Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 1 de octubre de 2002
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Sociedad y Justicia
En liquidación, el criadero Avestruces del Valle y otras seis microempresas

Fracasan proyectos productivos de la universidad tecnológica del Mezquital

El fallido intento de crear empleos y arraigar a la población costó $3.4 millones a la institución

CLAUDIA HERRERA BELTRAN ENVIADA

Ixmiquilpan, Hgo., 30 de septiembre. A la orilla de una cancha de futbol, 18 avestruces se pasean por unos corrales angostos y desvencijados. Esto no se parece en nada a lo que hasta hace dos años había en la Universidad Tecnológica del Valle del Mezquital (U-TVM): una granja con 280 de estas enormes aves y lo que parecía ser la industria del futuro para esta región olvidada.

De aquel proyecto hoy sólo quedan unos cuantos animales abandonados, millonarias pérdidas y la lección de que la universidad ya no puede "equivocar su misión" fundando empresas. Así lo reconoce el rector de la institución, José Antonio Zamora, quien está liquidando éste y otros seis negocios que ocasionaron gastos por 3.4 millones de pesos.

La aventura de la cría de avestruces es una de tantas que ha emprendido esta joven universidad en su afán por crear los empleos que no hay en la región y que servirían para arraigar a miles de pobladores que cada año emigran a Estados Unidos (150 mil hidalguenses viven en ese país, de acuerdo con estadísticas oficiales), a quienes no los detiene ni la universidad tecnológica, la más reciente promesa educativa.

En 11 años la Secretaría de Educación Pública ha abierto 48 universidades tecnológicas para llevar progreso y educación técnica a las zonas más pobres y apartadas del país, pero la del Valle del Mezquital es la que enfrenta las peores condiciones para hacerlo, porque forma profesionales que no encuentran trabajo donde nacieron y -así como hicieron sus padres, pero con menos estudios- deben marcharse a otras entidades o a Estados Unidos.

A pesar de todo, la universidad es una remanso para los 800 mil pobladores de la región, en especial para los 80 mil hablantes de la lengua ñañú, que durante siglos han vivido en el olvido. En 30 años de intentos frustrados por revertir la miseria, esta es la primera vez que se instala en la región una escuela de educación superior en la que cada año se invierten 34 millones de pesos.

La universidad se ubica en el municipio de Ixmiquilpan, la puerta de entrada al Valle del Mezquital, donde los indígenas ñañús viven en medio de la pobreza, en la tierra que nadie envidia, en el lugar de los cactos y de los arbustos espinosos. Desierto y montaña son el escenario natural de su refugio y defensa.

La institución abrió sus puertas en 1996 con metas ambiciosas: ser un centro académico de excelencia, fomentar el arraigo de la población, vincularse con la sociedad y con los productores, ayudar a revertir el deterioro del medio ambiente, promover el reconocimiento del técnico superior universitario -el título que obtienen sus alumnos- y contribuir a la preservación de la cultura ñañú.

A seis años de su apertura, el impacto de la UTVM todavía no es muy visible ni en la matrícula ni en los proyectos productivos. En ese tiempo la población escolar pasó de 200 a 700 alumnos, a pesar de que en otras universidades la matrícula ha crecido hasta 500 por ciento. De las ocho empresas que fundó, sólo queda una, el resto está en liquidación ante la imposibilidad de competir con los productos de marca.

En medio del páramo, la universidad es un ejemplo de modernidad con sus cinco edificios nuevos, 348 computadoras, 11 laboratorios y tres talleres.

Muestra de esa modernidad son los talleres de la carrera de tecnología de alimentos. Su director, el químico Juan Manuel Navarrete, está orgulloso del equipo disponible: "muchas empresas y universidades nos envidiarían si supieran lo que tenemos". Tan sólo la maquinaria del taller de carnes vale 3 millones de pesos.

No es gratuito que los talleres de alimentos cuenten con este superquipo. A partir de 1997 la universidad fundó ocho microempresas con el sello UTVM: Comercio y Distribución, Metalmecánica, Pasteurización y Maquila Láctea, Cárnicos, Avestruces del Valle, Equipo y Servicios Informáticos, Frutas y Legumbres y Verificadora Ali-neación y Balanceo.

Con excepción de Comercio y Distribución UTVM, que es una envasadora de agua, todas las marcas están en el ocaso. Según el informe más reciente del rector, en total se invirtieron 3 millones 444 mil pesos más otros activos propiedad de la universidad y, en algunos casos, con aportaciones de accionistas minoritarios.

Avestruces del Valle es la muestra de aquel sueño empresarial. La granja se creó en noviembre de 1998 en los tiempos en que la Secretaría de Medio Ambiente promovió la cría del avestruz, considerada la "carne roja de los noventa" por sus propiedades nutricionales y su bajo contenido en grasa.

El negocio se inició con 21 animales reproductores que se adaptaron de inmediato a la zona que según la universidad tiene un clima similar al de Sudáfrica, lugar de origen de estas aves que pesan hasta 110 kilogramos.

La empresa creció rápidamente. Según datos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), en 1999 llegó a producir 250 avestruces, de los cuales vendió 62, sacrificó cien para consumo y mantuvo otros 90 como inversión.

