Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 10 de diciembre de 2002
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Política

José Blanco

Entre bobos anda el juego

Dice María Moliner de la expresión que titula este artículo: es una frase con que se comenta que todos los que intervienen en un asunto son igualmente tontos o, por el contrario, igualmente astutos, o que tratan por igual de engañarse unos a otros. De eso se trata el jueguito de número mágicos con los que últimamente andan queriendo jaquearse los partidos políticos en la Cámara de Diputados. Uno de esos números mágicos es el 8 por ciento del PIB para educación, el otro es la rebaja de 100 diputados plurinominales.

Al menos desde principios de los 70, de vez en vez alguien en México, casi siempre del flanco izquierdo o cerquita de, se refiere al número mágico del 8 por ciento para educación que, según dice la conseja, es una recomendación de la UNESCO. Ultimamente más de uno se atribuye la paternidad de la propuesta. Que el gobierno ponga esa plata y como por ensalmo México se convertirá en una sociedad educada. No es siete ni es nueve; es, cabalísticamente, ocho.

La hacienda pública logra recaudar, entre impuestos y otros ingresos, 11 por ciento del PIB, en promedio. Quedan tres puntos del PIB de ingreso fiscal para atender la salud, el campo, la infraestructura, las comunicaciones, la expansión del sector eléctrico y las mil cosas más que hacen falta en la República. Más allá de los 11 puntos de recaudación fiscal está el ingreso petrolero. Es de suponerse que, para atender en alguna medida todas esas cosas, es menester echar mano de ese ingreso, como siempre. Es decir, seguiremos expoliando a Pemex hasta que muera de inanición.

Claro, queda el recurso de aumentar la deuda pública, acreciendo con ello el riesgo país, la tasa de interés y el servicio de la deuda, hasta entrar en insolvencia y parar la economía con una crisis financiera. O, por supuesto, a propósito de los buenos deseos de fin de año de los diputados en materia de educación, el Congreso nos puede dar también la buena nueva de una reforma fiscal en serio. O quizá la H. 58 Legislatura puede cederle los trastos a la H. 59 para que resuelva el problema. Después de mí, el diluvio.

La H. 58 no habla de un proyecto nacional concreto en materia de educación, por el cual se reorganice el sistema, se dé una educación elemental de alta calidad a los niños -lo cual requiere eliminar al SNTE- se transforme y articule el nivel secundario, que incluye lo que hoy llamamos escuela secundaria y el nivel medio superior, y se reforme, amplíe y diversifique el nivel terciario. Si eso cuesta 7, 8, 9 o 10 puntos del PIB, eso es lo que cuesta y es preciso hacerlo.

Pero ya sabemos, lo del 8 fue tan sólo una colocación política de la oposición, a la que raudamente se sumó también el PAN para no quedar descolocado, y después el Presidente alegó "yo lo dije primero". Pero no fue eso todo lo que hizo el PAN. Replicó con su propio número mágico: eliminar 100 diputados plurinominales.

En 1963 se reformó la Ley Federal Electoral para dar cabida a las minorías ahogadas por la aplanadora del partidazo. Se trataba de cambiar la imagen autoritaria del régimen por una de flexibilidad del sistema político. La reforma se aplicó por primera vez en las elecciones de julio de 1964. El PAN obtuvo 20 diputados de partido (así se llamaban entonces), el PPS nueve y el PARM cinco; tales los escaños graciosamente concedidos. Estas cifras se mantuvieron prácticamente inalteradas en los lustros posteriores. Era un asunto de imagen y de control político. Pero la ilegitimidad política creciente del PRI y los cambios en la correlación de fuerzas estiraron después el espacio de los diputados no elegidos por nadie, hasta llegar a 200.

El PAN propone una reducción de 100, para colocarse políticamente, en el umbral de un año electoral. No hay duda de que logró su objetivo: la propuesta, por supuesto, ganó simpatía con rapidez inusitada en la sociedad. Y frente a la misma a las oposiciones no les ha quedado más que exhibir grotescos pataleos.

La H. 58 no discute, a la luz de nuestros nuevos instrumentos electorales y de la alternancia, cómo integrar una buena representación, teniendo presente la experiencia internacional: a cuántos ciudadanos debe representar un diputado. Resuelto esto -quizá los 300 hoy de mayoría- la representación de las minorías se puede obtener por la proporcionalidad directa y así todos los diputados serían electos. No necesitamos más de plurinominales. Quizá haya que reforzar, al mismo tiempo, el aparato técnico de apoyo de los diputados, generalmente muy poco informados de los asuntos de la nación.

El PAN sabe que su propuesta no pasará, porque a los partidos no les interesa la racionalidad representativa, sino sus intereses y espacios para repartir curules. Pero ya asestó, con un número mágico, un bombazo a su oposición. Entre bobos anda el juego.

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