Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 27 de septiembre de 2002
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Cultura

Paco Ignacio Taibo II

Los poemas de los hermanos Cerezo

Hace trece meses, en agosto del año pasado, una de las poco apacibles noches del Distrito Federal fue sacudida por el estallido de una serie de petardos, no se le podía llamar bombas a las superpalomas caseras, en sucursales de Banamex.

Algunos vidrios rotos y el llamado de atención sobre la venta en condiciones muy poco claras del banco a un grupo trasnacional.

Cinco días más tarde la policía anunciaba la detención de los responsables de los hechos. Entre ellos, se encontraban tres jóvenes estudiantes, los hermanos Cerezo.

Las informaciones que llegaban al exterior eran en el mejor de los casos contradictorias. Algo apestaba en el proceso policiaco. Primero, las policías no podían vincular a los detenidos a la organización que se había hecho responsable de los petardos; segundo, al poco tiempo se abandonaba la acusación y se transformaba en otra: terrorismo, asociación delictuosa, acopio de armas; tercero, las historias personales de los tres hermanos cuadraban poco con la imagen de guerrilleros profesionales que las fuerzas policiales querían transmitir.

Un alud de cartas, reconocimientos académicos, mensajes de maestros y compañeros fueron enviados a los medios de comunicación y formaban una imagen muy diferente, profundamente alejada de los comunicados de la Procuraduría General de la República (PGR).

Alejandro Cerezo tenía 19 años en el momento de la detención, era estudiante de Economía en la UNAM y de Sociología en la UAM; dedicaba una buena parte de su tiempo al deporte, escalaba en roca y había sido campeón de lucha olímpica, y de pilón, los sábados, estaba haciendo el servicio militar.

Héctor Cerezo tenía 22 años en el momento de la detención, era estudiante de filosofía en la UNAM y participaba en una ONG que colabora con campesinos de Puebla en la distribución de café.

Antonio Cerezo tenía 24 años en el momento de la detención, estudiaba filosofía en la UNAM y taekwondo, trabajaba en el Instituto Nacional para la Educación de Adultos alfabetizando niños menores de 12 años y tocaba la mandolina.

Sin duda los tres hermanos formaban parte de la amplia y variada izquierda estudiantil, participaban en revistas político-culturales y en grupos de esa fragmentada izquierda surgida en la universidad tras el pasado movimiento estudiantil.

Pero sus historias personales no cuadraban con la imagen de militante profesional de una organización armada que las autoridades intentaban transmitir. El tiempo completo en la lucha armada no permite estudiar dos carreras con 8.18 de promedio o escalar roca.

ƑSi el Ministerio Público ha desistido de vincularlos a los petardos, por qué los mantiene detenidos después de un año?

Parece ser que la causa del encarcelamiento es que sus padres militan en una organización armada. Si el gobierno federal ha incluido un nuevo delito, el de ''parentesco indeseable", debería informarnos a los mexicanos.

Toda la historia está agravada con la evidente existencia de torturas perpetradas contra los tres jóvenes en el momento de la detención. No quiero entrar en el catálogo de salvajadas que la prepotencia y el abuso del poder realizó contra los jóvenes, pero los que duden pueden acceder a los expedientes de la Liga por la Defensa de los Derechos Humanos o los informes de los comités de defensa de los Cerezo (www.galeón.com/cerezoslibres20001).

Me conecto con la terrible historia de los Cerezo de una manera singular. Han llegado hasta mis manos los poemas que durante su encarcelamiento han estado escribiendo. Curiosamente los tres hermanos han encontrado en la poesía un poco de luz al final del túnel en el que están metidos. La poesía ha sido muchas veces carcelaria, Nazim Hikmet, Quevedo, Ho Chin Minh, encontraron que las rejas se achican con el verso.

Trato de vincular los poemas a las fotografías que acompañan el paquete. A los tres rostros de adolescentes sonrientes.

Me caen bien estos chavos, endiabladamente bien. Me conmueve Alejandro, cuando escribe: ''Somos libres aunque nuestros cuerpos permanezcan aquí. Somos sueños interrumpidos", o Antonio, cuando dice: ''Alcanzamos el olvido. Suspiramos sobre él", o Héctor, al que la tristeza hace decir: ''Si estuviéramos vivos... levantaríamos nuestros puños".

Se llena uno de rabia cuando lee esta cuarteta de Alejandro: ''Todo silencio es bueno/ mientras no te encuentres entre cuatro muros y una reja enfrente/ con tus pensamientos dispersos/ y un olor fétido inundando el ambiente".

Saca de quicio esta línea de Antonio: ''Desde la penumbra personal que me cobija, las horas pasan".

Mientras ex presidentes culpables de genocidio, funcionarios que hicieron del poder público la plataforma del saqueo, torturadores y ladrones con placa, gozan de libertad y disfrutan el botín cosechado, los tres hermanos Cerezo esperan su juicio en un penal de alta seguridad: La Palma, en Almoloya.

Este país no acabará de entrar en el siglo XXI mientras vivamos en esta precaria legalidad en la que se fabrican delitos y culpables, se tortura y se falsea. La PGR debería revisar sus comportamientos y dejar en libertad de inmediato a estos tres jóvenes para que retornen a la universidad, a la alfabetización, a las cooperativas cafetaleras, a la escalada de roca, la mandolina, el teatro, a la poesía y a la vida, donde seguramente son más útiles a la nación que los banqueros transas cuyas sucursales fueron petardeadas, que los procuradores y funcionarios de un poder encargado de impartir justicia y que lo que reparte es abuso y, desde luego, que los policías que los detuvieron.

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