Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 12 de diciembre de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas 
  >

Cultura

Olga Harmony

Más allá del mar

Norma Román Calvo escribe suprimiendo su nombre de pila, por lo que muchos creíamos por largo tiempo que se trataba, dada su facilidad para versificar (es autora de un texto al respecto e imparte clases de ello en la Facultad de Filosofía y Letras) y su gusto por los temas populares, que se trataba de un autor del siglo XIX, a pesar de que desde 1974 se hizo acreedora de varios premios en provincia y sus obras ya eran muy representadas por grupos juveniles -se especializó por largo tiempo en temas para adolescentes- en toda la República. En 1984 ganó un segundo lugar, que a mi entender debió ser el primero, en un concurso nacional con Escándalo en el Paraíso, una de sus mejores obras que debería ser escenificada. Su acendrado amor por lo mexicano y su afán de dirigirse a los jóvenes la llevaron a escribir un texto muy didáctico, Más allá del mar, que habla de la expulsión de los jesuitas de la Nueva España y, sobre todo, de la nostalgia por la patria que tienen los desterrados.

Román Calvo casi siempre habló de la exquisita partitura del íntimo decoro y no logra la gutural modulación del bajo, por lo que su texto épico tiene un tono menor, muy propicio para que el público estudiantil conozca algunos detalles de nuestra historia y de varios de sus personajes, jesuitas todos, a los que se debe una obra muy importante. A no ser por algunos momentos, como los milagros que responden a las oraciones de los buenos padres, de fuerte acento católico que se avienen bien con el tema pero que contradicen la educación laica, sería excelente propuesta para algún programa escolar. Incluso los buscados anacronismos, la presencia de la televisión aprovechada para dar información o de teléfonos celulares, aunque no sean muy novedosos, pueden atraer a un público adolescente. Pero mucho me temo que un teatro universitario no sea el espacio mejor para su montaje.

Esto último, sobre todo, por la precariedad de toda la escenificación. Poco se puede entender que sea presentada por tres importantes instituciones como el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Teatro y Danza de la UNAM. La paupérrima producción esta vez no fue suplida con ingenio e imaginación. Una escenografía -diseñada por Víctor Padilla- de varios pisos y tres planchas que conforman los espacios pedidos por la autora, pero que resultan, las planchas, muy pesadas para ser movidas de acuerdo con la acción, lo que retarda el ritmo.

La gran cantidad de personajes, algunos reales pero muy incidentales, hace que los actores doblen papeles. Sobre un vestuario básico del que es responsable Diana Muñoz, de pantalones y camisa negros, se superponen aditamentos muy poco logrados, feísimos los vestidos de Francesca y Lauretta Crispiamal realizados, parecen haber sido objeto de algún préstamo porque no se ajustan bien a las actrices. Horrendas las pelucas de trapo pintado, entre las que, por cierto, la que usa el virrey Félix Berenguer de Marquina resulta un anacronismo no buscado porque pertenece al siglo XVII, cuando este virrey de la Nueva España lo fue en el XVIII.

Todo es tan falto de rigor como lo de la peluca (que no es un dato menor tratándose de una obra histórica), incluyendo el bordado en bastidor de la condesa que parece hecho por una niña no muy inteligente, lo que desdice de toda pretensión brechtiana, porque Brecht cuidaba con esmero los detalles. Se salva la música de Jesús Echavarría en lo que no es la mejor dirección de Antonio Algarra, porque los actores, quizá por la rapidez de sus cambios de personaje, no logran interpretar ningún papel e incluso algunos tienen problemas de dicción. Aunque vi caras conocidas, la escenificación tiene un aire de amateurismo, de improvisación que, lejos de resultar graciosa o interesante, es simple y llanamente un teatro mal hecho.

La UNAM, tan agredida por quienes querrían verla minimizada, y justamente por eso debe responder a su larga tradición teatral y ofrecer en sus espacios montajes de gran dignidad artística. Y esperemos que la nueva coordinación de teatro del INBA apoye en lo sucesivo una calidad de que está ayuna esta escenificación.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año