del cine nacional, aprobada previamente por los diputados con el voto favorable
de todas las fracciones parlamentarias, constituye un duro revés
para la industria y los creadores fílmicos mexicanos. En tal propuesta
se preveía que los recursos recaudados por los derechos de ingresos
en taquilla constituyeran un fondo para promover y apoyar las producciones
cinematográficas nacionales, una idea recibida con satisfacción
por la comunidad artística e intelectual del país.
Aunque tal gravamen no sería pagado por los distribuidores
y exhibidores de cine, sino por los espectadores, la Cámara Nacional
de la Industria Cinematográfica y del Videograma (Canacine) y la
Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) emprendieron
una efectiva acción de cabildeo para que el Senado diera marcha
atrás a esta saludable propuesta. Con ello, no sólo expresaron
su desinterés por el cine y la cultura nacionales, sino que mostraron
una poco menos que sospechosa resistencia al escrutinio fiscal de sus ingresos
por taquilla y una más que evidente entrega a los intereses de la
industria fílmica estadunidense, plagada de cintas de escasa calidad
y carentes de vínculos directos con la idiosincrasia y la cultura
nacionales.
Por su parte, sorprende que una iniciativa benéfica
para el conjunto de la sociedad y avalada ampliamente en la Cámara
de Diputados haya sido descartada por el Senado con tal rapidez y contundencia
(sólo el senador Javier Corral Jurado le concedió su voto
favorable). Tal situación o bien revela que la Cámara Alta
ha dado la espalda al cine mexicano para proteger los intereses de las
empresas trasnacionales de entretenimiento y sus comparsas nacionales o,
por el contrario, muestra una aguda falta de análisis y perspectiva
de parte de quienes están obligados a legislar en bien de la sociedad
y no en favor de estamentos particulares.
Tras ser rechazada esta propuesta, sólo queda que
el pleno de los diputados asigne, vía presupuestaria, a las instancias
de promoción de la cinematografía nacional, como Imcine y
Fidecine, los fondos necesarios para su operación. En las actuales
condiciones del país, habría resultado meritorio que los
distribuidores y exhibidores fílmicos avalaran solidariamente la
iniciativa de destinar un peso por cada boleto vendido para dar aliento
al cine mexicano sin distraer recursos tan necesarios en otros rubros del
gasto público. Ellos mismos habrían sido, cabe señalar,
parte de los beneficiados, pues contarían con más y mejores
cintas producidas en México, obras que en tiempos recientes han
probado ser exitosas en términos comerciales.
La mezquindad de unos cuantos parece haberse impuesto,
al menos en el pleno senatorial, a la promoción de una industria
tan importante para el desarrollo y la independencia cultural del país
como es la producción cinematográfica.