Guillermo Almeyra
Argentina: ¿elección o abstención?
os fantasmas que gobiernan Argentina acaban de convocar
a elecciones para marzo de 2003. Inauguran así una campaña
de siete meses esperando imponer un gobierno sietemesino. O sea, un gobierno
de los aparatos que tienen presencia nacional, particularmente de los gobernadores
justicialistas que tienen presencia clientelar y caciquil en zonas desastradas
por la miseria y la desocupación. Por supuesto, el nefasto Carlos
Saúl Menem hará también campaña distribuyendo
millones. El gobierno pretende madrugar electoralmente a quienes exigen
"que se vayan todos" pero no tienen aún ni candidatos ni un frente
o partido ad hoc que ofrecer ni medios para hacer conocer sus posiciones.
Además, hasta ahora no renueva ni las gobernaciones
ni el Congreso (debería para ello cambiar la Constitución
o conseguir un utópico pacto para que renuncien todos -gobernadores,
senadores, diputados- y se sometan al voto ciudadano). Incluso entre gente
honesta -y no sólo entre los provocadores alentados por el gobierno
a exigir una abstención que favorecería la perpetuación
de todos los que hay que echar- es lógico que cundan el repudio
y el desánimo y que muchos se digan "no hay tiempo ni unidad ni
medios para presentar una candidatura de un frente social alternativo.
Repudiemos y boicoteemos, por lo tanto, las elecciones fraudulentas de
los hambreadores y vendepatrias y dejémoslos solos".
Pero como la deserción electoral no equivale a
no votar sino que es, en realidad, un voto por el gobierno actual, o sea,
por la minoría social que pretende revalidar con el sufragio su
política y legitimarse en las urnas, el boicot a los comicios no
basta si no se agrega algo activo y se puede ofrecer una alternativa. Ese
algo puede ir desde el llamado voluntarista y utópico a "que las
asambleas populares decreten la abstención y gobiernen", hasta la
idea aventurera de un golpe popular-militar o, peor aún, de una
enloquecida propuesta de insurrección armada o de guerrillas (también
alentada por la extrema derecha y la provocación para justificar
y preparar la represión masiva que necesariamente debería
respaldar y sostener a un gobierno impopular y servidor del capital financiero
internacional).
Los delirantes ?y con ellos los provocadores? intentarán,
con su fraseología extremista, o llevar hacia una actitud de parálisis
revestida de nobles frases y estruendosas declaraciones antivoto o hacia
la violencia ciega y prematura que las asambleas populares y la sociedad
rechazan y que serviría al gobierno y al imperialismo para hacer
abortar la organización independiente y anticapitalista de los oprimidos
y explotados, deseosos de una política de liberación nacional
y social y de un real cambio de fondo en el país. El odio a los
políticos y a la política institucional podría, sin
embargo, dar audiencia a los iluminados y provocadores.
Esa esterilización de la protesta y de la resistencia
sólo podrá ser evitada si se utiliza también, incluso,
el inadecuado terreno electoral no para hacer política politiquera,
institucional, sino para organizar la alternativa social mediante miles
de mítines en los que se difunda el programa único de un
frente social y creando en todo el país miles de comités
que sean promotores del voto, pero también, y sobre todo, organizadores
de las asambleas populares, de las acciones piqueteras por exigencias
concretas de cada lugar y de la discusión para la elaboración
de programas locales que completen el programa nacional del frente. Porque
se trata de crear en lo político el mismo frente social alternativo
que se expresó en las huelgas de protesta o en las manifestaciones
de repudio al asesinato de los dos militantes del MTD, Darío y Max.
Eso impone una urgente elección primaria, una "interna",
en la que todos voten para escoger candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia
de la república y, con su voto masivo, presionen también
en pro de elecciones para todos los cargos y preparen listas pluralistas,
democráticas, de candidatos para los mismos, aunque el gobierno
no llame a elecciones generales. Hasta ahora los candidatos principales
de la oposición social son Lilita Carrió y Luis Zamora,
pero podrían presentarse otros a las elecciones primarias que sería
posible realizar en corto plazo en las sedes de sindicatos, partidos, asociaciones
o en la plaza pública.
Por supuesto, ni Zamora ni la diputada Carrió están
exentos de defectos, pero tampoco lo están los otros dirigentes
de la izquierda social o política. Lo esencial, sin embargo, no
es buscar una claridad y pureza que nadie tiene, sino unir en torno a ideas
y soluciones, buscando coincidencias, postergando la discusión de
las diferencias secundarias para aclarar urgentemente las programáticas.
Hay que utilizar de inmediato cada minuto para presentar un frente, un
programa, una campaña contra el capital financiero y sus servidores,
en la lucha por una asamblea constituyente que remodele el país.
Tergiversar, mantener reflejos sectarios, no utilizar los resquicios legales
para organizar las propias fuerzas para hoy y, por lo tanto, para lo que
el mañana depare a los trabajadores, es traicionar a los que cayeron
para cambiar las cosas.