Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 15 de agosto de 2002
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Mundo

Angel Guerra Cabrera

Comprando tiempo

Estados Unidos no podía asumir frente a la insolvencia de Brasil y Uruguay una conducta como la mantenida frente a la crisis argentina sin correr graves riesgos de insubordinación en América Latina. Los recientes préstamos a esos países forman parte de la misma estrategia que provocó deliberadamente aquella. "Castigar" a Argentina porque no ofrece las "garantías" exigidas por el capital financiero y "premiar" a sus vecinos por su "excelente desempeño macroeconómico", son sólo tácticas distintas para mantener el mismo modelo expoliador. Ambas acciones persiguen por igual dar el tiro de gracia a la precaria autonomía de las economías sudamericanas, ya de rodillas ante Washington por el efecto acumulado de décadas de saqueo, acentuado hasta extremos inéditos en las pasadas décadas por las políticas neoliberales. O sea, el clima idóneo, según los cálculos imperialistas, donde imponer la desaparición del Mercosur y con ella de toda esperanza de independencia e integración, obstáculos que se interponen al Acuerdo de Libre Comercio para las Américas, para cuya firma expedita Bush ya recibió la venia del Congreso. Con el deliberado default argentino Washington logró desestabilizar en distintas medidas a las economías del Cono Sur, gravemente a la uruguaya y a la brasileña, que al caer en la insolvencia se vieron obligadas a pedir un "rescate". Este les fue concedido a diferencia del caso argentino.

ƑPor qué este cambio de táctica? Para explicarlo se ha insistido en las decenas de miles de millones de Citigroup, Fleet Boston y otros inversionistas que estaban en riesgo en Brasil y en el hecho de que el préstamo atará las manos a cualquier candidato que llegue al Planalto, razones que seguramente pesaron en la decisión final. Pero este no era el caso de Uruguay. En el mismo Brasil se había estado estimulando con éxito la fuga de capitales hasta unas horas antes de concederle el crédito por la campaña conjunta de las calificadoras y la maquinaria mediática sobre el aumento del "riesgo país" ante el avance de los candidatos de izquierda en las preferencias electorales. Ello hace pensar que existió un plan premeditado para llevar al gigante sudamericano a la iliquidez. Desde 1971, cuando decidió desvincular al dólar del patrón oro, Washington ha compensado cualquier déficit interno por el simple expediente de hacer funcionar alegremente la maquinita de imprimir dinero. Prestados a los países dependientes, los billetes verdes sirven para subvencionar en forma de leoninos intereses el crónico desequilibrio financiero estadunidense, lo que explica el sentido del círculo vicioso rescates-aumento de la deuda-nuevos rescates.

La razón fundamental del cambio de táctica está en los complicados problemas que le estallan en todos los frentes a los estrategas de la "guerra contra el terrorismo", proyecto de hegemonía mundial absoluta del grupo que se hizo del poder en Washington burlando el resultado electoral de 2000. Asumir frente a Brasil y Uruguay una conducta similar que ante Argentina habría ocasionado mayores explosiones sociales en el traspatio latinoamericano, donde éstas son ya frecuentes, y hecho incontrolable la situación política en el área. Al parecer, la pandilla de Bush decidió no jugar ese albur cuando no se le ve el final a la recesión en casa, la guerra en Afganistán se empantana, crece la oposición europea y árabe contra la planeada agresión a Irak y los Atencos amenazan con multiplicarse del Bravo a la Patagonia. Todo esto con la cuenta regresiva para las elecciones de noviembre en marcha. En lo que va del año las rebeliones en Paraguay y Perú frenaron varias privatizaciones ya decididas y el movimiento antineoliberal encabezado por Evo Morales estuvo a un paso de conquistar la presidencia de Bolivia, donde se ha consolidado como un actor político de primer orden. Más al norte el Plan Colombia no logra doblegar a la guerrilla pero sí incrementar la espiral de violencia y el caos, incentivados por la llegada a la presidencia del fascista Uribe, y en Venezuela las descaradas provocaciones de la contrarrevolución pueden conducir o a la guerra civil, y/o a una violenta respuesta popular y radicalización del proceso bolivariano que le parta el espinazo a aquella. Washington tal vez haya comprado algún tiempo al posponer en Brasil y Uruguay la reproducción del drama argentino y aplazado así una rebelión latinoamericana que es ya inevitable.

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