Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 17 de septiembre de 2002
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Correo Ilustrado
 
El Conacyt canceló su beca injustamente, dice

Señora directora: Solicito la publicación de la presente para denunciar la total falta de sensibilidad del director general del Conacyt, doctor Jaime Parada Avila, y de la doctora Judith Zubieta García, directora adjunta de Fomento del Posgrado, ante las causas que motivaron la cancelación de mi beca-crédito.

En enero de 2000 ingresé al doctorado en ciencias económicas que se imparte en las tres unidades de la UAM; en septiembre del mismo año se me asignó una beca-crédito Conacyt con vigencia 2000-2002.

Desafortunadamente, desde el año pasado he sufrido un rápido deterioro físico debido a una tumoración presuntamente cancerosa. A pesar de que acredité con constancias médicas las causas de la interrupción de mis estudios, el Conacyt canceló definitivamente la beca-crédito sin haber evaluado debidamente las pruebas documentales presentadas.

Cabe señalar que desde el inicio de mi enfermedad recibí trato prepotente del Conacyt, ya que el ISSSTE me negó atención médica, como correspondía en mi calidad de becaria. Conacyt no hizo caso de mis peticiones para que interviniera de acuerdo con el convenio firmado entre ambos organismos.

Ahora, además de asumir un adeudo por gastos médicos realizados, injustamente cancelan la posibilidad de que obtenga el grado de doctora.

Esta acción demuestra una vez más (su diario ha documentado muchísimos casos) la falta de sensibilidad del actual gobierno panista, que en los hechos ha probado ser peor que el autoritarismo priísta que sufrimos los mexicanos por más de 70 años.

Mtra. Catalina Esquivel S.


ONG denuncia presión a comuneros para que acepten el Procede

Estimada Carmen: Por lo delicado de este asunto, le solicitamos sea publicada esta carta en El Correo Ilustrado.

Habitantes de la comunidad Los Juárez, municipio de Cadereyta, Querétaro, han sido pre-sionados por la Procuraduría Agraria, en coordinación con autoridades comunales y municipales, para que acepten el Procede, ya que de esta manera es posible la venta de ejidos y bienes comunales, toda vez que en ellos hay bancos de mármol que las autoridades pretenden poner a la venta a una compañía extranjera.

Se han presentado hechos violentos como resultado de desacuerdos entre comuneros que se oponen a la venta de sus tierras y las autoridades comunales. En uno de ellos, ocurrido el 29 de marzo de este año, dos personas perdieron la vida.

A pesar de las múltiples denuncias presentadas ante el Ministerio Público, las acciones de hostigamiento, intimidación y amenazas de muerte prevalecen, por lo que se teme que se pueda generar otro lamentable hecho. Es por esto que considero importante hacer pública esta situación al gobernador del estado, Ignacio Loyola Vera.

Señor gobernador: este centro de derechos humanos ha tenido conocimiento de la situación de inestabilidad que se vive en la comunidad Los Juárez. Esto se deriva de una serie de problemáticas suscitadas por la inconformidad de la mayor parte de la población de esa comunidad ante la actuación del Comisariado de Bienes Comunales, que ha presionado a los campesinos para que vendan sus tierras, toda vez que en ellas hay bancos de mármol.

Esta problemática no ha sido debidamente atendida ni por el gobierno del estado ni por las autoridades agrarias. Además, los integrantes del Comisariado Comunal amenazaron de muerte a varios de los inconformes y señalaron que cumplirían sus amenazas durante las fiestas patrias. Ante ello, el secretario de Gobierno del municipio solicitó al director de Seguridad Pública del estado enviar personal del 14 al 17 de septiembre; sin embargo, se argumentó que no había personal disponible.

Solicitamos que el gobierno que usted dirige establezca las medidas necesarias para evitar que haya violencia que ponga en peligro la vida y la integridad física y sicológica de los habitantes de esa comunidad.

Claudia Ordóñez Víquez, visitadora del CDH Miguel Agustín Pro Juárez


Las víctimas del 10 de junio deben exponer su testimonio, opina

Señora directora: Mi padre nos acostumbró al hábito de ir a los baños de vapor todos los domingos. Así, mis hermanos y yo conocíamos las singularidades de nuestros cuerpos: quién una cicatriz, quién una mancha, quién las uñas frecuentemente sin cortar, quién un lunar. Esos mismos hermanos me buscaron desde las siete de la noche del 10 de junio de 1971 cuando ya se conocían, a medias, los trágicos sucesos de aquel Jueves de Corpus.

La marcha había sido detenida por una barrera de granaderos una o dos cuadras antes de llegar a San Cosme. Entonces entonamos el Himno Nacional y la barrera se abrió como por encanto. Supusimos que los habíamos convencido, que era cierto el eslogan de la apertura democrática de Echeverría, que podíamos salir a la calle a manifestar con orden nuestras ideas, pero era sólo el principio de la emboscada.

