Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 22 de julio de 2002
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Cultura
Militante de izquierda toda su vida, defendió con convicción y sensibilidad sus causas

Falleció la activista Pilar Claudín,  férrea opositora al franquismo

"Fue siempre una revolucionaria, la punta de lanza de la vanguardia femenina", dice su biógrafa Mariángeles Comesaña  Superó con aplomo los excesos de la dictadura española

CESAR GÜEMES

Esta mañana parten rumbo al poblado de Viñegra, provincia de Avila, España, las cenizas de la activista social Pilar Claudín, quien padeció cárcel y tortura bajo el régimen de Francisco Franco, vivió luego en países del orbe socialista y residió finalmente en México, donde falleció este domingo a las 13 horas.

Portador de la noticia es el señor Fulgencio López, hombre de 87 años, naturalizado mexicano, que participó en la Guerra Civil "mientras la hubo, luego perdimos y fue necesario dejar el país". Don Fulgencio López supo de Pilar Claudín en España, "aunque fue imposible vernos a lo largo de muchos años, tomemos en cuenta que yo llegué a México en 1939 gracias a que el entonces presidente Lázaro Cárdenas tuvo a bien recibirnos como exiliados". Después retomaría la amistad con Claudín, cuando ella llega a México.

La historia de Fulgencio López, plomero, electricista, vendedor a comisión de las más diversas mercancías y hoy jubilado, se asemeja a la de Claudín: pelear contra una dictadura es combatir en desventaja, si bien, dice el señor López, "hicimos todo lo posible incluso después de que terminó la guerra; la vida de cualquier forma ha sido muy complicada para nosotros, me refiero a los afectados, los que no pudieron salir y los que conseguimos asilo".

Fulgencio López conoció también, ya en México, a quien fuera esposo de Pilar Claudín, Antonio Pérez García, conocido aquí bajo el nombre de Mario Zapata, seudónimo con el que realizó trabajos para el periódico El Día y Canal 11. Antonio Pérez/Mario Zapata falleció en 1980, y su ausencia no detuvo la trayectoria de activista social de Claudín. Recuerda Fulgencio López: "En pocas palabras, fue una activista social tanto en España como fuera de ella. Aquí en México estuvo muy ligada al apoyo hacia el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Pienso que lo mismo será recordada en Barcelona que en Chiapas".

La memoria del señor López es fidedigna. Su dicho queda corroborado con los cientos de notas producto de amplias conversaciones que con Pilar Claudín tuvo la poeta y periodista Mariángeles Comesaña, quien apunta para La Jornada sobre el episodio y el carácter de Claudín: "Ni la pérdida de su esposo la detuvo. Y eso, me consta, fue un dolor enorme al que se enfrentó. Para ella la pérdida de Antonio fue peor que los veinte años de cárcel. Y aun así consiguió sobreponerse".

El registro de Comesaña tuvo su inicio hace 15 años, cuando decidió escribir un libro sobre Claudín, que permanece inédito. Con base en esos datos que obtuvo de primera mano, nos dice: "Para ella era dolorosísimo revivir sus años de cárcel, aunque fue una experiencia que prácticamente superó. Evocar ese pasado era algo que la sacaba de balance, inmediatamente se ponía a llorar y me pedía volver otro día sobre el tema. Poco a poco fui provocando que contara algunos hechos, que se soltara. Sin embargo, Pilar valoraba más la experiencia vivida por su marido. Mi objetivo, desde luego, era que contara lo que deseaba. Llegó a contarme que la entrevistaban sobre asuntos históricos y no eran esos los temas que hubiera querido abordar. Deseaba narrar la propia experiencia pero, y esto me lo dejó siempre claro, no hablar por ella sino por todas personas que vivieron la cárcel fascista".

La propia Pilar Claudín dejó para La Jornada, el 22 de abril de este año, un testimonio sobre su lucha. Ese día recibió en Barcelona un homenaje a su trayectoria, junto con otros ex presos del franquismo.

Le dijo entonces a nuestro corresponsal en España, Armando G. Tejeda, con motivo de su existencia en cuanto obtuvo su liberación: "Al salir de la cárcel me incorporé de inmediato a la lucha en la clandestinidad. En esta época conocí en la lucha a Felipe González y Jorge Semprún, por ejemplo, pero después me tuve que ir del país, ya que permanentemente tenía citatorios para que me presentara, pues salí en libertad condicional. Nos tuvimos que ir mi marido y yo porque ambos estábamos en las mismas condiciones. Así que nos fuimos al mundo socialista, pero a seguir luchando; vivimos en Rumania y en las entonces Checoslovaquia y Unión Soviética. A Antonio lo conocí desde que éramos pequeños, pero después de que los dos salimos de la cárcel ya nunca jamás nos separamos. Como Antonio estaba tan mal en aquella época, ya que de su estancia en la prisión y de la vida clandestina le brotó una especie de manía persecutoria, el partido nos propuso irnos a vivir a Rumania. Nos fuimos para allá con nuestros dos hijos y sin saber el idioma".

