Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 17 de septiembre de 2002
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Editorial
 
ESTADOS UNIDOS, SIN ARGUMENTOS

sol-2La determinación del gobierno iraquí de permitir el regreso incondicional de los inspectores de Naciones Unidas a su territorio, a fin de que los funcionarios internacionales verifiquen in situ la inexistencia de armas de destrucción masiva, constituye un serio revés para los planes militaristas de Washington contra ese país árabe. La decisión, anunciada ayer por el secretario general del organismo, Kofi Annan, elimina el principal argumento empleado por George W. Bush en su ofensiva diplomática orientada a obligar al Consejo de Seguridad de la ONU a ordenar una nueva invasión de Irak: el supuesto afán del régimen de Saddam Hussein por hacerse de esa clase de armas, suposición que ha sido reiteradamente descalificada por los propios encargados de verificar la destrucción de los arsenales químicos y biológicos de Bagdad.

Lo anterior es una buena noticia para los amantes de la paz en todo el mundo, toda vez que la concesión de Bagdad complicará significativamente la construcción de un consenso internacional para lanzar la incursión bélica contra Irak, aventura que, según lo admitió ayer el jefe del Consejo Económico de la Casa Blanca, Lawrence Lindsey, tendría un costo estimado de 200 mil millones de dólares. Tal suma no sólo da una idea de la magnitud de los medios de destrucción de vidas y bienes que Bush desea lanzar contra Irak, sino que resulta indicativa del impacto ?negativo, por supuesto? que semejante guerra podría tener en la alicaída economía mundial.

Es claro que el afán de la Casa Blanca por incorporar a sus proyectos la mayor cantidad posible de países no sólo responde a la necesidad de otorgar cierta legitimidad a su guerra contra Irak, sino también al interés de que Estados Unidos y Gran Bretaña no asumieran solos esos gastos monumentales. Pero el anuncio de Bagdad hace altamente improbable que potencias como Francia, Rusia, China y Alemania, y los tradicionales aliados de Washington en los alrededores de Irak, como Arabia Saudita, Turquía y los emiratos petroleros del golfo Pérsico, de suyo reticentes a unirse a los planes militares de Washington, aprueben una agresión que se ha quedado huérfana de argumentos y de razones.

Las coléricas descalificaciones iniciales del gobierno estadunidense a la anuencia de Irak a la inspección internacional ?es "un movimiento táctico de Irak con la esperanza de evitar una acción firme del Consejo de Seguridad de la ONU", dijo ayer mismo un portavoz de la Casa Blanca? confirman hasta qué punto la decisión de Bagdad de aceptar la verificación de su desarme deja desarmado a Estados Unidos en la presente coyuntura.

Muchos países saben por experiencia y sufrimiento propios que Washington es un eficiente constructor de pretextos para justificar agresiones militares. Pero ahora el gobierno estadunidense se verá obligado a diseñar, desde cero, nuevos pretextos, y tal circunstancia puede dar un apreciable margen de tiempo a los actores internacionales que por convicción, interés o mero sentido común se oponen a una nueva guerra en el golfo Pérsico.
 

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