Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 22 de julio de 2002
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Editorial
EL FRAUDE DEL CAPITALISMO ACTUAL

Ayer, la corporación de telecomunicaciones estadunidense WorldCom, envuelta en un colosal fraude contable, decidió acogerse a las leyes de bancarrota, lo que constituye la mayor quiebra empresarial en la historia de Estados Unidos. Por el valor de sus activos, calculado en poco más de 100 mil millones de dólares, la debacle de WorldCom es incluso mayor que la presentada por la energética Enron; esto denota la profundidad de la crisis que azota al sistema empresarial y financiero de Estados Unidos y, por extensión y contagio, a la economía capitalista internacional.

Si bien la ruina de WorldCom tiene su origen inmediato en el ocultamiento ilegal durante varios años de fuertes pérdidas en su estado de resultados para engañar a sus inversionistas y mantener artificialmente su valor bursátil, cabe suponer que junto con los delitos financieros perpetrados en esta y otras compañías estadunidenses existen otras poderosas razones que explican la envergadura de tal colapso empresarial.

En primer lugar figura el desmantelamiento de los mecanismos de regulación y control estatal sobre las corporaciones en Estados Unidos, lo que dejó a muchos altos ejecutivos -a los estamentos políticos que se beneficiaban de sus jugosas contribuciones- con las manos libres para incrementar desenfrenadamente su riqueza personal a golpe de sucesivos fraudes y mentiras. Los desfalcos cometidos en Enron, WorldCom y otras empresas no se explican sólo en la voracidad de algunos delincuentes de cuello blanco, sino también en la permisividad de un sistema en el que las complicidades político-empresariales tuvieron un papel crucial.

Por otra parte, esta cadena de quiebras corporativas es síntoma de la disfuncionalidad del actual sistema capitalista estadunidense. Contra los enunciados de la teoría, el libre mercado no fue capaz por sí solo -en éste y otros casos- de regular los excesos y distribuir equitativamente la prosperidad económica del país vecino. Por el contrario, los directivos de WorldCom mintieron para mantener artificialmente una falsa bonanza -desde hace tiempo era evidente que los ingresos de esa compañía resultaban insuficientes para mantener su desproporcionado valor en bolsa- y para continuar saqueando, en beneficio de unos pocos privilegiados, los recursos de los inversionistas locales e internacionales, especialmente los de fondos de pensiones estadunidenses y los ahorros de los pequeños accionistas. Como en el caso de Enron, la quiebra de WorldCom constituye un golpe durísimo para el patrimonio del ciudadano medio de Estados Unidos.

Finalmente, la debacle de WorldCom también podría tener efectos en el entramado empresarial mexicano, pues la empresa hoy en quiebra es, junto con Banamex-Citigroup, el principal accionista de la telefónica Avantel: según declaraciones de John Sidgmore, presidente de WorldCom, la corporación estadunidense estaría considerando la venta de parte de sus posiciones en América Latina para intentar salir del despeñadero.

Con todo, los casos de Enron, WorldCom y AOL, entre otras compañías, podrían no ser sino la punta del iceberg de un problema mayúsculo. Ante tal perspectiva, es claro que para afrontar esta crisis se requiere mucho más que las endebles propuestas moralizadoras del presidente George W. Bush. ¿Puede dudarse todavía de la necesidad de una profunda reforma del modelo capitalista depredador y antisocial que ha sido impuesto a escala global y que, más allá de las quiebras citadas, ha repartido desesperanza y pobreza en gran parte del mundo?
 

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