Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 19 de octubre de 2002
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Editorial
POBREZA: COMO ANTES DE 1995

Una fuente insospechada -el director para México del Banco Mundial, patrocinador de la política económica de los cuatro últimos sexenios- sostuvo que el nivel de pobreza en el país es el mismo que antes de la crisis de 1995, o sea hace ocho años. Es más, agregó que el estancamiento de la economía en los dos años que van del gobierno de Vicente Fox no sólo impidió reducir la pobreza sino que también podría haberla aumentado. El mismo funcionario estimó las cifras oficiales de pobres en 45 millones. La cifra es enorme y espantó al Banco Mundial: ¿cuál habría sido su horror si hubiesen aceptado las que presentan reputados especialistas en el tema y académicos para los cuales el número de pobres oscila entre 60 y 80 millones (según las mediciones) y el de personas en extrema pobreza se acerca al cálculo formulado por el Banco Mundial?

Se podrá argumentar que México vive en un mundo en recesión y al lado de una economía, como la de Estados Unidos, con la cual está ligado con una cuerda doble y que, por consiguiente, mientras ésta no se recupere de su estancamiento virtual, nuestro país difícilmente podrá alcanzar un crecimiento aceptable que permita reducir la pobreza. Pero el candidato Vicente Fox y su partido ofrecían un crecimiento de siete por ciento anual con la misma realidad geográfica, mientras que el ahora presidente y su organización política se dan por contentos con administrar la crisis al mismo tiempo que sostienen que la economía no tiene problemas, cosa que los hechos y hasta el Banco Mundial desmienten.

El funcionario del banco habló también de "características persistentes en el mapa social del país'' como el grado altísimo de pobreza, y de "una marcada desigualdad en la distribución de los ingresos'', casi como si fueron rasgos determinados por la geografía o el clima y no por políticas sociales promovidas por el mismo banco y acatadas por tres sucesivos gobiernos priístas y otro panista, sin que hubiera cambio alguno a este respecto, políticas que revelan una extraordinaria continuidad (e insensibilidad) social.

Si se admitiese que los pobres representan sólo la mitad de la población mexicana, como dice el Banco Mundial, y no seis u ocho de cada diez habitantes, estaríamos de todos modos frente a una catástrofe nacional y a un panorama social altamente explosivo, sobre todo porque en los últimos ocho años el país no salió del pozo, sino que aparentemente se está hundiendo más en él.

Por eso surge una pregunta: ¿no ha llegado acaso, a pesar de todas estas admoniciones cotidianas como la que formula nada menos que el Banco Mundial, la hora de cambiar de política, según lo prometido en todos los tonos? En vez de privilegiar a los banqueros ¿no se podría sostener al campo? En vez de satisfacer al capital financiero internacional que lucra con el pago de los servicios de la deuda ¿no se podría fomentar el crecimiento y el desarrollo del mercado interno? En vez de aplicar políticas que engendran emigración, ¿no se podría fomentar la pequeña y mediana industrias, que son las que más pesan en el mercado de fuerza de trabajo? La pobreza -recordarlo es hasta una perogrullada- no es una fatalidad, y es inaceptable, al igual que las políticas que la hacen crecer. Si el Banco Mundial fuese sincero y coherente tendría que reconocer que en este México estancado más que nunca es necesario un cambio.
 

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