Encuentro con quienes lo oyeron hace 33 años
No soy cantor de traumas, dice el argentino Leonardo
Favio
ARTURO CRUZ BARCENAS
Se dice que instantes antes de cruzar el umbral de la
vida hacia la muerte se ve, como en una película, lo que uno ha
sido. La noche del viernes, en el teatro Metropólitan, Leonardo
Favio provocó que un alud de recuerdos se presentaran de golpe,
todos a la vez. Hacía 18 años que no estaba en México.
¿Por qué? Porque la vida lo llevó a otros lados. Se
le esperó 18 años, que para muchos son toda una vida.
Sus
canciones, mezcla de balada con tango, tienen el candor de las composiciones
de Leo Dan, su paisano, El León de las Pampas, de quien confesó
haberle robado la fórmula para escribir temas que la gente canta
en la calle, bajo la regadera, cuando se está triste o alegre por
alguien. Le copió la sencillez, la frase llana: "Hoy corte una flor/
y llovía, llovía/ esperando a mi amor/ y llovía, llovía./
Que me alegre tu canto/ que me alegre tu risa/ que me alegre en silencio./
Tu mirada y la mía".
Leonardo Favio se escuchó en México hace
33 años y los asistentes lo volvieron a oír en vivo, emocionados.
Recordaron cuando en la secundaria, hacia mediados de los años 70,
hicieron suyas las letras y la música de un cantante cuyo disco
de éxitos era el reflejo de la derrota. En la portada aparecía
un tipo mugroso, de aspecto desaliñado, olvidado de sí mismo,
con los ojos rojos y vidriosos, un vagabundo apenas cubierto con una chamarra
a punto de los girones.
Era la portada del disco que en el barrio de Guardias
Presidenciales, en la Ex Aeroclub, en El Molinito, San Esteban y otras
colonias, entre cerveza y cerveza, se escuchaba repetidas ocasiones, hasta
acabar con la aguja de diamante, en consolas entonces en boga, o en tocadiscos
que se hacían maletín. En las esquinas de las cuadras los
muchachos, Guitarra fácil de por medio, cantaban para ellos
y para sus primeras novias O quizá simplemente le regale una
rosa.
Los primeros descalabros sentimentales eran compartidos
mientras se entonaba Fuiste mía un verano: "Hoy la vi/ fue
casualidad/ yo estaba en el bar/ la miré al pasar/ yo le sonreí/
y le quise hablar/ me pidió que no/ que otra vez será/ que
otra vez será/ que otra vez será".
En las primeras desveladas y O quizá simplemente
le regale una rosa también animaba, daba fuerza para seguir
adelante. La canción del perrero, de quien quiere conquistar a una
muchacha bonita. La eterna lucha por conseguir un beso y la alegría
al lograrlo.
Dos horas de recuerdos y uno que otro estreno
Favio subió al escenario y el tiempo se constriño,
se condensó. Hubo expresiones de emoción y algunos no pudieron
contener el llanto. Fuiste mía un verano, Vanidad, Esto es el
amor. La melodía despide un olor a vals, a una fragancia de
limón. Recuerda la rubia que fue su primer amor, quien le dio su
cuerpo para hacerle un favor.
Leonardo salió de su pueblo a la ciudad, a Buenos
Aires. Y platica el contexto de la canción, el recorrido, la geografía
sentimental. Observador, cita cómo los viejos se quedan largo rato
mirando algún punto de un parque. La bohemia. Le lanzan dos rosas
rojas. Interpreta Cómo poder saber si te amo, de Leo Dan,
y Zenaida, cumbianguera y anecdótica.
Una larga introducción para la que será
su mejor interpretación de la noche. Los arpegios de Ella
se escuchan y la canta como nunca. El fraseo es rematado en graves que
se ve que le cuestan trabajo, pero que consigue, en un alarde. "No soy
cantor de traumas", expresó, y cerró su actuación
con un popurrí tropical, donde cupo Caballo viejo, La bamba,
La adelita...
Una larga ovación del público, de pie, tras
dos horas de recuerdos y uno que otro estreno. "Si algunas de mis canciones
fueron éxitos, es porque no las oyó nadie", dijo con buen
sentido del humor.