El químico Navarrete dice que era un buen negocio, porque cada trío de avestruces (se venden así para su reproducción) vale 20 mil pesos. La otra ventaja es que la totalidad del animal se puede aprovechar: con la carne se puede hacer jamón, salchicha y chorizo; las plumas sirven para forrar almohadas y la piel para hacer cinturones, bolsas y zapatos.

Sin embargo, en enero pasado el consejo directivo de la UTVM decidió liquidar el negocio de los avestruces, porque requería de mayor inversión. Lo mismo determinó con las otras microempresas, que no podían competir con las marcas ya establecidas. A decir del rector fue la decisión correcta porque "estaba en riesgo de perderse un recurso público que estaba destinado a educación, que se estaba desviando a otros fines".

Ahora, en el vasto terreno que ocupaban los avestruces se construyó una cancha de futbol y un invernadero. Ya hay planes para que la UTVM se asocie con una empresa española para hacer una planta que elabore aceite de oliva. La diferencia con respecto al pasado, dice el rector, es que "no lo vamos a hacer solos, ahora nos van a ayudar la Sedeso y el gobierno del estado".

Expulsión de mano de obra

La historia de expulsión masiva lleva 14 años en el Valle del Mezquital. "En 1988 el gobierno de Estados Unidos otorgó permisos de trabajo, y como la crisis en el campo era muy fuerte, en unos cuantos años ya se habían ido miles de Hidalgo. En 1992 había 26 mil hidalguenses viviendo allá y en 2000 ya eran 150 mil", indica Juana Alvarez, investigadora del Centro de Estudios de Población de la Universidad Autónoma de Hidalgo.

Cuando Rodolfo Trejo terminó la preparatoria en el Valle del Mezquital podía elegir entre estudiar computación en la universidad tecnológica recién abierta o irse de indocumentado a Estados Unidos. Al final se decidió por ganar dólares.

Tres años después, el joven está de regreso, pero no por mucho tiempo. Dice que en cuanto consiga su título de técnico en informática va a volver con sus tíos a Texas. "Lo bueno es que ya no voy a trabajar de aprendiz de carpintero, ahora voy a ser técnico en computación."

Rodolfo forma parte de la estadística roja de 80 por ciento de egresados de la UTVM que emigran a otra entidad o a Estados Unidos sin que los detenga ni la universidad, la última apuesta del gobierno para retener a los jóvenes en sus tierras, pero que en realidad se ha convertido en una pequeña fábrica exportadora de talentos.

"Los muchachos no terminan ni la secundaria y ya piensan en irse a Estados Unidos porque allá ganan en dólares. Los que se quedan ven a sus amigos que llegan del otro lado con sus coches último modelo y no la piensan dos veces, también se van", dice Bernabé Angeles, locutor de la estación de radio indígena XECARH, que en su programa informa de las convocatorias de inscripción a la universidad.

Actualmente la UTVM atiende a 760 estudiantes en cinco carreras: informática, administración, mecánica, tecnología de alimentos, y electricidad y electrónica industrial. Podría recibir mil 200 alumnos; sin embargo, la demanda de ingreso es baja.

Cuando llegan los meses de diciembre y agosto los maestros de la universidad "nos ponemos a temblar porque no sabemos cuántos alumnos van regresar de las vacaciones y cuántos se van a ir con sus familiares a Estados Unidos", explica Luz Florida, directora de informática, la carrera más demandada, que atiende a uno de cada tres alumnos.

Además de lidiar con la migración, la universidad enfrenta los enormes rezagos educativos de sus alumnos. En el más reciente examen de ingreso el promedio de calificación fue de 3.5 -de acuerdo con la directora de la carrera de Informática- y todos los aspirantes fueron aceptados porque de lo contrario la escuela se hubiera quedado vacía.

"Los muchachos arrastran deficiencias desde la primaria. Hay quienes no saben multiplicar o dividir, y los quebrados son la muerte para ellos", explica la maestra Florida.

De modo que la migración y el bajo nivel de aprovechamiento escolar son las dos causas principales de las altas tasas de deserción escolar. Aquí de cada diez estudiantes cuatro abandonan las aulas antes de concluir sus estudios, y de ellos la mayoría lo hace en el primer cuatrimestre.

Para paliar esta situación, la UTVM ha firmado todo tipo de convenios para dar becas a los estudiantes y con ello retenerlos. Sin embargo, los esfuerzos no rinden muchos frutos porque la falta de empleo no está resuelta. Por ejemplo, 75 por ciento de los estudiantes tiene que salir de Hidalgo para hacer sus prácticas en empresas, porque ni en la entidad y mucho menos en la zona hay suficientes industrias.

A pesar de la fuga de técnicos y de que los beneficios no se quedan en la región, algunos tienen una visión optimista, como el director de vinculación de la universidad, César Lagunes, quien afirma: "la ventaja es que les dimos herramientas para enfrentar la vida, y si tienen suerte ya no llegan a Estados Unidos como peones, allá ponen su negocio o son jefes de taller".

En lo individual, los jóvenes tienen mejores expectativas de vida, pero para toda la población de esta región todavía no hay "resultados tangibles". El maestro de la UTVM Nicasio García, uno de los pocos que habla ñañú, así lo piensa y le apuesta a que "algún día la universidad sirva para arraigar a la gente del Mezquital y para sacarla de la pobreza".

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