Los de la Escuela Nacional de Economía éramos de los primeros. Al llegar a San Cosme la gran columna dobló a la izquierda y ahí estaban los halcones. Con palos de dos metros empezaron a golpear con habilidad, luego vinieron las detonaciones. Como muchos, corrí sobre la avenida en sentido contrario y vi a dos compañeros sostener a un tercero con un balazo en el vientre. Escenas similares se repetían en el entorno.

Regresé al Casco de Santo Tomás, pero me preguntaba dónde había quedado el grueso de la marcha, puesto que sólo el contingente inicial se había encontrado con los halcones. Regresé frente al cine Cosmos. Me asomé junto con un grupo de curiosos que se apiñaban. Error: uno de los halcones me pescó del pelo y a golpes me metió a un automóvil particular, obligándome a permanecer en el piso del asiento de atrás, sometido por los tacones de sus ocupantes. De ahí, después de algunas vueltas, fui a dar a uno de los famosos camiones grises, encima de un montón de cuerpos. En los minutos que pasaron escuché las indicaciones que por radio les eran dadas a quienes perseguían estudiantes. Sacado en vilo, fui conducido a la octava delegación.

Al caer la noche, mi familia empezó a buscarme, primero en las delegaciones en las que invariablemente les informaron que no había detenidos. Incluso también donde me encontraba retenido ilegalmente junto con más de cien compañeros.

Buscaron después en clínicas, hospitales: nada. Aquella noche en los baños de la delegación de policía comenzaron los interrogatorios y las amenazas: "Di todo lo que sabes, no seas tonto; nombres, lugares. Tienes cara de buena gente. Los vamos a desaparecer porque la versión oficial es que no hubo detenciones. Suelta información y te salvas, no seas bruto". Pensando en lo peor, la familia llegó el 11 de junio, cansada de no encontrarme en ninguna parte, al Servicio Médico Forense. En la mañana de ese día mi nombre fue incluido en una lista de desaparecidos, quizá muertos, en una misa ofrecida en el Altillo, cerca de Ciudad Universitaria, donde mi compañera y otros amigos también organizaban la búsqueda.

El cansancio hizo mella. Mi padre creyó que un cuerpo con el cráneo destrozado por un balazo era el mío. Declaró a los periodistas que había identificado el cadáver de su hijo; la nota salió al día siguiente en los diarios. La necedad de no aceptar una verdad tan aterradora hizo a mis hermanos insistir en corroborar la identificación, horas después buscaron los lunares, las manchas, las cicatrices, las uñas largas que conocían de los habituales baños de vapor, no las encontraron. ¡No era yo!

Fui liberado después de ser fotografiado y del sermón de un policía sobre la patria, su patria, la de sus discursos, la de los poderosos cuyas espaldas cuidan, no la nuestra, la de la represión nuevamente sufrida, nuestra patria de la Plaza de las Tres Culturas. Estuve así a punto de llegar a mi velorio. Si para mí fue un purgatorio, para mi familia fue un infierno que se prolongó hasta el día siguiente, cuando quienes habían leído los periódicos llegaban a presentarles el pésame. En esa época cantaba canciones de protesta con mi compañera de entonces. Sigo siendo un trabajador de la cultura construyendo espacios de tolerancia para las manifestaciones del ser humano, ahí donde mi aporte es útil, respetado, como el que ahora realizo y por eso me pregunto: ¿cuáles leyes torcidas permiten cometer impunemente tales crímenes? ¿Quién le resarce a mi familia la angustia y la desesperación? ¿Quién a los que encontraron efectivamente muertos a sus hijos? ¿Quién a los que no los volvieron a ver? ¿Quién a los que fueron encarcelados con mentiras?

Toda la cínica argucia de Echeverría y sus abogados no borrará esta historia ni la de cientos de compañeros más, quienes, como yo, no tienen derecho a guardar silencio y bien harían en conjuntar en estos espacios sus testimonios de vida, que nuestro periódico generosamente acoge.

Anthar Germán López Tirado


Sugerencias para elevar la calidad educativa

Señora directora: Podemos tomar las sugerencias que dio Paulo Freire sobre las estrategias para elevar la calidad educativa en nuestro país: revisar los planes y programas de estudio por lo menos cada cinco años, que los centro educativos cuenten con las instalaciones necesarias para un buen funcionamiento y mejores salarios para los maestros.

Con esto podemos empezar a proponer los cambios necesarios para una educación de calidad para todos. Lo demás se puede comentar en un café. Gracias

Felipe Reboredo Santes
 
 


 
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