Los caminos recorridos entonces no fueron del agrado de Claudín: "Es una historia fea porque en esa época me decepcioné del socialismo, ya que llegamos en plan de privilegiados, un contrasentido total para nuestra ideología. Además estábamos rodeados de policías, nos llevaban la comida a la casa y nos daban productos que el propio pueblo rumano no comía. Entonces pensé que si hemos luchado durante toda una vida para que no haya diferencias no nos podía entrar en la cabeza que cuando vivíamos en el socialismo nosotros mismos fuéramos unos privilegiados. Luego fuimos a la Unión Soviética, a Polonia, a Checoslovaquia, y en todos estos países había una diferencia de clases brutal, además de la represión política, que también era tremenda. Por eso cuando he visto el hundimiento del mundo socialista de alguna manera lo esperaba, porque creo que la gente tiene un límite. Eran regímenes dictatoriales, pero por eso no vamos a dejar de luchar; en ese sentido estoy con Adolfo Sánchez Vázquez cuando dice que no podemos pensar que no debemos seguir defendiendo un mundo mejor. No pienso en la igualdad total de las personas, eso creo que es una tontería, simplemente defiendo que los que tengan menos vivan dignamente".

Siempre en lucha

En efecto, corrobora de nuevo Mariángeles Comesaña, "Pilar era una mujer que desde los 15 años militó políticamente con una sensibilidad fuera de serie. Sus antenas estuvieron siempre puestas en la mirada de lo que hacían las mujeres en favor del género y desde luego de su entorno". Entre sus logros está elaborar una cartografía simbólica de lo que significa ser preso político, "me habló mucho del significado que para ella tuvieron los gritos, los ruidos, la respiración de las otras reclusas muro de por medio y el temor que les infundía escuchar las llaves del guardia civil de turno que caminaba por los pasillos. Me contó que, sentada en el piso de su celda, se concentraba en escuchar lo que ocurría en una plaza cercana a la cárcel, oía al periodiquero desde las cinco de la mañana, cerraba los ojos y se iba con el que repartía diarios; por la tarde, con esa necesidad que le cubría la imaginación, regresaba con el vendedor de diarios y de alguna forma con él se retiraba cuando aquel se iba a descansar. Así hizo mucho tiempo para 'ver' esa luz que se le había cerrado a causa del franquismo".

"La recuerdo siempre de pie -dice Fulgencio López-, incluso cuando se vio afectada por la enfermedad". Los dos años en que Claudín luchó contra el cáncer fueron, según apunta Comesaña, tan intensos como cuando peleó por una causa social. "Su batalla contra el cáncer no fue ni más ni menos que el reflejo de lo que fue su vida; desde el principio dijo que le iba a ganar al cáncer y lo hizo porque le ganó a la adversidad; esa actitud no la perdió nunca".

Luego de su paso por algunos países socialistas fue a Cuba, como le narra a Tejeda: "Eso ocurrió gracias a que le insistí a Santiago Carrillo, el entonces dirigente del Partido Comunista Español, que nos sacara de estos países donde nos sentíamos otras vez presos. Entonces vivimos lo que fue la invasión de Bahía de Cochinos, estuvimos con el Che Guevara, con Fidel Castro y con Camilo Cienfuegos. En Cuba, donde los peligros eran reales, recuperamos nuestra libertad y nos despojamos del sometimiento de la clandestinidad".

De forma posterior llega finalmente a México, nación que, afirmó Claudín, "me abrió el alma y me encontré con un país excepcional en su manera de recibir a los refugiados españoles, y me permitió también seguir luchando por causas muy importantes, como la defensa de los derechos de los indígenas, por lo que he participado siempre en las marchas y caravanas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Creo que la lucha para cambiar el mundo tiene que ir de abajo hacia arriba, son las masas las que tienen que provocar el cambio; por eso mientras no concienticemos bien a la sociedad de este país no lo vamos a lograr. Además ahora con la globalización es todo mucho más difícil, por eso me entusiasman los grupos de globalifóbicos y me gustaría ser más joven para ir a todas esas movilizaciones. Soy partidaria de que en la calle es donde deben emerger los movimientos de resistencia a este mundo globalizado, que es cada día más terrible. La pobreza de México es incomparable, al menos no he estado en ningún país que tenga tales niveles de miseria; posiblemente la India sea el único país comparable, pero ahí nunca he estado".

Señala por último Mariángeles Comesaña: "Fue siempre una revolucionaria, la punta de lanza de la vanguardia femenina. Supo entender el significado del cambio, fue un puente de oro entre la generación de nuestras madres y nosotras. Pilar siempre entendió incluso la revolución sexual, apoyó el que las hijas de su generación escribiéramos, saliéramos y conversáramos, eso aligeraba la manera de pensar de nuestras madres. Decía siempre que las jóvenes tenían la razón".

Cuando la marcha zapatista a la ciudad de México, Claudín le solicitó a Comesaña y a Blanca Sánchez, editora de la casa Juan Pablos, que al acompañaran al Zócalo. Había pasado la dura prueba que representa una sesión de quimioterapia. Aun así, vio pasar a la entrada de la Plaza de la Constitución al subcomandante Marcos y los representantes del EZLN. No quiso saludarlos desde la silla de ruedas que la auxiliaba para movilizarse, sino de pie: se subió al artefacto a gritar vítores por la causa zapatista.

Pilar Claudín cumplió 79 años hace tres semanas. Hoy sus cenizas viajan a España. "La única arma que tiene el pueblo es la palabra -solía decir- y debe utilizarla para plantarle cara a las injusticias del sistema".

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