Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 20 de julio de 2002
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Editorial
UN TORPEDO CON BARRAS Y ESTRELLAS

La senadora panista Cecilia Romero decidió (¿u otros hicieron que decidiera?) torpedear la quinta reunión interparlamentaria Cuba-México, que se había decidido se efectuaría en La Habana del 4 al 7 de agosto para discutir temas previamente acordados por ambos países y con la presencia de legisladores ya designados para esa tarea. Según la senadora, sin embargo, los cubanos no habrían pormenorizado el orden del día, la mesa del Congreso mexicano no habría decidido aún quiénes integrarán la delegación de nuestro país y, además, cuatro días son demasiado pocos para agotar la lista de temas.

Llama la atención esta revaloración de lo discutido y aprobado por parte de la senadora Romero pues, en primer lugar, hace pensar en una intervención de intereses extraños al Poder Legislativo (que podría provenir de los sectores proestadunidenses que dirigen nuestra cancillería, e incluso de fuentes extranjeras) y, en segundo lugar, marca un peligroso alineamiento con la agresiva política anticubana del gobierno de George W. Bush, oponiéndose así a los principios tradicionales de la diplomacia mexicana, que incluso en las peores situaciones económicas y bajo gobiernos priístas mantuvo una política de solidaridad latinoamericana y se negó a aislar a Cuba.

Hoy las condiciones en que vive el pueblo cubano exigen de los hermanos latinoamericanos una solidaridad que debe ir más allá de las posiciones políticas de los gobiernos respectivos. México no se puede sumar sin deshonor a una campaña de acosamiento y de agresión contra Cuba como la que realiza el gobierno de Washington, el cual considera, contra la verdad y contra los hechos, al gobierno de La Habana como "terrorista" y a Cuba como parte del "eje del mal", simplemente porque la población de la isla y su gobierno defienden la independencia nacional.

El secretario de Relaciones Exteriores ya protagonizó en Miami, ante la mafia cubana allí residente, un vergonzoso episodio que dio pie al lamentable incidente en la embajada de México en La Habana. El insultante veto al presidente cubano, Fidel Castro, marcó por otra parte la fracasada Cumbre de Monterrey con un sello de adecuación simple y llana a las exigencias de George W. Bush. De modo que la resolución de la senadora panista Cecilia Romero se inscribe en una línea de esfuerzos destinados a debilitar y golpear al gobierno y al pueblo de Cuba para demostrar que México no sólo acata lo que le piden desde Washington sino que colabora activamente con el Departamento de Estado tomando iniciativas.

El gobierno de Bush está marcado por la corrupción y la colusión con las grandes empresas y ha nacido incluso del fraude electoral; además viola la legislación internacional e impone en Estados Unidos una situación tal que hasta es arrestado un niño mexicano de cuatro años que buscaba a sus padres emigrados a Nueva York. El alineamiento detrás de esa oligarquía belicista y totalitaria contra un pueblo latinoamericano decidido a defender su (y nuestra) soberanía violenta, por consiguiente, los sentimientos del pueblo mexicano y pasa por sobre el Congreso. Este es el que debe decidir soberanamente no sólo sobre las actividades parlamentarias sino también sobre la línea diplomática que deberá seguir nuestro país. Es de esperar, pues, que sus pares rectifiquen la decisión unilateral de la senadora panista para bien de Cuba y, sobre todo, del honor y de las tradiciones de México.
 

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