Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 27 de noviembre de 2002
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Mundo

Rechazan censura organizaciones periodísticas rusas

Veta Putin enmiendas a la ley de prensa aprobadas por el Parlamento

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 26 de noviembre. Ante el clamor de la prensa, y sobre todo en un intento por restablecer el equilibrio entre los distintos grupos de presión de su entorno más cercano, el titular del Kremlin, Vladimir Putin, ejerció su derecho al veto sobre las recientes enmiendas a la ley de prensa, aprobadas ya por ambas cámaras del Parlamento ruso.

La ambigüedad de las nuevas formulaciones, que dejan un amplísimo margen para restringir la cobertura de los medios de comunicación de todo aquello que a criterio de las autoridades pudiera interferir en la lucha contra el terrorismo, causó preocupación y desánimo en la Unión de Periodistas de Rusia y otras organizaciones gremiales.

Los líderes de éstas, junto con los directores de los principales medios de comunicación locales, denunciaron lo que no dudaron en calificar de embates contra la libertad de expresión y suscribieron una carta abierta al presidente de Rusia en la que pidieron a Putin impedir la introducción de una férrea censura en el país.

El reclamo de los periodistas se acompañó de intensas presiones por parte de algunos de los más influyentes magnates rusos, que han estado usando los medios de comunicación de su propiedad para descalificar a las figuras más representativas del aparato de seguridad del Estado, que -conviene tenerlo presente- también controlan sus propios medios, sobre todo dos canales de televisión de alcance nacional.

Esta lucha intestina en el primer círculo presidencial amenaza con derivar en una nueva guerra mediática, igual de desaseada que cualesquiera de las muchas que ha vivido Rusia en los últimos años, y a falta de reglas claras, impensables por definición, podría acabar por salpicar al mismo Putin.

Y no es que dos grupos de favoritos del mandatario de Rusia -el ligado a la llamada Familia del anterior presidente, Boris Yeltsin, y el de colaboradores traídos de San Petersburgo- sean más tolerantes hacia las críticas que el otro, el de funcionarios salidos del aparato de seguridad, sino que ninguno quiere verse rezagado a la hora de articular las políticas del Kremlin y, para decirlo sin ambages, al momento de cosechar los beneficios que otorga la cercanía con quien ostenta aquí el poder supremo.

Pero este poder en Rusia, desde que renunció Yeltsin y hasta ahora, se apoya en el equilibrio de esos tres grupos, que es justamente lo que permite a Putin gobernar sin tener que afrontar mayores perturbaciones políticas, más aún que la oposición carece de proyecto sólido y de líderes carismáticos para erigirse en alternativa a los ojos del electorado.

El Parlamento actual, dominadas ambas cámaras por las fracciones oficialistas, es un dócil instrumento para concretar en medidas legislativas los intereses diversos que rondan los pasillos del Kremlin.

Cada grupo cercano al presidente cabildea sus propios borradores de ley y trata de sacar adelante las iniciativas de reforma que más convienen a sus intereses, como sucedió con las enmiendas a la ley de prensa, promovidas con asombrosa celeridad por el aparato de seguridad del Estado.

Obvia resultó la maniobra de este grupo de utilizar el contexto de la reciente tragedia del secuestro masivo de rehenes en el teatro Dubrovka de Moscú para convertir la lucha contra el terrorismo en una especie de patente de corso. Las restricciones adoptadas por el Parlamento rebasaron con mucho los límites de la sensatez para las situaciones extremas en que los medios, de por sí, deben actuar más con apego a elementales valores éticos que a prohibiciones.

Además, junto con la imposición del ministro del Interior, Boris Gryzlov, como presidente de Rusia Unida, la principal organización política al servicio del Kremlin, que encabezaba Aleksandr Bespalov, amigo personal de Putin desde que se conocieron en San Petersburgo, podría pensarse que el aparato de seguridad del Estado está tratando de sacar ventaja en el arranque de la carrera electoral para renovar la Duma, la cámara baja.

Pero todavía falta un año para que se celebren esos comicios y Putin, al vetar las enmiendas a la ley de prensa, mandó una clara señal en el sentido de que no apoya la idea de adelantar los tiempos electorales ni tampoco quiere propiciar el desgaste de los distintos clanes de su entorno.

Putin pidió a los presidentes de la Duma y del Consejo de la Federación crear una comisión de conciliación que elabore, junto con periodistas destacados, "formulaciones más concretas".

Al parecer, el mandatario ruso es partidario de que se cambie el aspecto de mayor controversia, el uso del concepto "operación antiterrorista" (que abarca en la terminología oficial la guerra de Chechenia) por "cobertura de situaciones extremas", como podría ser el secuestro en el teatro de Moscú.

Al mismo tiempo, Putin expresó el deseo de que los medios sean "independientes económicamente", pero dijo no estar de acuerdo en que se guíen sólo por "aumentar a toda costa su rating para hacer dinero" y, por lo mismo, concluyó: "es inadmisible que conviertan en reality show un atentado terrorista".

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