Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 2 de octubre de 2002
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Editorial
 
DESESPERADAMENTE BUSCANDO LA GUERRA

sol-2Ayer, el equipo de inspección de armas de la ONU, encabezado por Hans Blix, llegó a un acuerdo con las autoridades de Bagdad para emprender, en un par de semanas, la misión de supervisión en suelo iraquí. De inmediato, voces oficiales y oficiosas en Washington declararon que es inconveniente el inicio de la misión y anticiparon que Estados Unidos hará lo que pueda por retrasar la partida de los inspectores y por condicionarla a una hipotética nueva resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en la que se exija a Irak una rendición plena de su soberanía nacional.

El rechazo del gobierno de George W. Bush al acuerdo logrado en Viena por el equipo de Blix y funcionarios iraquíes es, por principio de cuentas, una nueva bofetada a la ONU y a las facultades de esa organización de normar las relaciones entre sus integrantes. Al mismo tiempo, las reacciones estadunidenses evidencian, una vez más, que la Casa Blanca no desea evitar el supuesto desarrollo de armas de destrucción masiva por parte de Saddam Hussein, sino apoderarse de Irak para controlar el petróleo de ese país, proyectar un poder militar en la región, dar un nuevo aliento electoral al Partido Republicano y saldar viejas facturas entre el dictador iraquí y el padre del actual mandatario estadunidense.

Con todo, el Legislativo ha plantado nuevos escollos en la ruta de Bush hijo hacia la guerra. No sólo se ha consolidado el grupo de senadores demócratas que se opone a otorgar al mandatario un cheque en blanco para que destruya el país árabe, sino que la oficina de presupuestos del Capitolio ha realizado un cálculo aterrador sobre las sumas que costaría a los contribuyentes del país vecino la incursión que desesperadamente buscan sus gobernantes. A decir de la dependencia, el simple despliegue de tropas en la zona del golfo Pérsico costaría entre nueve mil y 13 mil millones de dólares; a ello habría que añadir otros nueve mil millones por cada mes que durara el conflicto, entre cinco y siete mil para la reubicación de las tropas una vez concluido el conflicto, y cuatro mil para mantener un destacamento militar en territorio iraquí una vez que terminara la guerra; en el más barato de los escenarios, por lo tanto, un mes de guerra representaría un gasto de 27 mil millones de dólares, suma que gravitaría en forma desastrosa en el escenario actual de la economía estadunidense, la cual no ha podido salir de sus tendencias recesivas.

Como quiera que se le vea, la urgencia de Bush por hacer la guerra contra Irak sólo puede ser producto de intereses inconfesables, de la necedad o de ambos factores.
 

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